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Nota del editor: 

Para conocer más sobre las comunidades misionales y la iglesia misional, visita el sitio web de Simplemente Misional.

Recuerdo la frustración. Formábamos parte de una plantación de iglesia. Mi corazón y el del equipo estaban motivados para alcanzar con el evangelio a las personas que no lo conocían. Sin embargo, mes tras mes sentía que, sin darnos cuenta, nuestra agenda se había llenado de distintos compromisos y actividades que reducían nuestro enfoque en la misión.

Nuestro enfoque llegó a estar más bien en los esfuerzos particulares que cada uno pudiera manejar en el poco tiempo que teníamos después de nuestros compromisos laborales, familiares y eclesiásticos. El equipo perseveró y la fidelidad del Señor produjo un precioso fruto en medio de estas dificultades. Sin embargo, ¡cuánto mejor hubiera sido tener una estructura clara y una agenda diseñada intencionalmente para el ministerio y la misión!

Colin Marshall y Tony Payne describen el problema con estas palabras:

“Quizás el enrejado [la estructura de la iglesia] ha pasado a ser más importante que la vid [la vida de la iglesia]; hay comités, estructuras, programas, actividades y obras para recaudar fondos, y mucha gente trabaja para que todo ello siga funcionando, pero solo unos pocos se ocupan de la tarea de hacer que la vid crezca. De hecho, quizás la única vez que efectivamente se trabaja para cultivar la vid es en el culto del domingo y, en tal ocasión, el único que lo hace es el pastor mientras da su sermón”.[1]

El primer libro del Nuevo Testamento nos deja claro la identidad y misión que definen la vida como discípulos de Jesús. Las primeras y últimas palabras de Jesús a sus discípulos en el Evangelio de Mateo, son claves para comprender nuestra identidad:

  • “Vengan en pos de Mí, y Yo los haré pescadores de hombres” (Mt 4:19).
  • Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones…” (28:19-20).

Los discípulos de Jesús están llamados a vivir como una familia, centrada en Él y enfocada en amar, servir y alcanzar a otros con el evangelio.

Aquí es justamente donde tenemos que hacernos las preguntas: ¿Están las estructuras de nuestras iglesias diseñadas para alcanzar a otros, en comunidad? ¿Está la realidad de nuestra identidad como discípulos plasmada en nuestra agenda?

No podemos hacerlo todo

Para muchos de nosotros, pertenecer a una iglesia con historia es una experiencia llena de bendición. Sin embargo, hay que admitir que muchas veces nuestras iglesias han heredado estructuras, programas o “ministerios” que no sabemos realmente por qué están allí.

En la mayoría de las iglesias que he visto, estos “ministerios” comienzan a apilarse a medida que pasan los años. Cada generación “hereda” un conjunto de ministerios y programas que no necesariamente sabe por qué están allí. Con el tiempo nuestras iglesias están llenas de “ministerios tradicionales”: buenas iniciativas que, sin embargo, no sabemos cómo colaboran (o si es que colaboran) con la misión de la iglesia.

Si realmente creemos que la iglesia existe como una familia de pescadores de hombres, llamados a hacer discípulos, entonces necesitamos evaluar si la manera en que organizamos el ministerio en nuestra iglesia está ayudándonos o estorbándonos a vivir según nuestra identidad y nuestra misión.

Si esto ocurre en tu iglesia, es necesario cautivar el corazón de los miembros para transformarse en una iglesia misional. Para mí fue una gran bendición conocer este concepto, junto al de las comunidades misionales. Sin embargo, tenemos que saber que esta transformación exigirá que enfoquemos nuestros esfuerzos, nuestros líderes, tiempo y energía en aquello que es aún más importante que nuestras tradiciones.

Una organización misional

Una organización misional saludable está compuesta por tres tipos de encuentros que colaboran entre sí para generar un ministerio saludable:

1) Grupos DNA

Descubrir, nutrir y actuar son las tres palabras que definen lo que ocurre en estos grupos pequeños. Se trata de grupos de entre tres y cinco hombres o mujeres que se disponen a escudriñar la Palabra de Dios, pastorearse mutuamente en relaciones profundas y alentarse a una vida centrada en Jesús.

2) Comunidades misionales

Una comunidad misional es un grupo de grupos. Está compuesto por cerca de doce personas que a su vez forman parte de grupos DNA, y que se comprometen a trabajar juntos en poner en práctica su llamado como familia en misión. Esta comunidad enfoca sus esfuerzos en personas específicas que Dios ha entretejido en sus propias historias.

3) Reunión dominical

Un ministerio saludable y misional completa su estructura con la celebración de reuniones dominicales. Estas reuniones proveen enseñanza formal y enfocada a través de la predicación, y permiten el entrenamiento de nuevos líderes y el ejercicio de los diversos dones que Dios ha derramado en cada miembro de la comunidad.

No se trata de sumar otra reunión

En mi contexto he observado la tendencia a simplemente agregar o adoptar uno de estos encuentros a la agenda de la iglesia (casi siempre se trata de una combinación entre un grupo DNA y una comunidad misional). Sin embargo, creo que no conseguiremos una cultura misional saludable en nuestras iglesias, a menos que entendamos estos tres encuentros de manera complementaria. En otras palabras, no estoy describiendo tres nuevos tipos de reuniones o ministerios, sino un solo engranaje que permite cultivar una cultura saludable en la iglesia.

El pastoreo profundo que puede lograrse en un grupo DNA, no puede conseguirse en una reunión dominical y tampoco en una comunidad misional. Por su parte, el deleite y compromiso comunitario con la misión no obtendrá una verdadera prioridad en nuestras iglesias si no generamos un espacio dedicado a ello en una comunidad misional (ni un grupo DNA ni la reunión dominical tiene la capacidad de proveer ese espacio). Al mismo tiempo, considero que la claridad en la enseñanza bíblica y la experiencia de adorar, como parte de una comunidad ampliada, provista en las reuniones dominicales simplemente no puede replicarse en grupos más pequeños.

Organizar la agenda de nuestra iglesia con la mirada puesta en la misión incluirá cada uno de estos tres encuentros, porque juntos proveen una red de relaciones para vivir como una familia, centrada en Jesús y enfocada en la misión. De eso se trata el concepto de una iglesia misional. El fin es que como iglesia podamos vivir según nuestra identidad y misión para la gloria de Dios: siendo pescadores de hombres que hacen discípulos para el Señor.


[1] Marshall y Payne, El enrejado y la vid (Torrentes de Vida: 2010), p. 15.

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