¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Una de mis heroínas en el ámbito de la crianza habla de nuestras vidas como si fueran un jardín. Ella nos anima a pensar sobre los procesos de plantar, cuidar, deshierbar, y cultivar como procesos que duran toda la vida. ¿Qué quieres segar? Esto es lo que debes sembrar. Cómo pasas tu tiempo, lo que priorizas, lo que lees, y cómo eres influenciada: estas son las maneras en que decides lo que cosecharás al final. Del mismo modo, cuando no tratas los malos hábitos, los patrones de pensamiento equivocados, o el descuido general en la manera en que hablas o inviertes tu tiempo, cosecharás maleza.

Tengo una confesión que hacer. Mientras mis hijos doblaban la esquina de niños a ser niños más grandes (lo que nuestra sociedad llama “preadolescencia”), mi jardín de crianza se convirtió en un desastre de malezas.

No estoy segura de por qué sucedió esto exactamente, pero pasó. Mirando atrás, veo algunas posibilidades. Primero, los niños se volvieron más autosuficientes. Ya no tenía que bañar a cinco personas, darle de comer al bebé, cambiar pañales, y, hacer que el mundo entero girara cada día por lo que aparentaba ser pura fuerza de voluntad. Podía dejarlos a su propios recursos.

Cómo pasas tu tiempo, lo que priorizas, lo que lees, y cómo eres influenciada: estas son las maneras en que decides lo que cosecharás al final

Segundo, estaba cansada de todo el esfuerzo hecho en los primeros 10 años de crianza. Los primeros tres años de vida de cualquier niño son físicamente extenuante para los padres. Lo habíamos hecho cinco veces de corrido, sin ningún descanso y, con frecuencia, con etapas que se superponen una a la otra. Estaba desgastada.

Lo que no pude ver de manera inmediata era la maleza que estaba creciendo en otras áreas. Ya no tenía que cuidar tanto a los niños físicamente. Por supuesto, ahora estoy preparando más comida por volumen que nunca antes, pero no es lo importante ahora mismo. Necesitaban más cuidado espiritual. Y necesitaban más tiempo, no menos.

Las pequeñas tareas dan frutos

Cuando los niños eran pequeños, la casa era una maquinaria que marchaba sobre ruedas, tanto como era posible con cuatro niños pequeños de menos de cuatro años y medio. ¿Una locura, verdad? Pero teníamos horarios de comida y de siesta, y vaya que nos apegamos a ellos.  Si no lo hacíamos, perdía el control total sobre los días más sencillos. Ahora las cosas son más suaves, alabado sea el Señor, pero quiero mostrar el mismo espíritu de consistencia. A la larga, las pequeñas tareas, repetidas fielmente, dan mucho fruto.

Recuerdo una vez escuchar a un pastor hablar de su recuperación de una cirugía de rodilla. El doctor le dio instrucciones de “trabajar la cicatriz”. Debido a la naturaleza invasiva de la cirugía, el tejido cicatricial surgiría dentro de la rodilla y endurecería la articulación. Él tenía que montarse en su bicicleta estacionaria cada día y trabajar para mantener la movilidad, para que la rodilla pudiera actuar en la manera en que fue diseñada. No era agradable hacer ese trabajo, y hubiese preferido quedarse sentado y descansar. Sin embargo, si solo hubiese descansado, eventualmente no podría usar su rodilla. Pero, si hacía el esfuerzo diario, él eventualmente iba a poder doblar su rodilla otra vez.

La crianza es uno de los proyectos de mayor duración. No veremos el fruto de nuestro esfuerzo por décadas. Pero necesitamos plantar las semillas

Tenemos problemas con la consistencia. Necesitamos perspectiva para poder mantener la fidelidad en lo rutinario y común. No vemos los resultados inmediatos. La crianza es uno de los proyectos de mayor duración. No veremos el fruto de nuestro esfuerzo por décadas. Pero necesitamos plantar las semillas. También necesitamos arrancar la maleza, en nuestros propios corazones primero, antes de que crezca más. Y tenemos que tratar con la maleza en el corazón de nuestros hijos con cuidado, sin desacomodar mucho el suelo. Fomentamos el crecimiento de la buena semilla con el riego diario de la Escritura, en oración, y con exhortación. Luego, esperamos.

Como dijo un hombre sabio alguna vez: esperar es la parte más difícil. Estos años de infancia mayor y adolescencia son el período de transición; debemos retroceder y descansar en el Espíritu Santo más que antes. Los días de crianza conductista de “si haces esto, obtienes aquello” ya se han ido. Ahora minamos el terreno más profundo de los corazones de nuestros hijos; hablando, orando, y soltando un poco más. Esperamos que el fruto crezca.

La maleza en nuestro corazón también

Mientras tanto, hacemos las preguntas. ¿Dónde está el fruto? ¿Estarán entendiendo algo?  Estos son días de auto-reflexión.  ¿Cómo están nuestros hijos reflejando nuestro propio carácter o falta del mismo? ¿Cómo puede el Señor cambiarnos? ¿Qué maleza necesita ser arrancada de nuestros corazones distraídos? Y, ¿cómo podemos revelarle eso con humildad a nuestros hijos?

También debemos preguntarnos: ¿Qué tanto de nuestra crianza está orientado a producir un niño “bien portado”, o por los menos, nuestra visión de lo que eso es? ¿Estamos permaneciendo abiertos a la idea de que la crianza también implica producir una cosecha de rectitud en nosotros?

¿Estamos permaneciendo abiertos a la idea de que la crianza también implica producir una cosecha de rectitud en nosotros?

Estos son días sobrios. 

¿Acaso se nos ha prometido que esta cosecha en nosotros sucederá en el tiempo en que deseamos o en la manera que es más cómoda para nosotros? Claro que no. Pero se nos ha prometido una cosecha de rectitud, a su debido tiempo, si no nos cansamos (Gá 6:9). Lo más probable es que se vea diferente de lo que imaginamos.

Floreciendo debajo de la tierra

Los bulbos son mis cosas favoritas de plantar en nuestro jardín. Son las cosas más feas y menos esperanzadoras. Para ser sincera, parecen muertos. Son esas cosas en mi jardín que menos puedo afectar por mi esfuerzo.

Se nos ha prometido una cosecha de rectitud, a su debido tiempo, si no nos cansamos (Gá 6:9). Lo más probable es que se vea diferente de lo que imaginamos

Pero Dios diseñó los bulbos para que continuaran floreciendo debajo de la tierra. Cada año soy sorprendida de que tan grande son esas plantas cuando reaparecen, en la temporada correspondiente, después de un descanso y cantidad de lluvia apropiada. Pero cuando emergen, es una sorpresa gloriosa cada vez. Oro que lo mismo suceda en esta temporada de crianza de mis hijos preadolescentes y más allá, en su corazón y en el mío.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando