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Algunos predicadores despegan con fuerza. Llegan a altitud de crucero y pilotean el sermón sin turbulencias. Entonces aterrizan suavemente en el mismo aeropuerto de donde despegaron. Fue un buen vuelo. Las normas y procedimientos homiléticos fueron seguidos correctamente. Y la congregación disfrutó tanto el paseo que no se dio cuenta que en realidad no fueron a ninguna parte. Estos predicadores-artesanos son elogiados como grandes comunicadores. Pero fallan en predicar la Palabra, en detrimento de las multitudes que escuchan su predicación.

Otros predicadores se enfocan en el significado destinado por Dios en el texto. El proceso está saturado de oración por iluminación. La gramática y el significado de las palabras son estudiados cuidadosamente. El contexto literario e histórico es tomado en cuenta. Las referencias cruzadas son estudiadas. Se revisan los mejores comentarios. Los temas doctrinales y el significado teológico del pasaje son desenterrados. El predicador hace lo mejor para dividir correctamente la Palabra de Verdad. Pero hay una densa niebla en el púlpito, porque la investigación diligente no se concretó en la preparación del sermón. El estudio cuidadoso se convirtió en una predicación descuidada.

La predicación expositiva tiene la mala reputación de ser seca, aburrida, y sin vida. Pero los predicadores zombis deben ser los acusados, no la predicación expositiva. El problema con algunas predicaciones expositivas es que son expositivas, pero no son predicaciones. Es obvio que el predicador sabe mucho acerca del texto. Pero el mensaje divino del texto no es predicado. O los diversos elementos del sermón fallan en presentar el mensaje bíblico de forma clara.

Cuando la estructura del sermón anula el mensaje del texto, es una actuación, no una predicación. Pero la carga de la verdad que impulsa el expositor a estudiar duro también lo debe llevar a prepararse bien. Los antiguos heraldos tenían órdenes de proclamar el mensaje del rey. Este deber moldeaba el mensaje del heraldo y la presentación de ese mensaje.

Este es el cargo del predicador. La verdadera predicación expositiva se esfuerza por ser fiel al texto y clara en la presentación. Es por esta razón que las introducciones, ilustraciones, y conclusiones deberían tener importancia para el predicador. No se trata de ser creativo, elocuente, o impresionante en el púlpito. Se trata de predicar la palabra fiel y claramente para la gloria de Dios, y para la salvación y santificación de los oyentes.

La predicación que exalta a Cristo es impulsada por el texto. También se comunica con claridad. Los predicadores fieles no imponen sus propias ideas en el texto. Asimismo, no deambulan a través de su introducción, ni manipulan en sus ilustraciones, ni se estrellan durante sus conclusiones.

Procure crear la introducción

Suelo comenzar mis sermones con una palabra de oración. Oro públicamente para expresar la dependencia de Dios para ayudarnos a hablar con fidelidad y escuchar claramente. Después leo el pasaje en que se basa el sermón, sin comentarios. Tendré el resto de la predicación para explicar y exhortar. Creo que comenzar la predicación simplemente leyendo el pasaje afirma la autoridad de la Escritura. Después de orar y leer el pasaje, expongo el título del sermón. El objetivo es que el título sea una vista previa del mensaje. A continuación, procedo a la introducción formal del sermón.

La introducción es el porche del sermón. El porche frontal da la bienvenida a los huéspedes en su casa. Pero usted no coloca los muebles de la sala en el porche. No cuelga un televisor de pantalla grande en el porche. Usted no sirve la cena en el porche. El porche es transitorio. Da la bienvenida a los huéspedes y los lleva a la puerta principal para entrar en la casa. Las introducciones en los sermones funcionan de la misma manera.

La introducciones deben ser breves. Con demasiada frecuencia, los predicadores gastan una parte importante del tiempo asignado en la introducción. Parece que están pegando aquí todo el material al que no le encontraron otro lugar más que en la introducción. Y luego dicen, “me gustaría tener más tiempo para lidiar con esto”. Si tenían tiempo. Pero lo gastaron en la introducción. No pase mucho tiempo presentando el pasaje. Vaya al texto y confie en él para hacer el trabajo en las mentes y los corazones de la congregación. La introducción debe apuntar hacia dónde se dirige el sermón. Pero el objetivo de la agencia de viajes no es cautivar con descripciones de lugares exóticos. Es poner al viajero en un avión hacia ese destino.

La introducción debe ubicar el pasaje en su contexto adecuado. Un texto sin contexto es un pretexto. La predicación expositiva trata de explicar el significado de un texto a través del texto mismo. El contexto es esencial para la comprensión de lo que el texto dice y significa. Las tres reglas básicas de bienes raíces son ubicación, ubicación, ubicación. Las tres reglas de la predicación expositiva de la Biblia son contexto, contexto, contexto.

La introducción debe esbozar la imagen completa del texto. Del mismo modo, la introducción debe indicar el punto principal del sermón. Usted no tiene que demostrar, defender, o aplicar ese punto aún. Dígales a dónde va en la introducción y luego llévelos allí en el cuerpo del sermón. Presentar el contexto literario e histórico planta el texto en el mundo del texto. Indicar el objetivo del sermón de forma clara, en tiempo presente, con oraciones activas planta el texto en el mundo de la congregación. El sermón expositivo se convierte, entonces, en un puente entre el texto y la congregación que los conecta con la verdad de la palabra de Dios.

Elija las ilustraciones.

Las ilustraciones en los sermones son como las ventanas de una casa. Ellas ayudan a los oyentes ver el mensaje del sermón y cómo vive en el mundo más allá del sermón. Esta es una de las principales lecciones que podemos aprender de la predicación de Jesús en los Evangelios. La predicación de Jesús era sonora, fiel, y profunda. También estaba llena de ilustraciones, imágenes, y parábolas. Muchas veces Jesús predicaba sermones notables al contar historias simples. Jesús ejemplifica el poder de la ilustración en la predicación.

La gente normal no construye casas sin ventanas. Pero tampoco se construyen casas con solo ventanas. Del mismo modo, no debe permitir que las ilustraciones dominen el cuerpo del sermón. Deben ser breves. No utilice demasiadas. Selecciónelas cuidadosamente. Practique integridad con los hechos. Evite la manipulación de las emociones. Tenga cuidado del “exhibicionismo” en el púlpito. Proteja la familia y no ventile confidencias. No sea el protagonista de sus propias historias. Asegúrese de que la ilustración hable por sí misma. Los comediantes dicen que si uno tiene que explicar el chiste, entonces ya no es un chiste. Lo mismo sucede con las ilustraciones. Las ilustraciones en los sermones ayudan a presentar el mensaje de manera más clara. Usted no debería tener que hacer un sermón de la ilustración. Las ilustraciones son esclavos del pasaje. Si usted tiene que elegir entre un pasaje y la ilustración, ¡siempre escoja el pasaje!

Una manera de mantener las ilustraciones en su lugar es asegurarse de que realmente ilustren. No cuente una historia solo por contarla. Puede ser divertida, fácil de recordar, o convincente. Pero usted no es un narrador de púlpito. Usted es un predicador cristiano. Cualquier ilustración que utilice debe ser para arrojar luz sobre el texto. Debe ilustrar la exposición del pasaje y exhortar a los oyentes a ser hacedores de la palabra.

Practique el escrutinio en la elección de las ilustraciones. Haga preguntas difíciles antes de insertar la ilustración en el sermón. ¿Cuál es el punto de esta ilustración? ¿Es esta ilustración acerca lo que trata el pasaje? ¿Hace que el pasaje sea más claro? ¿Se interpone en el camino trazado por el pasaje? ¿Esta ilustración conectará con la congregación? ¿Puede esta ilustración ensombrecer el estado de ánimo de la congregación de una manera que les impida continuar pensando a través del texto? ¿Estoy usando una ilustración para aclarar o para cubrir un argumento débil?

Tenga en cuenta el principio de la mención ilustrativa. Cada gran verdad de la Escritura tiene una ilustración bíblica correspondiente. José ilustra la tentación de la que huía. David ilustra el peligro de la inmoralidad sexual. Ananías y Zafira ilustran las consecuencias de mentir. Muchas otras personas o acontecimientos ilustran la verdad bíblica. Utilice la Escritura para ilustrar. Todas las ilustraciones para sermones en el mundo no son tan ricas con ilustración significativa como la Biblia lo es en sí misma. A medida que utiliza la Escritura para ilustrar, continúe enseñando la Escritura mientras ilustra. Así sus ilustraciones llevarán a la autoridad divina.

Planifique la conclusión

Un sermón debe ser una unidad autónoma, que conste de una introducción, cuerpo principal, y una conclusión. Hay excepciones. Sin embargo, las excepciones no son la norma. Muy pocos predicadores están capacitados para predicar un solo sermón durante tres o cuatro semanas. Semana a semana, el sermón debe comenzar formalmente y concluir de manera decisiva. Mi consejo para los pastores es predicar series a través de los libros de la Biblia. Rechazo la idea de que los pastores deben mantener series de menos de seis semanas para mantener la atención de la congregación. Reconozco que vivimos en una generación móvil con poca capacidad de atención. Esta no es una razón para abandonar la predicación expositiva consecutiva. Pero a medida que predicamos series extendidas de predicaciones, cada sermón debe sostenerse por sí mismo. Por esta razón, la conclusión del sermón es tan importante como la introducción.

La conclusión del sermón debe ser una conclusión real. No empiece con una explosión y termine con un chisporroteo. No predique hasta que se acabe el tiempo o el material. No planifique el sermón y luego “deje que el Espíritu lo guíe” hasta el final. La conclusión del sermón debe ser estratégicamente planeada y ejecutada con habilidad. La capacidad del piloto para despegar y subir a una altitud de crucero no sirve para nada si no puede aterrizar el avión. La conclusión del sermón aterriza de forma segura el avión. El propósito del sermón debe estar claro en la mente del predicador. Los elementos del sermón deben unirse alrededor de la idea principal del pasaje. Y debe existir un sentido lógico de movimiento hacia la conclusión.

La conclusión del sermón no es la introducción. No es un momento para introducir material nuevo. La exposición del pasaje se debe hacer en el cuerpo del sermón. No utilice el final del sermón para pegar todo lo que no llegó a decir todavía. La conclusión es el tiempo para revisar dónde ha estado, no una última oportunidad de conseguir más pepitas de sermones. Todo lo que ha sido predicado debe ser ejecutado sobre el oyente en la conclusión como una llamada a la acción. Escuchar la Palabra sin hacer lo que dice es un autoengaño (Stg. 1:22). El hombre sabio edifica su casa sobre la roca, haciendo lo que manda el Señor (Mt. 7:24-27). La conclusión debe emitir un desafío final a guardar todo lo que Cristo ordena (Mt. 28:20).

Hay dos grupos en la audiencia que necesitan ese desafío final. Como pastores-maestros, predicamos con regularidad a los creyentes. El pastor que está comprometido con la predicación expositiva debe pensar en el sermón en términos prácticos, no solo exegéticamente, teológicamente, u homiléticamente. Lo que predicamos el domingo debe equipar a nuestra gente para seguir a Jesús donde ellos viven el lunes.

Sin embargo, no debemos asumir que todos los que se dicen creyentes son verdaderos cristianos (Mt. 7:21-23). Habrá muchos en nuestros bancos que caminan con una falsa presunción de salvación. Este campo misionero del domingo por la mañana debería llevarnos a concluir llamando a los incrédulos —ya sean cristianos profesantes o inconversos conscientes— a que se arrepientan de sus pecados y rueguen al Señor por salvación. Señale a la congregación hacia el Señor Jesucristo en la conclusión. Termine con firmeza llamando a sus oyentes a confiar y obedecer a Cristo. “A Él nosotros proclamamos”, declara el apóstol Pablo, “amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo” (Col. 1:28).


Publicado originalmente en H.B. Charles, Jr. Traducido por Sergio Paz
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