Hace tiempo que soy defensor de la predicación usando un manuscrito. Aunque sé que no es para todo el mundo, como alguien que se pasó a esta práctica hace unos diez años después de quince años de predicar con bosquejos, creo que más predicadores deberían intentarlo. He tratado de argumentar a favor de esta práctica en mi libro Gospel-Driven Ministry [Ministerio impulsado por el evangelio], así que no voy a repetir ese argumento. Pero si estás interesado en intentarlo, quiero ofrecerte algunos consejos para una entrega efectiva.
1. Destaca el texto para facilitar la lectura.
Algunos predicadores aplican un código de colores para los diferentes componentes de un sermón y eso puede resultarte útil. Yo utilizo un texto negro normal, pero pongo en negrita el texto de la predicación, subrayo los puntos del sermón y pongo en cursiva las ilustraciones y otras referencias bíblicas que incluyo en la exposición. Las partes principales de mi manuscrito, la exposición, son simplemente el texto plano. De vez en cuando uso mayúsculas para enfatizar ciertas palabras o frases. Esto ayuda a que mi cerebro detecte los cambios de énfasis y prepare las transiciones a los diferentes elementos del sermón mientras predico. El uso de algún medio para diferenciar los componentes del sermón puede evitar que te pierdas en tu manuscrito si haces un buen contacto visual o predicas algunas partes de memoria o de forma improvisada (además, asegúrate de usar un buen tamaño de letra para facilitar la lectura).
2. Relee y ensaya.
La razón por la que la mayoría de la gente no predica a partir de un manuscrito es porque no quieren sentirse demasiado atados a su guión. Temen que el sermón se parezca demasiado a la lectura de un documento. La mejor manera de evitar esto es familiarizándote con tu manuscrito tanto como sea posible. Si sospechas que esto puede ser un problema para ti, quizás no sea una gran idea ser un escritor de sábado por la noche. Aparta el tiempo suficiente para releer el manuscrito y tal vez incluso para ensayar la predicación con él, a fin de cultivar la suficiente familiaridad para añadir una entrega natural al acto de predicación. Repasar bien el manuscrito también puede ayudarte a identificar las partes del sermón que no están muy bien articuladas o que no se traducen bien en la exposición oral. En este sentido:
3. Recuerda escribir para hablar.
El mayor problema que veo con muchos predicadores principiantes que usan un manuscrito es que no han desarrollado un buen oído para la diferencia entre escribir un sermón, un artículo teológico o un ensayo expositivo. Escriben como si estuvieran escribiendo un artículo y luego la presentación suena exactamente como si estuvieran leyendo un artículo. Pero escribir un sermón no es lo mismo. Hay que recordar que hay que escribir para hablar, no para una lectura interna. Esto afectará la selección de palabras, ciertos modos de expresión y cosas similares. Asegúrate de que utilizas palabras que realmente puedes pronunciar. Asegúrate de construir frases que no sean demasiado largas o complicadas. Asegúrate de que no escribes con un estilo demasiado formal. Escribe como si fueras a predicar un sermón. La gente oye de forma diferente a la que lee, así que tenemos que redactar el manuscrito de forma diferente a la que solemos escribir.
La gente oye de forma diferente a la que lee, así que tenemos que redactar el manuscrito de forma diferente a la que solemos escribir
4. No te rindas demasiado pronto.
Como ya he dicho, escribir un manuscrito no es para todo el mundo. Pero sospecho que es para más personas que las que se toman el tiempo suficiente para averiguar realmente si es para ellos. Muchos predicadores principiantes que usan manuscritos abandonan la práctica demasiado pronto, antes de mejorarla. Lo hacen un par de veces, se frustran por lo mucho que están leyendo, lo poco natural que puede parecer, el poco contacto visual que hacen, etc., y entonces abandonan. Como todas las prácticas nuevas, la predicación de manuscritos tarda un tiempo en hacerse más propia. Si se mantiene, puedes descubrir, como hice yo, que la predicación manuscrita hace que el sermón sea más pulido, reflexivo y excelente.