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El mensaje del libro de Nehemías parece fácil de entender. Suele ser leído como un manual para desarrollar líderes excepcionales que guían al pueblo de Dios a «reconstruir los muros» y buscar el avivamiento de Su obra. Pero ¿qué pasaría si te dijera que el libro se trata de más que eso?

Sí, podemos aprender sobre el liderazgo espiritual en Nehemías, pero si profundizamos en las historias de este libro, podremos saborear un sentido y propósito mayor. Nehemías nos habla sobre el Dios fiel a Su pacto, quien busca a un pueblo rebelde para restaurar su identidad y para que vengan al conocimiento verdadero de Él.

Sin embargo, hay capítulos donde no es fácil identificar este propósito, como por ejemplo, Nehemías 7.

¿Qué nos enseña una lista de nombres?

La mayoría de los versículos de Nehemías 7 se dedican a presentar un listado exhaustivo de los hombres que fueron parte del primer retorno de los exiliados a Jerusalén, casi un siglo antes. De hecho, esta lista ya fue presentada en Esdras 2.

Entonces, ¿qué sentido tenía volver a dar un registro de los nombres de quienes regresaron a Jerusalén en el primer retorno? ¿Qué importancia tuvo, para aquellos que debían reconstruir las murallas de la ciudad, recordar los nombres de personas que probablemente ya habían muerto? ¿Y cómo la lista encaja en el propósito del libro y la historia bíblica, y nos ayuda a ver la fidelidad y misericordia de Dios?

Quisiera responder estas preguntas señalando tres enseñanzas que se desprenden de este pasaje cuando lo consideramos a la luz del resto de la historia bíblica, tanto para aquellos (las personas en tiempo de Nehemías) como para nosotros (quienes vivimos a más de dos mil años de distancia).

1. El registro del pasado nos ayuda en el presente

Nehemías, quien había liderado al pueblo para reconstruir las murallas de Jerusalén, se encontraba frente a una gran dificultad. Los que estaban llamados a habitar la Jerusalén restaurada estaban viviendo en su gran mayoría en pueblos cercanos: «La ciudad era espaciosa y grande, pero el pueblo dentro de ella era poco, y no había casas reedificadas» (Neh 7:4).

El registro del pasado nos recuerda que Dios es experto en usar hombres y mujeres débiles para el avance de Su reino y la gloria de Su nombre

Esto tal vez se debía a que muchos judíos sentían que Jerusalén era una ciudad todavía expuesta a los ataques enemigos. Tal vez habían alcanzado cierta estabilidad y comodidad a las afueras, luego de volver del exilio, y la idea de una nueva mudanza para comenzar de cero otra vez no parecía atractiva. Como sea, la ciudad de Dios se mantenía deshabitada.

Ante el panorama poco esperanzador de una Jerusalén deshabitada, Nehemías es guiado por el Señor (v. 5) para hacer algo que, en apariencia, no parecía tener mucho sentido: reunir a los nobles, a los oficiales y al pueblo en general para registrarlos por sus genealogías. No suena como una tarea emocionante ni que pueda tener un efecto transformador.

Podríamos pensar que Nehemías debía comenzar una campaña para motivar al pueblo, que tal vez incluyera una decoración especial de Jerusalén o eslóganes para promocionar la vida en la ciudad. Sin embargo, Dios quería animar a Su pueblo mediante el registro de sus nombres y el rastreo de sus predecesores (padres, abuelos, bisabuelos, etc.), porque les ayudaría a recordar el cuidado de Dios en el tiempo y Sus promesas cumplidas y por cumplir.

En ocasiones, los cristianos pasamos por alto el valor de ciertos relatos históricos de la Biblia, como la genealogía de Nehemías 7, al enfocarnos demasiado en las virtudes de personajes humanos y perder de vista la obra de Dios. Pero debemos leer estas historias buscando el consuelo del Dios de todo consuelo (Ro 15:4-5).

De manera similar, debemos aprovechar los registros de la historia de la iglesia, como las biografías de misioneros o pastores, las cuales nos animan a meditar en la fidelidad de Dios. Estas historias nos dan ejemplos de hermanos que lucharon con el desánimo y con oposición (como también luchamos hoy), pero pusieron su confianza en Dios y fueron testigos de Su poder para guardarlos y respaldar sus tareas.

El registro del pasado nos recuerda que Dios es experto en usar hombres y mujeres débiles para el avance de Su reino y la gloria de Su nombre. Eso era lo que los judíos en la época de Nehemías debían recordar también, para cobrar ánimo y habitar Jerusalén. Dios había decidido morar con Su pueblo en el templo y perdonar sus pecados mediante su arrepentimiento y fe, mientras presentaban ofrendas de sacrificios. Hacer memoria de estas cosas debía llevarlos a rendir sus vidas en obediencia.

2. Dios conoce a Su pueblo

Otra enseñanza que nos deja Nehemías 7 es que Dios conoce a los Suyos.

Para Dios, aquellos que volvieron durante el primer retorno no eran una multitud de rostros sin nombres. De la misma manera, los judíos del tiempo de Nehemías podían estar seguros de que el Señor los conocía por sus nombres, tal como conoció a sus antepasados.

La cruz es la muestra definitiva de que no somos rostros anónimos y sin importancia para Dios

Algunas veces los cristianos también podemos sentirnos anónimos e insignificantes. Incluso dentro de nuestra iglesias, podemos pensar que no importamos y que pasamos desapercibidos. Pero a los ojos del Señor esto no es verdad. Él conoce a Su pueblo y ama a cada uno de Sus hijos, a quienes eligió de manera particular.

Casi seis siglos después de Nehemías, Jesucristo —la segunda persona de la Trinidad— llegó a Jerusalén y se presentó como el buen Pastor que conoce a Sus ovejas y las guía. Él vino a dar Su vida por ellas por amor (Jn 10:1-4).

¿Puedes pensar en la maravilla de esto? La cruz es la muestra definitiva de que no somos rostros anónimos y sin importancia para Dios. Somos conocidos por Él, salvados por Él e incluso traídos a ser parte de Su pueblo, con el propósito de servirle y darlo a conocer en todo el mundo, para la gloria de Su nombre.

Los hombres de los tiempos de Nehemías debían entender esto tanto como nosotros. El buen Pastor nos conoce, nos ama, nos cuida y nos llama a habitar Su ciudad.

3. Vamos hacia una mejor Jerusalén

La ciudad y el templo que los judíos reconstruyeron bajo el liderazgo de Nehemías, Esdras y Zorobabel finalmente fueron arrasados de manera atroz por el Imperio romano en el año 70 d. C.

Esto nos permite entender que estas historias apuntan a algo más grande. Los libros de Esdras y Nehemías nos apuntan al hecho de que el pueblo de Dios es conducido hoy por alguien mayor que Nehemías, hacia una mejor ciudad que la Jerusalén terrenal.

Nehemías forma parte de los llamados «héroes de la fe del Antiguo Testamento» junto con hombres como Abraham, Moisés y tantos otros más. En sus corazones ardía una esperanza que los llevó a luchar por la fe aun en medio de gran oposición, esperando la promesa de una ciudad indestructible y una patria mejor.

Aunque murieron sin ver las promesas cumplidas en Cristo, vivieron por fe como extranjeros y peregrinos (He 11:9-10, 13-16), y recibieron una esperanza mayor: «Pero en realidad, anhelan una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo cual, Dios no se avergüenza de ser llamado Dios de ellos, pues les ha preparado una ciudad» (v. 16).

El pueblo de Dios es conducido hoy por Alguien mayor que Nehemías, hacia una mejor ciudad que la Jerusalén terrenal

Nosotros también somos peregrinos en este mundo y debemos caminar con fe y esperanza de habitar la ciudad celestial, imitando la fe de aquellos que nos precedieron, con la confianza de que nuestros nombres están escritos en un listado glorioso, en el libro de la vida del Cordero (Ap 13:8).

El Señor Jesús nos está llevando a una ciudad que nadie podrá asediar o destruir. Esta verdad y esperanza deben impulsarnos para vivir como peregrinos por esta tierra, obedeciendo Su voluntad y anunciando Su gloria.

Hacia una Jerusalén celestial

Definitivamente el propósito del libro de Nehemías va más allá de recomendar las características de un liderazgo efectivo en las figuras de Zorobabel, Esdras y Nehemías. Nos muestra a un Dios misericordioso que llama a Su pueblo a que lo conozcan, le adoren y vivan a la luz de Su Palabra y Sus promesas, no de las circunstancias.

Incluso de un capítulo que es en gran medida una lista de nombres, como Nehemías 7, podemos aprender de la fidelidad y misericordia de Dios. Vivamos con fe y esperanza al recordar Su mano en la historia, sabiendo que Él nos conoce y nos ama, al punto de entregar a Su Hijo para llevarnos a una ciudad celestial.

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