¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

La Internet es una de las tantas cosas por las cuales agradezco a Dios. Escribimos una frase en Google y en un par de segundos nos aparecen millones de sitios en los que se habla de eso que buscamos. Entre esos millones de sitios, encontramos muchos blogs, y buenos escritos en nuestro idioma, lo cual es una bendición. 

Hoy escribo a hermanas que escriben y comparten la Palabra de Dios a través de la web. Es un privilegio poder escribir y ser leídas por unos cuantos o por millones, pero necesitamos estar conscientes de por qué hacemos lo que hacemos.

¿Escribes para tu gloria?

Cuando hace seis años comencé en el mundo de la “blogosfera”, habían pocos blogs con contenido bíblico para mujeres. Cada mujer escribía desde su rincón en la red al igual que yo. Incluso algunas nos hicimos amigas y unimos esfuerzos para compartir más sobre la Palabra.

Sin embargo, era común que habláramos lo mismo. Compartíamos temas similares, estudios del mismo libro de la Biblia, teníamos calendarios bíblicos, hacíamos retos de oración… y la verdad es que todo se volvió monótono. Todas estábamos hablando de lo mismo.

Con la monotonía, vino también la competencia. Muchas relaciones fueron afectadas porque, ahora entiendo, algunas de nosotras perdimos de vista el propósito por el cual Dios nos dio la oportunidad de publicar y compartir sobre su Palabra. El fin es dar a conocer su verdad y que Él sea glorificado a través de lo que escribimos.

Siempre que tenemos una audiencia, corremos el riesgo de pensar que brillamos con luz propia. En realidad, solo somos el reflejo de la luz que alumbra por siempre

Siempre que tenemos una audiencia, sea mucha o poca, corremos el riesgo de pensar que brillamos con luz propia. En realidad, solo somos el reflejo de la luz que alumbra por siempre. Él nos eligió por su gracia para hacer esto que hacemos. Dios es quien nos da cualquier talento que tengamos para exaltar su Nombre. No somos llamadas a ser el centro de lo que hagamos. En cambio, Él nos llamó para que seamos vasos de barro que magnifiquen su nombre, dispuestas a menguar para que Él crezca ante los ojos de los demás (Jn. 3:30).

Cada una de nosotras está en el lugar que está porque Dios así lo quiso, quizá con un trío de espectadores en casa o quizá con millones a través de la red. Dios pudo elegir a alguien más para escribir un blog para mujeres creyentes, pero fue por Su gracia que nos eligió a nosotras, con errores y debilidades, mientras somos perfeccionadas día a día para cumplir con su propósito eterno.

Tengamos en mente que escribimos para la gloria de Dios. Si Él nos da una plataforma enorme, es para su gloria. Y si nos da un lugar en el secreto para guiar y alimentar a unos cuantos, también es para su gloria.

Formamos parte de un cuerpo

Pensando en el alcance que tenemos al escribir en Internet, ¿por qué no recordarnos cada día que fuimos creadas para vivir en comunidad, para crecer juntas hombro a hombro? Somos parte del mismo cuerpo. Cada una de las personas que quizá vemos como rivales, son usadas por Dios para cumplir sus planes, como lo hace contigo y conmigo.

Los creyentes somos una familia unida por el sacrificio de Jesús para trabajar en conjunto

¿Por qué no ver la gracia de Dios en cada escritor en la “blogosfera cristiana”? ¿Por qué no reconocer la gloria de Dios en cada uno de ellos y en lo que escribe? Si nos cuesta trabajo hacerlo, quizá estamos centradas en nosotras mismas pensando que no hay alguien mejor que nosotras. Detengámonos. Leámos a esos escritores que exaltan fielmente a Dios. Dejemos que ellos sepan cuando sus escritos fueron de bendición para nosotras. Animemos a otros a seguir dando por gracia lo que recibieron.

Al mismo tiempo, quiera Dios rodearnos de hermanos y hermanas mayores en la fe. Personas que nos hagan ver nuestros errores para corregirlos y que nos dirijan a Cristo en amor. Los creyentes somos una familia unida por el sacrificio de Jesús para trabajar en conjunto, y no haciendo acepción de nadie “a fin de que en el cuerpo no haya división, sino que los miembros tengan el mismo cuidado unos por otros” (1 Cor. 12:25). 

Estamos unidas para dar a conocer que somos discípulos de Cristo, amándonos unos a otros (Jn. 13:35), apoyándonos y encaminándonos a un conocimiento mayor de nuestro Señor mientras hablamos a otros sobre la bondad de Dios.

Nos necesitamos, mujer, las unas a las otras como hermanas, como miembros de la iglesia. ¡Cristo murió por todo su cuerpo! No nos separemos ni busquemos nuestra propia gloria porque “el que habla de sí mismo busca su propia gloria; pero Aquel que busca la gloria del que lo envió, Él es verdadero y no hay injusticia en Él” (Jn. 7:18).

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando