«¿Qué pasó?», pregunté. La voz al otro lado de la llamada se ausentó y parecía que una pared se levantaba entre nosotras. Entonces caí en cuenta de que el consejo que yo había dado fue apresurado y sin empatía. Los estudios teóricos de consejería y las horas invertidas para lograr la certificación no fueron suficientes para impedir que mi impulso de encontrar soluciones tomara las riendas de la conversación. «Perdóname. Debí preguntarte cómo estabas antes de apresurarme a decirte lo que tienes que hacer», tuve que reconocer.
No necesitamos una certificación en consejería bíblica para dar consejos, pues esto es natural del ser humano. Sin embargo, muchas de nuestras opiniones se disfrazan de consejos y nuestras palabras pueden tener detrás un deseo de ejercer control y provocar admiración, lo que sutilmente nos envuelve en la vanidad.
Entonces, ¿cómo es un buen consejo que apunta a otros a la esperanza del evangelio en medio de las olas de la vida? En este artículo te comparto siete características bíblicas para tener en cuenta.
Un buen consejo…
1. Sabe que el evangelio es la respuesta para toda situación.
Nuestras palabras deben ser sazonadas con sabiduría, y el mensaje de la cruz es la columna vertebral de todo consejo para sostener al creyente con esperanza y fe, incluso por el valle de la duda (Ro 1:16; Sal 23:4).
El mensaje de la cruz es la columna vertebral de todo consejo para sostener al creyente con esperanza y fe
Ante el rechazo, el evangelio muestra a Cristo golpeado y rechazado por Su pueblo (Is 53:6-9) y siendo quien nos hace aceptos por Su sacrificio (Ro 5:1-3). Ante la soledad y la angustia, muestra a Cristo sudando gotas de sangre en Getsemaní (Lc 22:44) y ofreciendo estar con nosotros (Mt 28:20). Frente a la incertidumbre, el evangelio muestra a Cristo hablando sobre el cuidado del Padre hacia Su creación (Mt 6:26). Frente a las puñaladas de la traición, muestra a Pedro negándolo (Jn 28:25-27) y luego a Jesús restaurándolo (Jn 21:15-19). Cuando las oraciones parecen no contestadas, muestra a Cristo prometiendo un Consolador que sabe interceder mejor por nosotros (Jn 16:7; Ro 8:26). Para obtener sabiduría, el evangelio muestra a Dios como el dador de ella (Pr 2:6; Stg 1:5). Y para enfrentar las consecuencias del pecado, muestra a Cristo resucitado (1 Co 15:3).
Tenemos que estudiar la Palabra todos los días para observar que su mensaje central es suficiente para construir un buen consejo. Al fundamentar el consejo en el evangelio, el aconsejado observará que sus aflicciones se vuelven ligeras, su esperanza real y sus dolores encuentran un propósito en el perdón y las promesas del fiel Pastor que dió Su vida por las ovejas (Mt 11:28-30).
2. Surge de una escucha atenta, dispuesta y presente.
La manera en que escuchamos y hablamos debe imitar la forma en que Dios lo hace con nosotros: con paciencia, ternura y atención (Pr 27:9). Un «Lo siento, pasar por esto es difícil» con convicción puede ser crucial para recordarle a una persona que no somos sus jueces ni verdugos, sino sus hermanos y amigos, quienes buscan guiarla de la mano hacia el Pastor de las ovejas, y no con el garrote de la indiferencia.
Tenemos que estudiar la Palabra todos los días para observar que su mensaje central es suficiente para construir un buen consejo
Podemos asumir visiblemente la carga de los demás cuando nos comprometemos en no evadirlos mentalmente ni distraernos con otras cosas durante la conversación. En su lugar, esforcémonos por colocar a esa persona y su situación como prioridad en nuestros pensamientos, aguardando con paciencia y moderando nuestras expresiones, silencios y tono de voz, y evitando interrumpir innecesariamente o hablar en exceso (Gá 6:2).
3. Viene después de preguntar y no suponer.
Lo más fácil que podemos hacer al escuchar una situación es precipitarnos a las suposiciones y buscar soluciones a partir de nuestra experiencia o conocimiento, antes de tomar el tiempo para colocarnos en los zapatos del otro. Sin embargo, el cuidado y servicio hacia el prójimo se traduce en morir a nuestras opiniones, ser lentos para juzgar (Jn 7:24) y buscar la información necesaria que nos ayudará a entender todo el panorama (Pr 20:5).
El buen consejo surge de un aprendiz de buenas preguntas y no de un maestro de malas soluciones (Pr 18:2). Esto no se puede lograr si nuestro ego o el deseo de soluciones son la prioridad de nuestra agenda. Los buenos consejos se construyen con la información proporcionada.
4. Considera el discernimiento de 1 Tesalonicenses 5:14.
El apóstol Pablo, junto a Silvano y Timoteo, dijo a los cristianos en Tesalónica: «Les exhortamos, hermanos, a que amonesten a los indisciplinados, animen a los desalentados, sostengan a los débiles y sean pacientes con todos» (1 Ts 5:14).
Antes de dar un consejo, el creyente debe evaluar la categoría donde se encuentra la persona que está aconsejando: ¿es indisciplinada?, ¿está desalentada? o ¿es débil? Si animamos a alguien indisciplinado podemos afirmar su pecado. Si disciplinamos a un desalentado le cargaremos de culpa.
Por lo tanto, debemos orar por discernimiento y sabiduría para que nuestro consejo tenga el ánimo correcto y produzca la respuesta apropiada. Discernir antes de responder (Pr 15:28) es clave no solo para buscar sabiduría (Pr 4:7), sino para evitar más heridas.
5. Toma en cuenta las motivaciones, deseos y pensamientos.
Es bueno identificar un mal comportamiento y tratarlo, pero la persona sabia intenta ir a las profundidades del corazón. Un buen consejo se dirige a las convicciones que alimentan las acciones, las cuales son cruciales para entender lo que adoramos y lo que realmente creemos de nosotros y de Dios.
Debemos orar por discernimiento y sabiduría para que nuestro consejo tenga el ánimo correcto y produzca la respuesta apropiada
Las situaciones no son el problema, son el sol que ilumina las raíces de nuestra adoración. Un buen consejo comienza con escuchar atentamente frases y oraciones que revelan dónde se ha depositado la esperanza de la persona y, más allá de los hábitos, se enfoca en lo que esta desea, en dónde invierte su atención, sus emociones, su tiempo, para entonces entender sus acciones (Lc 6:45).
6. Piensa en la renovación de la mente.
Muchas veces creemos que todo problema o pregunta se solucionará de la noche a la mañana, pero debemos verlo como un escalón en el crecimiento de la persona aconsejada. Recordemos la instrucción de la Palabra:
En cuanto a la anterior manera de vivir, ustedes se despojen del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que sean renovados en el espíritu de su mente, y se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad (Ef 4:22-24).
Al fundamentar el consejo en el evangelio, el aconsejado observará que sus aflicciones se vuelven ligeras y su esperanza real
Las palabras «despojarse», «renovar la mente» y «revestirse» nos recuerdan que cualquier consejo debe ser bañado con la esperanza de que Dios está utilizando esto no solo para informarnos quiénes somos y de quién dependemos, sino para transformarnos (2 Co 3:18) al despojarnos del pecado, renovar nuestra mente con el consejo de la Palabra y revestirnos de decisiones que glorifican a Dios (1 Co 10:31). Cuando aconsejemos, recordemos esto con paciencia.
7. Apunta a la esperanza del carácter de Dios y la verdad de Su Palabra.
Como seres humanos, necesitamos recordar que tenemos un Dios inmutable, quien no permitirá que nos perdamos en la niebla de la confusión, caigamos en el pozo de la desesperación o seamos atravesados por la espada de la angustia para siempre.
Un buen consejo siempre debe estar impregnado del aroma de la esperanza: «No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla» (1 Co 10:13).
Las situaciones no son únicas; Dios ha permitido y planificado que otras personas enfrenten las mismas circunstancias. En Su divino consejo, Él ha determinado que podemos lidiar con esa encomienda, así que debemos recordar a quien aconsejamos que Él se provee a Sí mismo como el fiel Consejero para proveer la salida oportuna.