Oh, hermana, te entiendo. Durante una breve temporada de mi vida, mi esposo tuvo un trabajo que, aunque satisfactorio, requería largas horas de trabajo y muchos viajes. Yo también luché contra el resentimiento. Se metió en mi corazón como hierba en un jardín y amenazó con ahogar mi espíritu.
El trabajo es ordenado por Dios (Gn. 1:28), pero también está manchado por la Caída. Vemos esto cuando un trabajo obliga a un hombre a pasar largos días o muchas noches lejos de las personas que más lo necesitan: los miembros de su familia. Ya sea que tu esposo sea músico, ministro, gerente, u oficial militar, las noches separados el uno del otro pueden ser parte del trabajo.
Tu deseo de apoyar con alegría a tu esposo es bueno y puede ser una bendición para él y tu familia. El Señor puede usar la tensión de un esposo a menudo ausente para refinar tu carácter, mostrarte tu pecado, y llevarte a una dependencia más profunda en Dios y en su pueblo.
1) Sé honesta
¿Sabes por qué es difícil apoyar el exigente horario de trabajo de tu esposo? Porque es, efectivamente, difícil. No hay forma de evitar ese desafío, ese inconveniente, ese sacrificio de que tu esposo se vaya por tanto tiempo.
También es solitario. Una amiga con un esposo a menudo fuera de viaje me dijo recientemente: «Puedo programar actividades durante todo el día, y no lo hace más fácil, porque él es lo que necesito». Permitirte admitir estas dificultades te ayudará a pensar más claramente sobre cómo lidiar con ellas.
Entonces puedes comenzar —por el poder del Espíritu Santo— a examinar tus emociones y anhelos para determinar sus causas fundamentales. ¿Tu resentimiento proviene de expectativas no satisfechas sobre cómo se vería tu vida familiar? ¿Te disgusta la forma en que el horario de tu marido te incomoda? ¿Estás frustrada de que tu esposo vea nuevos lugares y conozca gente nueva mientras te sientes atrapada en casa? ¿Estás ansiosa por saber si te está siendo fiel? ¿La ira está hirviendo porque sientes que tu esposo te da por sentado?
No puedes lidiar con emociones que no reconoces. Simplemente regañarte por no ser más solidaria no funcionará. Pídele al Señor que te muestre la raíz de tu resentimiento. Y tráelo a Él en oración. Pide perdón y fuerza para caminar en arrepentimiento y gracia.
2) Sé honesta con tu esposo
A medida que analizas tus sentimientos, encontrarás algunos anhelos y decepciones que no son pecaminosos. Comparte amorosamente con tu esposo qué aspectos específicos de su trabajo son más difíciles para ti. ¿Lo extrañas en la cena familiar? ¿Anhelas que vea a los niños jugar fútbol? ¿Sientes que su trabajo tiene demasiado control sobre tu vida familiar? ¿Te sientes poco apreciada e irrespetada mientras defiendes el fuerte?
Compartir tus sentimientos con tu esposo puede abrir conversaciones que podrían ayudarlos a comprender cómo enfrentar mejor su situación. Mientras te sometes a él y él te ama (Ef. 5:22-33), quizá puedan servirse mutuamente con mejores soluciones.
También ayuda recordar por qué viaja tu esposo. (Sugerencia: probablemente no porque le guste estar lejos de ti). Está usando los dones que Dios le ha dado en el lugar donde Dios lo ha posicionado para servir al reino de Cristo. Como su esposa y aliada, puedes apoyarlo en este rol. No puede él tener éxito sin tu ayuda.
El camino que el Señor te ha llamado a seguir es difícil, pero no tienes que caminar sola.
Pregúntale a tu esposo qué puedes hacer para ayudarlo a sentirse apoyado en su trabajo. Ora para que puedan abordar como equipo la situación laboral.
3) Pide ayuda
Si tienes hijos en casa, pedir ayuda es crucial. Tus recursos son limitados, pero Dios ya te ha proporcionado lo que necesitas.
Deja que el cuerpo de Cristo te ayude de maneras tangibles. Pídele a un maestro retirado que venga y ayude a tus hijos con la tarea. Contrata a un adolescente para que cuide a tu niño una vez por semana. Organiza días de juego para que puedas comprar en el supermercado sin problemas. Pídele a algún miembro de tu familia que te ayuden a transportar a los niños a sus actividades. Si tu esposo viajará durante el fin de semana, pídele a una persona soltera en tu iglesia que se siente con ustedes y ayude a cuidar a los niños.
No te equivoques: el camino que el Señor te ha llamado a seguir es difícil, pero no tienes que caminar sola. Y la experiencia, aunque difícil, puede ser un medio poderoso para fortalecer tu fe.