¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×
Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de la clase de Teología Sistemática, del Instituto Integridad y Sabiduría. Para conocer más acerca del II&S, visite su página web.

En el estudio de la teología propia (el estudio del Dios trino) es importante conocer los atributos incomunicables de Dios: aquellos que le pertenecen exclusivamente a Dios.

Por ejemplo, el amor es un atributo comunicable, ya todo el que ha nacido de nuevo ha recibido el amor de Dios, pues le ha sido comunicado Su amor. Pero la omnisciencia (conocerlo todo) es incomunicable. Le pertenece solo a Él.

¿Qué enseña la Biblia sobre los atributos incomunicables? Demos un vistazo a cinco de ellos.

1. La simpleza de Dios.

El primer atributo incomunicable de Dios que mencionaremos es su simpleza o unidad. Con esto queremos que decir que Dios siempre es todo aquello que Él es.

Por ejemplo, cuando usted está contento, no está triste; cuando usted está débil, no está fuerte; cuando usted está airado, no actúa con amor. Pero con Dios no ocurre así. Cuando Dios es amor, Él siempre es amor aún cuando está airado. La ira de Dios que se expresa continuamente contra el impío, Él la expresa y siente al mismo tiempo que siente amor por el obediente. Dios nunca es una cosa sin la otra.

Dios no está dividido en partes, como si fuese 10% amor, 10% poder, 10% fidelidad, etc. En cambio, Dios es 100% amor, 100% infinito, 100% fiel, 100% justo, etc. Sus atributos están distribuidos a lo largo de todo su ser. Lo que Dios es, Él lo es todo el tiempo en todo su ser, y si Dios es infinito, todos sus otros atributos también lo son.

Es por eso que el apóstol Juan pudo escribir: “Y éste es el mensaje que hemos oído de Él y que les anunciamos: Dios es Luz, y en Él no hay ninguna tiniebla” (1 Jn. 1:5). Si Dios es luz, su ser lo es infinitamente y eternamente.

2. La aseidad de Dios.

“Aseidad” viene del latín aseiti, y significa: “de uno mismo”. Cuando hablamos de la aseidad de Dios, nos referimos a que Él es autoexistente, independiente, sin necesidades de ningún tipo.

Nosotros tenemos vida porque Dios tiene vida. El universo entero debe su existencia a Él (He. 1:3). Dios sostiene todo por el poder de su Palabra. Si tu pudieras “apagar” a Dios, el universo entero se apagaría. En Él vivimos, nos movemos, y existimos; lo que implica que no tenemos independencia total (Hch. 17:28). Dios sí tiene esa independencia.

Podemos ilustrarlo un poco así: cuando un bombillo en nuestra casa se quema, a la corporación de electricidad no le pasa nada. Pero si la corporación de electricidad se apaga, se apagan todos los bombillos del país. De manera similar, yo puedo morir y toda la raza humana también, pero Dios seguirá exactamente igual.

Dios tiene vida en sí mismo (Jn. 5:26). Él “ni es servido por manos humanas, como si necesitara de algo, puesto que Él da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hch. 17:25).

Así que cuando decimos que servimos a Dios, lo que en realidad decimos es que servimos su causa. En última instancia, a Dios nadie le puede servir, porque Él no tiene necesidades. Él no necesita ni nuestro favor ni nuestra ayuda.

3. La eternidad de Dios.

Esto lo leemos claramente en pasajes como 1 Timoteo 1:17: “Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, a Él sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén”. También en textos como 1 Corintios 2:7, Salmo 90:2, Juan 17:5, Efesios 1:20, y muchos otros.

Los creyentes somos inmortales. Cuando muramos físicamente seguiremos viviendo, pero solo Dios es totalmente eterno. Nosotros tenemos dificultad e imposibilidad para entender este concepto. Cada vez que trato de pensarlo, a los tres minutos de reflexionar tengo que olvidarme de eso, porque siento que me volveré loco. ¡No entiendo cómo un ser puede existir eternamente! Esto debe movernos a la adoración.

Dios ha existido siempre. Él creó el tiempo, existe fuera del tiempo, y ve todo como un presente.

Romanos 1:20 nos habla del “eterno poder” de Dios. Él ha existido siempre. Él creó el tiempo, existe fuera del tiempo, y ve todo como un presente. Dios no tiene ayer o mañana. Él lo ve todo al mismo tiempo, simultáneamente. Nunca ha aprendido nada, siempre lo ha sabido todo.

4. La inmutabilidad de Dios.

Dios nunca cambia. Creo que es lógico pensar que si hay un ser perfecto, la perfección implica que no puede cambiar. Lo perfecto no se puede mejorar, y si cambia, dejaría de ser perfecto. Y si algo puede dejar de ser perfecto, entonces en verdad nunca lo fue. Él no es un simple mortal imperfecto y cambiante como nosotros, Él no cambia de parecer (Nú. 23:19).

Nosotros podemos tener ideas imperfectas ahora, y quizá más adelante cambiemos esas ideas por otras; pero Dios no es así. Nunca hay cambios en Él. De hecho, Él mismo relaciona esto con la preservación del pueblo judío: “Porque Yo, el Señor, no cambio; por eso ustedes, oh hijos de Jacob, no han sido consumidos” (Mal. 3:6).

Dios les está diciendo: “Yo les hice una promesa, yo permanezco fiel a la promesa. Como yo no cambio, esa es la razón por la cual ustedes todavía están vivos. De lo contrario, ustedes han hecho suficiente maldad como para que los extermine. Como nunca cambio, estoy preservándolos para poder llevarlos hasta la gloria, como les prometí”.

En Hebreos 13:8 leemos que “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos”. De manera que la inmutabilidad de Dios está afirmada tanto en el Nuevo Testamento como en el Antiguo.

5. La omnipresencia de Dios.

De alguna manera que no podemos comprender, Dios llena cada pulgada del universo y puede obrar en múltiples lugares al mismo tiempo.

El infierno no se define por la ausencia de Dios, sino por la ausencia de su gracia.

De hecho, la presencia de Dios está incluso en el infierno, ya que si Dios es omnipresente, no puede haber lugar en donde Él no esté, y el infierno es parte de la creación. Así que el infierno no se define por la ausencia de Dios, sino por la ausencia de su gracia.

Él está en todas partes, como el salmista testifica:

“¿Adónde me iré de Tu Espíritu,
O adónde huiré de Tu presencia?
Si subo a los cielos, allí estás Tú;
Si en el Seol preparo mi lecho, allí Tú estás.
Si tomo las alas del alba,
Y si habito en lo más remoto del mar,
Aun allí me guiará Tu mano,
Y me tomará Tu diestra”, Salmo 139:7-10.

Cuando alguien trata de huir de Dios, está buscando lo imposible. No puedes ir a un lugar en el que no esté el Señor. Es por eso que la decisión de Jonás, de huir de Dios, fue irracional.

Adoremos a nuestro Dios

Hay mucho más para decir sobre estos atributos incomunicables de Dios y otros más (como su omnipotencia y soberanía), pero el espacio aquí no nos lo permite. Pero como conclusión, podemos afirmar que, dado lo infinito que Dios es, ninguno de sus atributos puede ser comprendido a cabalidad ni en este mundo ni en el venidero.

En la eternidad futura nuestro conocimiento será mucho mayor del que tenemos ahora, pero jamás terminaremos de entender el amor infinito de Dios, porque nosotros somos finitos y Él infinito. Así es nuestro Dios, y esto nos lleva a adorarle.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando