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Hace unos días, un ministro muy connotado escribió sobre la presencia y posterior manifestación del Anticristo en la tierra, y al leerlo me surgió esta pregunta: ¿Cuál ha de ser el ambiente religioso prevaleciente para cuando el Hombre de Pecado se manifieste? Allí mi mente se trasladó a Luc.17:20-30, y me atreví a opinar sobre el asunto. En este pasaje nuestro Salvador revela a Su pueblo las características prevalecientes previo a ese terrible movimiento religioso, que también sería la época previa al fin del mundo o al Regreso glorioso del Hijo de Dios. Las Escrituras revelan que habrá una gran semejanza entre los tiempos que vivieron Noé y Lot con esos acontecimientos. Siendo así, no debiera ser difícil determinar la aproximación de la manifestación del Anticristo, del juicio final y la Venida de nuestro Hermoso Salvador Jesús, cuando veamos que esas semejanzas estén ocurriendo.

Noé y Lot. En los días de Noé y de Lot hubo un desenfreno moral en los hombres. Para la venida de Cristo se combinarán ambos cuadros de maldad: “Como fue en los días de Noé, así será en los días del Hijo del Hombre… Asimismo como sucedió en los días de Lot… Más el día que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y los destruyó a todos” (Lc. 17:26,28-29).

Serán tiempos moralmente intolerables. Se advierte aquí que el lenguaje es de juicio, o que la pecaminosidad reinante en tiempos de Noé como de Lot fueron las causas que trajeron juicio divino sobre la tierra. De donde se infiere que el reloj que marca el castigo del cielo sobre los moradores de la tierra no es cronológico, sino moral. La inmoralidad de los hombres atraerá ruina y destrucción, de modo que sea el año 2020 o cualquier otro como fecha significa poco o nada con relación al fin del mundo. No es el paso del sol sobre el planeta o la cuenta de los días lo que mueve la justicia del Juez Creador sobre sus criaturas, sino la manera cómo moralmente vivan.

Enfocando sobre los particulares, leemos: “Porque como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Pues como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento hasta el día en que Noé entró en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mt. 24:37-39), esto es, que la humanidad no se dio cuenta o no entendió lo que Noé, pregonero de justicia, les anunciaba. Esta falta de buen juicio se debió a que, como castigo, un espíritu de estupor cayó sobre ellos.

La conducta. La indolencia espiritual de aquella época es dicha así: “Casándose y dándose en casamiento… Comían, bebían, compraban, vendían plantaban, edificaban”. Al leer el texto cualquiera pudiera extrañarle que el casarse, comer, beber y las actividades económicas sean tenidas como un pecado. Debemos decir que tales labores no son en sí mismo una maldad; el pecado consiste en dar una atención desmedida a esas cosas, de tal manera que nos hagan olvidar la condición de criaturas que deben servicio al Creador. El comer es una necesidad humana, pero cuando se pasa el límite natural es glotonería; es pecado. Es en ese sentido que estas cosas se convierten en pecado, y así lo enseña Cristo. No hubo sobriedad o dominio propio, sino un desenfreno por las cosas materiales.

En tal época los hombres fueron gobernados por sus deseos y ni siquiera por su razón. El materialismo los dominaba. Nótese el resultado de su conducta: “Asimismo como sucedió en los días de Lot, comían, bebían, compraban, vendían plantaban, edificaban… Más el día que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día el que el Hijo del Hombre se manifieste” (v29); el juicio les tomó de sorpresa. Fueron criaturas mercenarias, pues se ocuparon exclusivamente en los dones y se olvidaron del Creador de los dones. Estuvieron atentos a la mano y rehusaron considerar el rostro del Dador. De aquí se infiere que las señales antes del Regreso de Cristo serán de una abierta falta de sobriedad o moderación en el uso de las cosas creadas.

Clasificando. Nuestro Salvador agrupa las actividades donde habrá de ser más notorio esa falta de moderación, a saber son: El sexo (casándose y dándose en casamiento); el cuido del cuerpo (comían); el disfrute corporal (bebían); el negociar en busca de las necesidades materiales de esta vida (Compraban, vendían), y en la labor para transformar la naturaleza con fines del progreso socioeconómico (Plantaban y edificaban). La religión más practicada antes del fin del mundo tiene cinco aspectos básicos: sexo, cuido del cuerpo, disfrute corporal, los negocios, y el progreso socioeconómico. La humanidad se dedicará con un entusiasmo tal a esas actividades, que lo harán de manera desenfrenada: el éxito los estimulará, y como no tienen el freno del temor a Dios o las restricciones que pone la Gracia de Cristo, lo harán de manera excesiva. Pienso que la crisis inmobiliaria reciente, en América y Europa, es un caso ilustrativo de lo que sería un exceso o desenfreno en las actividades del progreso socioeconómico.

En esas cinco áreas será la devoción dominante de los tiempos del fin, previo a la manifestación del Anticristo. Como consecuencia de esto surgirá una acentuada seguridad económica y sensualidad. No olvidemos esas dos cosas: seguridad y sensualidad. Estas dos suelen ser enemigas del bien espiritual. Nuestro Salvador lo dice así: “Cuan difícil les es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas” (Mr.10:24); esto es, que la seguridad económica es una trampa mortal contra el bien del alma. Sobre la sensualidad el apóstol dice: “Su dios es su estómago; su gloria se halla en su vergüenza; y piensan solamente en lo terrenal” (Fil.3:19). Hay aquello como una religión o culto en buscar la satisfacción de los sentidos. Todas estas maldades siempre han existido sobre la tierra; la diferencia con los tiempos del fin es que será como una epidemia generalizada. Se trata, pues, de una abierta violación de la libertad que Dios ha dado a Sus criaturas. La convirtieron en libertinaje, y fueron arruinados.

En Breve. Así que, les faltó sobriedad o moderación en el sexo, en el sostén del cuerpo, en el disfrute corporal, el negocio legítimo, y en las actividades del progreso.

Cuidémonos, pues, porque  cada día el mundo se nos hace más peligroso, aun para un verdadero discípulo de Cristo. Dios ha dado dos remedios inseparables para guardarnos contra este peligro: “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mt.26:41); velamos para no ser descuidados y oramos para no ser muy confiados. El Creyente vela para descubrir la aproximación del enemigo, y ora para clamar por la ayuda contra la tentación. Estos dos remedios se ayudan mutuamente. Hay dos cosas sobre las cuales hemos de velar: la ocasión de pecar y el desorden del corazón. No te expongas al peligro, porque en ocasiones tan sólo el olor del pecado pude ser mortal. A Lot y su mujer se les prohibió mirar hacia atrás: “Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se convirtió en una columna de sal. Abraham se levantó muy de mañana, fue al lugar donde había estado delante de Jehová y miró hacia Sodoma y Gomorra” (Gn.19:26-27); Abraham podía ver hacia Sodoma, pero a ellos esa visión era ocasión de desobediencia.

Hay cosas y ocasiones que a tu hermano le será legítimo, pero a ti eso mismo pudiera ser una tentación contra el bien de tu alma. Ora siempre, en todo y para todo, que haya en ti espíritu de oración constante. No abandones la guarda divina: “Padre, no nos metas en tentación, más líbranos del mal” (Mat.6:12-14). Amén.

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