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El significado más básico de arrepentimiento consiste en alejarse del pecado. Distinguimos entre el arrepentimiento y la fe, porque ellos difieren en dirección. El arrepentimiento se dirige hacia el pecado y lo rechaza. La fe se dirige hacia Dios y cree en Cristo. Algunas veces, tanto el arrepentimiento como la fe se enumeran juntos como condiciones para la salvación (Hch 20:21; He 6:1), pero con más frecuencia la fe o el arrepentimiento son mencionados por separado (Mt 4:17; 2 Co 7:10).

El arrepentimiento y la fe son distinguibles, pero inseparables. No son dos condiciones aisladas, sino los dos aspectos de la conversión. La conversión es apartarse del pecado (arrepentimiento) y volverse a Cristo (fe). Cuando las Escrituras nombran solo el arrepentimiento o la fe como la respuesta salvífica al evangelio, el otro está implícito. El arrepentimiento a menudo se refiere a nuestro apartamiento inicial del pecado, que conduce a la salvación (Hch 11:18; 2 Ti 2:25).

El arrepentimiento continuo es una parte normal de la vida cristiana y sigue al arrepentimiento inicial. El arrepentimiento continuo es apartarse de los pecados por amor a Jesús y un deseo por la gloria de Dios. El arrepentimiento es una forma de vida que dura hasta la muerte mientras luchamos contra el pecado, soportamos la tentación y nos arrepentimos para andar correctamente. Involucra rechazar pensamientos, palabras y acciones pecaminosos repetidamente (2 Co 7:9; Ap 3:19).

La idea del arrepentimiento continuo a menudo se observa en las Escrituras sin que se utilice la palabra arrepentimiento (Ro 6:15–23; He 3:12–15; 1 Jn 1:8–10). Otra palabra que está estrechamente relacionada con el arrepentimiento es la conversión. Esta palabra habla de volverse del pecado a Cristo (Hch 20:21). Dejar el pecado es arrepentimiento y volverse a Cristo es fe. Entonces, la conversión es una forma abreviada para arrepentimiento y fe.

Las Escrituras hablan de conversiones tanto dramáticas como tranquilas. Una dramática se da cuando Cristo encontró a Pablo, también conocido como Saulo, en el camino a Damasco y lo derribó con su poder. Cuando Saulo preguntó: “¿Quién eres, Señor?” Cristo lo asombró: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (Hch 9: 5). Saulo creyó en Cristo e invocó su nombre (22:16). La conversión de Timoteo, por el contrario, fue tranquila. Su padre era un griego inconverso, pero eran cristianas su madre, Eunice, y su abuela, Loida (Hch 16:11; 2 Ti 1:5). Timoteo conoció desde la niñez la Palabra de Dios que habla de la salvación mediante la fe en Cristo, en quien había creído (2 Ti 3:14-15).

Para que haya un arrepentimiento genuino, debemos escuchar y conocer los hechos del evangelio. Pero conocer los hechos no es suficiente, porque muchos conocen la verdad, pero no la creen. Debemos aceptar el evangelio como la verdad de Dios. Pero aceptar los hechos del evangelio es insuficiente. Debemos confiar en Jesús y en su obra completa para ser salvos, uno de los propósitos principales del arrepentimiento (Hch 3:19).

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