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El Señor me llamó a salvación en 1981. Cuatro años después, fui elegido como uno de los pastores de la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo en Santo Domingo, República Dominicana. Durante 23 años me desempeñé como pastor bivocacional, ya que tenía una empresa de artes gráficas y al mismo tiempo realizaba mis labores ministeriales.

Era difícil tener que manejarme entre dos mundos que demandaban mucho tiempo y esfuerzo mental: por un lado, tenía que dirigir una empresa con los retos que eso conlleva; por otro lado, tenía que ocuparme de enseñar la Palabra y cuidar la grey de Dios.

Por eso mi corazón se identifica con los pastores que, por muchas razones, no pueden servir en el ministerio a tiempo completo. Hoy el pastor bivocacional no es inmune a la crisis económica causada por la pandemia de coronavirus. Si estás en esta situación, déjame compartir algunas palabras de aliento contigo.

Espera en el Dios soberano

Durante mucho tiempo anhelé servir en la iglesia a tiempo completo, pero las circunstancias no me lo permitían. Parecía que Dios no me abría esa puerta. Varias veces tuve la determinación de vender mi empresa para dedicarme más a la obra. Pero, cuando consulté con un pastor con más edad y experiencia ministerial, quien había vivido una situación similar a la mía, me planteó un argumento que no pude rebatir.

De las 1200 personas que asistían a nuestra iglesia, me explicó él, habían dos pastores a tiempo completo. Las 1198 personas restantes tenían los mismos compromisos laborales y las mismas dificultades en el trabajo que yo. Aunque los pastores a tiempo completo tenían madurez y conocimiento bíblico para aconsejarlos en los problemas en sus vocaciones seculares, estos hermanos se identificaban conmigo porque yo podía comprender mejor las experiencias que ellos vivían en sus trabajos. Así que empecé a ser mucho más agradecido por mi situación como pastor bivocacional.

Pero los caminos de Dios no son nuestros caminos, ni sus pensamientos nuestros pensamientos. Él tiene un tiempo para cada cosa. Y en el tiempo del Señor, cuando yo no lo esperaba, en el año 1998 me concedió vender mi empresa y entrar al ministerio a tiempo completo, pudiendo sostenerme económicamente sin ser una carga para la iglesia.

¿Qué aprendí de esto? La experiencia me enseñó a ver al Dios soberano, quien es el gobernante número uno del universo. “Él actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo, y entre los habitantes de la tierra. Nadie puede detener su mano, ni decirle: ‘¿Qué has hecho?’” (Dn. 4.35). Nadie puede frustrar sus consejos, impedir sus propósitos, ni resistir su voluntad. “Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place” (Sal. 115:3).

Mi hermano, puedes confiar en que el Señor es soberano en todos los eventos en nuestras vidas. Él es soberano al permitir que seas un pastor bivocacional. No hay nada que suceda sin que Él lo ordene o permita, o que esté más allá de su capacidad para resolverlo, incluyendo la pandemia y crisis económica actual. Por lo tanto, puedes someterte a su voluntad con gozo, cumpliendo tu ministerio cada día.

Espera en el Dios sabio

Dios es sabio y está formando a Cristo en nosotros. Él siempre sabe lo que es mejor para nuestras vidas y cual es la mejor forma de llevarlo a cabo. Como dice Romanos 11:33-36:

“¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Pues, ¿Quién ha conocido la mente del Señor? ¿O quién llegó a ser su consejero? ¿O quién le ha dado a Él primero para que se le tenga que recompensar? Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén”.

Por tanto, debemos ejercitarnos en la disciplina bíblica de esperar en Dios. Debemos hacer una resolución de corazón de creer estas verdades y aguardar en quietud el tiempo de Dios para nuestras vidas y ministerios. Necesitamos hacer nuestras las palabras del salmista:

“Señor, mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; no ando tras las grandezas, ni en cosas demasiado difíciles para mí; sino que he calmado y acallado mi alma; como un niño destetado en el regazo de su madre, como un niño destetado está mi alma dentro de mí. Espera, oh Israel, en el SEÑOR, desde ahora y para siempre”, Salmo 131.

Al mismo tiempo, debemos esperar en el Dios sabio con expectativa, con la esperanza de que en su tiempo, si es su voluntad, Él nos concederá el deseo de nuestros corazones. “Nuestra alma espera al SEÑOR; Él es nuestra ayuda y nuestro escudo; pues en Él se regocija nuestro corazón, porque en Su santo nombre hemos confiado” (Sal. 33:20-21).

Mi amado hermano, Dios nos ha dado el privilegio de servirle en el ministerio, pastoreando  su iglesia, la cual compró con su propia sangre (Hch. 20:28). Por lo tanto, seamos fieles en el lugar donde Él nos ha colocado, y cuando aparezca el Príncipe de los pastores recibiremos la corona inmarcesible de gloria (1 P. 5.4).

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