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7 principios bíblicos para ahorrar e invertir tu dinero

La mayoría de los cristianos saben que deberían ahorrar e invertir para la jubilación o la discapacidad. Pero a muchos les resulta difícil adoptar una teología práctica para administrar su dinero, especialmente cuando se trata de ahorrar e invertir para un futuro distante e incierto.

Es difícil porque hay muchas perspectivas sobre este tema. Algunos promueven una vida de negación, evitando cualquier lujo y ahorrando por el bien del reino. Otros sugieren presupuestos, evitar las deudas, y ahorrar regularmente para disfrutar de una mayor riqueza para dar y gastar más adelante en la vida. En la cultura se habla de la independencia financiera para la jubilación temprana, enfatizando la frugalidad extrema y el ahorro para poder jubilarse antes de los 40 años.

Con todos estos mensajes aparentemente inconsistentes y contradictorios, ¿cómo puedes tener una teología personal del dinero que equilibre la ortodoxia bíblica con practicidad para ahorrar e invertir para el futuro?

Aquí hay siete principios bíblicos que pueden ayudar.

1. Ahorrar para las necesidades futuras es bíblico.

Algunos cristianos no ahorran para la jubilación porque creen que es desobediencia (por lo general citan Mt. 6:19-20), o se sienten culpables por quedarse con dinero cuando otros tienen tanta necesidad. Otros creen que no es necesario porque Dios cuidará de ellos (Is. 46:4). Y a algunos les gustaría ahorrar, pero gastan todo lo que ganan (Pr. 13:18).

Te puede sorprender descubrir que el ahorro se fomenta en la Biblia. Las Escrituras aprueban ahorrar para las necesidades anticipadas y conocidas en el futuro (Gn. 41, Pr. 6:6-11; 21:5; 21:20).

Te puede sorprender descubrir que el ahorro se fomenta en la Biblia.

La Biblia enseña que es posible ahorrar sabiamente e invertir para el futuro, y al mismo tiempo ser “rico para con Dios” al “acumular tesoros en el cielo” (Lc. 12:21; Mt. 6:19-21).

2. El ahorro honra a Dios y sirve a los demás.

Sería fácil pensar en el ahorro como una actividad puramente egoísta. Que de hecho puede ser el caso, solo necesitamos leer sobre el joven rico en Lucas 12, pero no tiene que ser así.

Ahorrar honra a Dios porque es valorar razonablemente el dinero, el cual es un regalo que Él nos ha dado (Stg. 1:16-17). En lugar de gastar sin planear, con impulsividad e insensatez, el ahorro sabio demuestra la importancia de administrar nuestros dones (Lc. 12:47-48).

La correcta administración te colocará en una mejor posición para ayudar con las necesidades importantes a medida que surjan (Ef. 4:28). Puedes responder más rápido y quizá de una manera más significativa (Pr. 3:27). El ahorro también te puede permitir dejar una herencia, bendiciendo a tus herederos para que luego puedan ser una bendición para otros (Pr. 13:22).

3. Posponer las cosas es un error.

Todos tendemos a posponer las cosas. Pero si no ahorras anticipadamente perderás una de las fuerzas financieras más potentes: intereses libres de impuestos, o ganar interés sobre intereses.

La mayoría de las personas no aplazan el ahorrar porque creen que ahorrar no es importante. Más bien esperan tener más ingresos disponibles en el futuro, o tienen necesidades más apremiantes que se interponen en el camino, incluyendo pagos de deudas, salarios bajos, gastos de atención médica, o la necesidad de ahorrar para la educación de un hijo. Planean llegar a ello más adelante.

Pero incluso si las cosas cambian en el camino, el dinero ahorrado para la jubilación más tarde tiene menos tiempo para crecer (Mt. 25:27), lo que significa que tendrás que contribuir mucho más para tener la misma cantidad si comenzaras hoy.

Simplemente comienza haciendo lo que puedas y gana impulso con el tiempo.

4. La deuda es debilitante.

La Biblia no guarda silencio acerca de la deuda. Obviamente no había tarjetas Visa ni préstamos para automóviles en el tiempo de Jesús, pero el crédito y el préstamo formaban parte del panorama económico. La Biblia no prohíbe estrictamente la deuda, pero sí caracteriza la deuda como una forma de esclavitud (Pr. 22:7).

Más allá de eso, existe una correlación directa entre el exceso de gasto y la deuda excesiva con una tasa de ahorro baja. En el contexto del ahorro, la deuda tiene un costo. El dinero necesario para pagar la deuda, que se destina a los acreedores, es dinero que no se puede utilizar para nada más. Ese es el “costo de oportunidad” de la deuda. Compara un préstamo de $1,000 y el pago del 12% de interés ($120) contra el ahorro de $1,000 invirtiéndolo al 6% ($60). ¡El beneficio económico real es del 18% ($180)!

5. La inversión sabia es correcta y buena.

Invertir no es ser corredor de bolsa. No se trata de arriesgar todo lo que uno posee por un buen consejo de tu cuñado. Tal especulación equivale a apostarle a eventos futuros, y la mayoría de las veces pierdes más de lo que ganas (Pr. 28:19; 1 Ti. 6:10-20).

Invertir en realidad es recomendable si se hace sabiamente. Se trata de invertir dinero en negocios reales que emplean personas y entregan productos o servicios a los clientes. Esperamos que las compañías en las que invertimos rindan bien y proporcionen un rendimiento acorde con nuestra inversión (Pr. 31:10-31; Ec. 4:1-6).

La mayoría de nosotros haría bien en invertir en fondos indexados de bajo costo, pasivamente gestionados, mutuos y cotizados en bolsa, en lugar de acciones y bonos individuales. También debemos estar atentos a las altas comisiones y gastos (pueden ser una gran carga para las ganancias), no estar lo suficientemente diversificados (activos que se equilibren entre sí), comprar y vender en el momento equivocado (debido a la emoción), y una falta de conocimiento sobre las inversiones (no compres lo que no entiendes).

6. El ahorro puede traer tentaciones.

Podemos sentirnos tentados a ahorrar por razones equivocadas, por miedo y avaricia, o por un deseo de independencia de Dios y de los demás.

Si ahorras por miedo, entonces no estás confiando en Dios (1 Ti. 6:17). Si lo haces por codicia, has perdido el objetivo (Pr. 1:19; Mr. 8:36; Lc. 12:15). Y una vez que hayas adquirido algo de riqueza, no querrás volverte como el avaro que leemos en Eclesiastés 5:13, o el rico necio del que leemos en Lucas 12. El problema con ambos no es que ahorraron; es que se centraron solo en ellos mismos y pusieron su fe en las riquezas en lugar de Dios.

Podemos sentirnos tentados a ahorrar por razones equivocadas, por miedo y avaricia, o por un deseo de independencia de Dios y de los demás.

7. El equilibrio es clave.

Encontrar el equilibrio correcto es la clave.

Por un lado, tenemos que ahorrar algo e invertirlo sabiamente para las necesidades futuras. Por otro lado, queremos ser generosos y seguir dependiendo de Dios, reconociendo que Él es la fuente de nuestra provisión que controla el futuro.

Independientemente de lo que decidamos, debe ser desde un corazón de gratitud hacia Dios por su amable generosidad hacia nosotros, un Dios que es misericordioso, amable, y afectuoso (Sal. 107:8-9), y basado en la sabiduría bíblica que Él nos ha dado sobre este tema.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Felipe Ceballos Zúñiga.
Imagen: Lightstock.
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