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Mi carrera profesional demanda análisis, planificación constante, y múltiples reuniones, por lo que paso muchas horas sentado en mi escritorio. Y aunque esta profesión ha sido una gran bendición para mí, debo reconocer que lo más impresionante que he experimentado en la vida ha sido recibir el perdón de mis pecados por la gracia de Dios. ¡Eso es el evangelio! Y esta verdad debería permear todas las áreas de nuestra vida, incluyendo nuestro trabajo.

Así que, como cristiano y profesional que pasa el 95% de su tiempo en tareas dentro de una oficina, te invito a considerar seis maneras en que el evangelio impacta nuestra labor profesional.

1. El evangelio te hace consciente del temor a Dios

Al venir a Cristo somos invitados a tener una mente reverente. Cuando Pedro escribe su primera carta, señala: “Y si invocan como Padre a Aquél que imparcialmente juzga según la obra de cada uno, condúzcanse con temor durante el tiempo de su peregrinación” (1 Pe. 117).

En su comentario bíblico, al referirse a la palabra temor, William MacDonald explica: “Esto significa un temor respetuoso […], especialmente tener conciencia de que Aquel a quien nos dirigimos como Padre es el Mismo que juzga a Sus hijos de manera imparcial”. Y continúa aclarando: “Al darnos cuenta de la extensión de Su conocimiento y de la precisión de Su juicio, deberíamos vivir con un sano temor de desagradarle”.[1]

Nuestro trabajo debe realizarse a la sombra del Altísimo. Y la motivación para ello nos la da el mismo apóstol Pedro, cuando dice que fuimos redimidos no con oro ni plata, sino con “la sangre de Cristo” (1 Pe. 1:19). Entender la solemnidad del sacrificio de Cristo debe resultar en hacer una labor digna que corresponda con el Dios que nos ha salvado. Debe hacerse con una consciencia clara de que Dios está en todo lugar, y por lo tanto también está en nuestras oficinas.

Entender la solemnidad del sacrificio de Cristo debe resultar en hacer una labor digna.

2. El evangelio te recuerda la integridad

La integridad es un valor en extinción. Vivimos en una generación con una alta crisis de valores. Tristemente, esa crisis no es de menor impacto dentro de nuestras iglesias.

Integridad se define como cualidad de íntegro. El término íntegro se especifica como algo que no carece de ninguna de sus partes; dicho de una persona recta, intachable.[2]

En nuestras oficinas frecuentemente se prueba nuestra integridad a través de llamadas de personas que no queremos escuchar; promesas realizadas sobre trabajos que no se han podido concluir; propuestas de suplidores que prometemos evaluar; clientes que esperan respuesta de solicitudes de descuentos; reportes para el consejo que no muestran los números esperados; colaboradores que hacen solicitudes de reajustes salariales u otros beneficios, entre otros escenarios. Añade también aquellas situaciones en las que pudieras exponerte al soborno, fraude, o algún otro tipo de corrupción.

Sin embargo, estamos llamados a demostrar el evangelio por medio de nuestra integridad (Jos. 24:14). El Dr. Miguel Núñez expresa que “necesitamos enseñar la sabiduría de Dios de una forma que sea creíble. Y una de las cosas que hará ese mensaje más creíble, será si está respaldado por personas que caminan con integridad de corazón”.[3]

Te animo a que hagas de la integridad un motivo de oración. He incluido intencionalmente esta frase en mis oraciones personales, para aplicarlo a mi vida laboral: “Y no nos metas en tentación, mas líbranos de mal” (Mt. 6:13). Además, te animo a que te comprometas a ser íntegro. En el salmo 101:2, David se comprometió con Dios, declarando: “Prestaré atención al camino de integridad […]. En la integridad de mi corazón andaré dentro de mi casa”. La integridad requiere reflexión y discernimiento; requiere acción, identificación pública, y valor.[4] Dios puede ayudarnos a obtener todo eso.

Un nivel de calidad alto debe ser la insignia que distinga la labor de quien ha sido alcanzado por el evangelio.

3. El evangelio te demanda excelencia

Ciertamente ningún ser humano podrá alcanzar la perfección en este mundo. Pero recuerda que buscar la excelencia no es igual a buscar la perfección, sino más bien se trata de hacer las cosas de la mejor manera posible usando los recursos y capacidades con los que se cuenta. Un nivel de calidad alto debe ser la insignia que distinga la labor de quien ha sido alcanzado por el evangelio.

No puedo imaginar a Cristo dejando una mesa con un orificio o una esquina sin pulir adecuadamente, o mal pintada. De seguro valoró la calidad, y por lo tanto se esforzaba por ejecutar sus tareas de la mejor manera posible. No importa el oficio o profesión que hayas sido llamado a desempeñar, si profesas la fe cristiana se espera de ti un trabajo digno, de singular aprecio y estimación.

Al introducir su segunda carta, el apóstol Pedro nos apunta a la excelencia del llamado de Dios, diciendo: “Pues Su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de Aquél que nos llamó por Su gloria y excelencia” (2 Pe. 1:3). Dicha excelencia se refiere a que “Él nos llamó revelándonos las maravillas de Su Persona”.[5] Si nuestro Dios es un Dios de excelencia, entonces debemos reflejar en nuestros compromisos de trabajo la misma excelencia.

4. El evangelio te invita a la pureza sexual

Vivimos en una sociedad altamente sexualizada. Junto a ello, el materialismo arrastra el corazón de los hombres con mucha facilidad y los conduce a orientar sus vidas al “aquí y ahora”. Como tentación, la insinuación es una herramienta que se usa en ocasiones para lograr metas personales: ascensos, reajustes salariales, u otros privilegios que no forman parte de las políticas de la entidad, ni están en conformidad con la ética o la moral. Partiendo de esta realidad, el cristiano debe colocar barreras de protección, independientemente de las condiciones que enfrente.

¿Cómo se ven estas barreras en la práctica? Aquí te sugiero algunos ejemplos. Mantén las puertas del salón de reuniones abiertas, particularmente cuando estás con una persona del sexo opuesto. No concretes sesiones de trabajo con alguien del sexo opuesto a horas en las que no hay personal en las oficinas. Y algo que podríamos asumir, pero que vale la pena destacar, es no coquetear. En fin, huye de cualquier tipo o nivel de tentación emocional, sexual, o comportamientos inapropiados (1 Co. 6:18; 1 Te. 4:3; Mt. 26:41).

5. El evangelio te empuja a ser proactivo

No hay algo más valioso a los ojos de los accionistas que tener un comité ejecutivo que se adelanta a los acontecimientos; un equipo que visualice oportunamente las ventajas del negocio y prevenga los fraudes al implementar controles apropiados para salvaguardar la inversión y preservar los activos.

Se define como proactivo a un individuo que “toma activamente el control y decide qué hacer en cada momento, anticipándose a los acontecimientos”.[6] Mucho tiene que ver con la actitud de la persona. La diferencia entre alguien proactivo y alguien rezagado en su trabajo radica en su capacidad para vencer los retos personales, pero no en sus propias fuerzas sino en las de Dios. Cuando alguien es incrédulo ante la vida, carece de entusiasmo y motivación. Un cristiano, sin embargo, tiene la mayor motivación para hacer un trabajo de forma proactiva debido a que su esperanza se encuentra en el Dios que le ha salvado (1 Pe. 1:3; Ro. 5:4-5; Col. 1:5). Su vista está en los cielos (Col. 3:1-4). Sabe que lo que hace tiene trascendencia eterna.

Cuando estés realizando tu trabajo, te animo a que tengas una actitud positiva ante los retos y te antepongas a las cosas. Sé el primero en llegar y aportar. Esfuérzate por ir una milla extra. No esperes a que tu jefe te pida hacer las cosas obvias de tu trabajo. Como encargado de área, he aprendido que no hay nada mejor que una persona que le da seguimiento a las cosas, y que es proactiva. ¡Eso no tiene precio!

Antes de identificarnos como profesionales cristianos, necesitamos recordar que somos cristianos que ejercen un oficio o profesión.

6. El evangelio te hace trabajar para la gloria de Dios

Antes de identificarnos como profesionales cristianos, necesitamos recordar que somos cristianos que ejercen un oficio o profesión. Nuestra identidad no está en el título que obtuvimos en una institución académica. Somos lo que la cruz dice que somos: Hijos de Dios, individuos lavados por la sangre de Cristo, quien “nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo” (Ti. 3:5). Fuimos salvados para llevar gloria a su nombre.

El apóstol Pablo destaca que la gracia salvadora se ha manifestado a nosotros, “enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente. […] Él se dio por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para Sí un pueblo para posesión Suya, celoso de buenas obras” (Ti. 2:12-14). Por medio de una vida de piedad resaltamos el reconocimiento de nuestro Dios. A través de las cosas buenas que hacemos cumplimos el propósito por el cual fuimos alcanzados: dar gloria a Dios.

Así que cuando estés frente a tu computador realizando un análisis de datos, trabajando en un plan estratégico, evaluando una matriz de riesgos, o redactando un correo electrónico, recuerda que tu mayor propósito y tu más alto llamado es la gloria de nuestro Dios (1 Co. 10:31).

Sobre la base del evangelio confiamos en el poder del Espíritu para llevarnos a ejecutar un trabajo que sea honroso y agradable al Señor. Descansemos, confiemos, y obedezcamos.


1. Comentario bíblico William MacDonald, 1 Pedro, pp. 1036-1037.

2. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: https://dle.rae.es/?id=LqNlFID

Vivir con Integridad & Sabiduría, Dr. Miguel Núñez, p. 1.

p. 33.

5. Comentario bíblico William MacDonald, 2 Pedro, p. 1052.

6. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: https://dle.rae.es/?id=UDj79Cj


Imagen: Lightstock.
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