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No me gusta usar mascarillas. Empañan mis lentes de sol y hacen que me pique la barba. Es difícil hablar inteligiblemente a través de ellas y casi imposible ver las expresiones faciales no verbales que añaden una textura vital a la conversación. Tengo una colección cada vez mayor de mascarillas, pero ninguna de ellas me queda muy bien. No sé dónde guardarlas, y aún las de más estilo siguen siendo bastante incómodas. Las mascarillas también hacen que sea imposible olvidar la deprimente realidad de que el COVID-19 todavía existe; son un recordatorio constante de que el mundo que conocimos en febrero se ha ido desde hace tiempo.

También odio que la mascarilla se ha convertido en un símbolo político divisivo en mi país, con los enmascarados y los no enmascarados asumiendo lo peor los unos de los otros: que los portadores de mascarillas son élites cosmopolitas temerosas, o que aquellos que evitan las mascarillas son pueblerinos que odian la ciencia, prefiriendo su libertad sobre la vida de la abuela. Es tonto que se haya llegado a este punto: politizar las mascarillas. Pero no estoy sorprendido. Todo en nuestro mundo está politizado: helados, afeitadoras, Harry Potter.

Sin embargo, para los cristianos, es importante pensar primero en lo que nuestra fe nos llama a hacer con respecto al uso o no de las mascarillas. ¿Qué pasaría si nuestro punto de vista sobre las mascarillas fuera moldeado más por nuestra identidad cristiana que por nuestras opiniones?

Por mucho que no me gusta usar mascarillas, que estoy un poco de acuerdo con el escepticismo sobre ellas, y que me apenan los intentos de avergonzar a las personas para que las usen, mi fe cristiana me lleva a usar una cuando estoy en lugares públicos cerrados. Cuando miro las Escrituras, no veo un mandato sobre las mascarillas, por supuesto, pero veo una invitación a hacer al menos cuatro cosas.

1. Ama a tu prójimo (Mt. 22:39)

Me frustra que la ciencia sobre las mascarillas durante el COVID-19 haya sido inconsistente. Es enloquecedor que muchas voces, hasta la OMS, hayan cambiado de parecer en algún momento acerca del uso de mascarillas. Pero no es sorprendente. Este es un virus nuevo y una crisis en rápido movimiento. Probablemente no sabremos por años lo que estaba bien o mal en nuestros esfuerzos por detener el COVID-19. Pero el consenso que está surgiendo es que el uso de mascarillas desacelera la propagación del virus y, por lo tanto, puede salvar vidas.

¿Qué pasaría si nuestro punto de vista sobre las mascarillas fuera moldeado más por nuestra identidad cristiana que por nuestras opiniones?

Para los cristianos llamados a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, usar una mascarilla en público, particularmente en espacios interiores donde no se puede garantizar el distanciamiento social, parece una forma relativamente fácil de practicar el amor al prójimo. Aún si es molesto usarla, e incluso si no estás convencido por la ciencia detrás, ¿por qué no usar una de todos modos? Dada la persistente incertidumbre sobre la forma en que se propaga el COVID-19, ¿no deberíamos equivocarnos teniendo más medidas de protección en lugar de menos, por el bien del vecino que podríamos (aún si la posibilidad es ínfima) infectar sin saberlo?

2. Respeta a las autoridades (Ro. 13:1-7)

Es fácil culpar a los líderes estos días, y ciertamente muchos están cometiendo muchos errores. Pero mostremos gracia. El COVID-19 es solo uno de varios problemas complejos y de rápida evolución que enfrentan las autoridades en todas partes. En lugar de apresurarnos a criticar a los líderes, ¿qué pasaría si les diéramos el beneficio de la duda: honrando y respetando su autoridad y creyendo que están trabajando duro y haciendo lo mejor posible? Además, de Romanos 13, en otros pasajes (como Tit. 3:1 o 1 P. 2:13-14) parece claro que los cristianos deben respetar a los gobiernos humanos a los que están sujetos, siempre y cuando la sumisión a esos gobiernos no contradiga nuestra sumisión al señorío de Cristo y su máxima autoridad.

Cuando se trata de usar mascarillas para los cristianos, si tu ciudad o estado está exigiendo mascarillas en ciertas circunstancias en este momento (como en mi caso), ¿no deberías obedecer esas directrices? Del mismo modo, si tu iglesia instituyó una política de “uso obligatorio de mascarillas” para las reuniones físicas, ve y usa esa mascarilla felizmente, abrazando la oportunidad de practicar Hebreos 13:17. 

3. Honrar a los débiles en medio nuestro (Ro. 14)

El uso de mascarillas puede ser divisivo en las iglesias donde las mascarillas no son obligatorias. Algunas personas que asisten a la iglesia las usarán; otras no lo harán. Como es de esperar, los grupos comenzarán a asumir lo peor unos de otros: que los que evitan las mascarillas son imprudentes y se ven a sí mismos como más fuertes y valientes; y que los que usan mascarillas son cobardes y miedosos, necesitando un empujón hacia el riesgo.

En Romanos 14 y 1 Corintios 8-10, Pablo argumenta que en materia de libertad cristiana, es importante que los cristianos “más fuertes” no hagan alarde de su libertad de manera que se conviertan en obstáculos para los débiles. Cuando un hermano “más débil” que usa mascarilla entra a una reunión de la iglesia llena de hermanos “más fuertes” sin mascarilla, el usuario de la mascarilla naturalmente siente presión para quitarsela, pero esa es exactamente el tipo de herida de la conciencia débil con la cual Pablo dice que “pecan contra Cristo” (1 Co. 8:12).

4. Usa tu libertad por el bien del evangelio (1 Co. 9:19-23)

Los cristianos hoy a veces somos propensos a entender la “libertad” de una manera más moldeada por nuestra cultura que por la Biblia. Mientras Pablo, por ejemplo, parecía feliz de renunciar a su libertad por amor a los demás. 

“Porque aunque soy libre de todos, de todos me he hecho esclavo para ganar al mayor número posible” (1 Co. 9:19).

“A los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. A todos me he hecho todo, para que por todos los medios salve a algunos. Y todo lo hago por amor del evangelio, para ser partícipe de él” (1 Co. 9:22-23).

Hay un poder misional en esta postura. Pocas cosas son más hermosas de presenciar que alguien que renuncia a sus derechos y a su libertad por el bien de otro.

Pocas cosas son más hermosas de presenciar que alguien que renuncia a sus derechos y a su libertad por el bien de otro.

Hay mucho en juego para el testimonio cristiano durante el COVID-19. ¿Queremos que el mundo no creyente vea a los cristianos como imprudentes y propagadores de virus que ponen su propia libertad (reunirse en persona lo antes posible, no usar mascarillas a menos que sea absolutamente obligatorio) por encima de la salud de su comunidad en general? ¿O queremos que vean a los cristianos como “esclavos” de todos, dispuestos a renunciar a sus libertades por amor al prójimo? 

Si la pequeña molestia de usar mascarillas puede ayudar no solo a salvar vidas sino también almas, ganando más para el evangelio, ¿no valdría la pena?


Una versión de este artículo fue publicada originalmente en The Gospel Coalition. Traducido y adaptado con permiso del autor por Equipo Coalición.
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