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Nuestro Dios no puede ser domesticado. Él es más glorioso de lo que podemos imaginar. Él es infinitamente santo y amoroso. Entender esto transforma nuestras vidas.

Uno de los mejores libros que he leído sobre el carácter de Dios es Dios en el torbellino: Cómo el amor santo de Dios reorienta nuestro mundo, del teólogo David Wells. Aquí hay algunas frases que captaron mi atención a medida que lo visité recientemente. Entre paréntesis se encuentran las posiciones en la edición en Kindle del libro.


“El cristianismo… combina de manera singular el amor y la santidad porque en el carácter de Dios están, y siempre han estado bien relacionados” (674).

“El conocimiento instantáneo por parte de Internet es una cosa. Aprender a conocer a Dios es algo bastante diferente. El conocimiento de Dios es, de hecho, una búsqueda de toda una vida, no una descarga instantánea. Dios se ha dado a conocer en la Escritura, pero necesitamos aprender a andar con él a través de la vida a la luz de lo que conocemos de él”. (757).

“A pesar de ser profundo y grande el conocimiento que David tenía de Dios, el nuestro debería ser más completo e incluso más glorioso. Tenemos bases más extraordinarias, más explícitas, a las que el Espíritu Santo constantemente señala, desde las que amar a Dios y servirle con todo nuestro corazón” (1293).

“El tipo de amor que es propio de Dios viene de arriba, no de abajo. Es lo opuesto a lo que nosotros suponemos. Es contrario a la manera en que nuestra cultura nos inclina a pensar. De hecho, va en contra de nuestros más profundos instintos. Es políticamente incorrecto, dicho sea de paso” (1573).

“Debemos empezar con Dios mismo si hemos de aprender acerca de la naturaleza de su amor. Tenemos que comenzar arriba, no abajo. Hay que empezar con quién es él y no con nuestra propia sensación de quién es él y de qué queremos. Hemos de hacerlo así porque a Dios se lo conoce únicamente en la medida y de la manera en que él se nos ha dado a conocer a nosotros” (1655).

“La santidad de Dios y su amor se encuentran, siempre y en todos sitios, inseparables, porque pertenecen igualmente al mismo carácter absolutamente perfecto y glorioso” (1714).

“Nada podría ser más absurdo que la vieja insistencia del protestantismo liberal de que el Dios del Antiguo Testamento fue el Dios de la ley y el juicio, mientras que el del Nuevo Testamento es el Dios del amor y la gracia. Dios fue el Dios de amor, de bondad y de misericordia en el Antiguo Testamento incluso a la vez que es, simultáneamente, el Dios de juicio en el Nuevo Testamento” (1755).

“Debemos entrenarnos para plantear el carácter de Dios dentro el marco que él mismo nos dio, en vez de en el marco que tan a menudo empleamos para comprendernos a nosotros mismos en la actualidad” (1984).

“La santidad en Dios es todo lo que lo aparta de la creación pecadora, y es todo lo que lo eleva por encima de ella con su esplendor moral” (2011)

“Quienes han sido llamados por la gracia de Dios han sido también separados, y deben ser separados para él. Esta separación básica para Dios, efectuada por la gracia, requiere una separación ética dentro de nuestro interior. Quienes conocen a Dios deben estar separados de lo que corrompe la vida. Pero en la otra cara de esta moneda se halla la que la corresponde: quienes conocen a Dios han vislumbrado un atisbo de esplendor moral, un atisbo de la luz que permanece para siempre, pues irradia desde el mismísimo ser de Dios” (2020).

“Si no se comprende el pecado, sencillamente no podremos alcanzar una explicación a esta vida, y nos encontraremos con que simplemente contamos con terapias para ayudar a paliar los golpes, cuando lo que realmente necesitamos es redención” (2166).

“Si el mandamiento mayor es amar a Dios con todo nuestro ser, entonces venir a él en adoración es una responsabilidad central en la expresión vital de ese amor” (2219).

“La santidad de Dios… no es solo lo opuesto al mal; es la medida por la que sabemos que el mal es el mal. Lo ilumina todo, y cada cosa es revelada por Dios en su realidad” (2248).

“El furor humano a menudo está acompañado de malicia, espíritu revanchista, represalias, venganza y odio. La ira de Dios, por supuesto, está exenta de estas lacras. Es una expresión pura de su santidad” (2378).

“La perspectiva de la Escritura es que la ira de Dios resuelve dilemas morales en vez de crearlos. Los escritores bíblicos no tuvieron dificultad al declarar que Dios actuará en juicio. La dificultad estribaría en si él no actuara, pues entonces el mal habría triunfado” (2393).

“En un mundo psicológico, lo que necesitamos es terapia; en un mundo moral, un mundo de lo que está bien y lo que está mal, y de la bondad y de la maldad, lo que precisamos es redención. En un mundo psicológico, queremos estar felices. En un mundo moral, queremos ser santos. En uno, queremos sentirnos bien, pero en el otro queremos ser buenos… Dios, por tanto, está ante nosotros no como nuestro Terapeuta o nuestro botones o chico de los recados, sino como el Dios de absoluta pureza ante quien somos responsables moralmente” 2479).

“La muerte de Cristo magnificó la santidad de Dios que la requirió y el amor de Dios que la proveyó” (2558).

“Al final del tiempo, seremos capaces de mirar y ver que cualquier santidad que se haya producido en nuestras vidas, se retrotrae toda a la gracia de Dios” (3283).

“Una visión mutilada de Dios nunca será capaz de sostener la vida de santificación a la que hemos sido llamados” (3605).

“El carácter de Dios se encuentra en sus palabras, como también el nuestro en nuestras palabras” (4172).


Imagen: Lightstock.
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