Hoy es el día internacional de la mujer. Por todo el mundo se preparan manifestaciones de todo tipo para reivindicar los derechos de las mujeres y un trato igualitario entre los sexos.
Apoyo de todo corazón ese objetivo. Y quizá muchos cristianos deseen participar activamente en este día. Entiendo que la decisión de hacerlo o no es un asunto de índole personal, pero sí quisiera compartir una reflexión al respecto.
Lamentablemente, algunos de los reclamos que se promueven hoy derivan de una auténtica guerra de sexos, y del deseo de avanzar la ideología de género, pues están parasitadas o directamente impulsadas por grupos radicales de corte supuestamente feminista e igualitario. Además, hay movimientos que egoístamente pretenden sacar provecho (votos y apoyos) o generar caos y desorden social.
Hay cristianos que, debido a esto, quizá piensan que no debemos dar batalla, pues las Escrituras son claras en cuanto al rol de los hombres y las mujeres, y el papel de la Iglesia es presentar esa realidad al mundo. Estoy dispuesto a dar la razón a ese punto de vista, pero también es importante recordar que somos llamados a evangelizar a toda criatura, y la sexualidad humana y el orden natural están más vinculados al evangelio de Cristo de lo que pensamos.
Somos llamados a ser sal y luz en el mundo, así que no desaprovechemos la oportunidad que este día nos ofrece de proclamar el evangelio con poder y de forma completa. Estas son tres cosas que debemos tener en cuenta:
1. La ideología de género y la guerra de sexos están en contra del orden natural de Dios.
Dios creó al ser humano varón y hembra, y les ordenó multiplicarse mediante sus facultades sexuales inherentes. En su Palabra, Él condena todo tipo de pecado como una perversión de ese orden natural, incluyendo el abuso y la discriminación hacia las mujeres, pero también condena negar las diferencias y capacidades entre sexos. Esta perversión del orden natural solo puede revertirla Dios, individual y cósmicamente, mediante el evangelio.
La ideología de género y la guerra de sexos están en contra de la verdad y su personificación en Jesucristo, quien afirmó que el ser humano había sido creado «varón y hembra» (Mt. 19:4), y quien manifestó el mismo respeto y atención amorosa tanto a mujeres como a hombres.
2. La ideología de género y la guerra de sexos están en contra del plan redentor de Dios.
Dios prometió que mediante el varón y la hembra vendría la simiente prometida, Cristo (Gn. 3:15). Y no solo Cristo, sino también todos aquellos que habían de creer en su evangelio para salvación. Es por medio de Él que, en la salvación de las almas de los seres humanos, no hay acepción de personas, ni tampoco entre «varón ni mujer», porque todos son «uno en Cristo Jesús» (Gal. 3:28). Al ser salvas, las personas de ambos sexos se encuentran unidas a Cristo, y formamos su Iglesia, su novia.
3. La ideología de género y la guerra de sexos están en contra de la realidad mística de la unión de Cristo con su Iglesia.
Esta realidad está representada simbólica y físicamente por medio de la unión de un hombre y una mujer en el sagrado vínculo del matrimonio, teniendo cada uno roles distintos. El matrimonio contiene el evangelio.
Podríamos decir todo esto y mucho más. El hombre y la mujer fueron creados por y para gloria de Dios, y para la redención de estos en Jesucristo, quien creó a los dos y los hizo distintos de forma maravillosa y hermosa. Ambos, en sus diferencias y en sus similitudes, están creados a imagen y semejanza de Dios (Gn. 1:26), reflejando su divinidad en cada una de sus facetas. Ambos están llamados a ser uno en Cristo por medio del arrepentimiento y la fe en Él (Hch. 17: 30).
Nunca los hombres son más hombres ni las mujeres más mujeres que cuando están saturados de Cristo y su evangelio.
Por lo tanto estemos a favor de la igualdad de derechos, y en contra del abuso y la discriminación; pero hagámoslo bíblicamente, de forma completa y no sesgada: orden natural, Palabra inspirada, y evangelio de Jesucristo. Todo (mujeres y hombres también) en definitiva es, y a un grado mayor en la eternidad será, una misma cosa en Cristo, porque por medio de Él, por Él, y para Él son todas las cosas.