Pocas cosas tienen el poder de sacudir tan fuertemente nuestros corazones como el sufrimiento. Cuando enfrentamos una pérdida, una enfermedad o una temporada de incertidumbre es casi inevitable que nuestro corazón se pregunte: ¿Por qué Señor? ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? ¿Por qué de esta forma?
Lo cierto es que, en medio del dolor, solemos interpretar nuestras circunstancias como si fueran obstáculos que interrumpen la obra de Dios en nuestras vidas. Pero ¿y si no fuera así? ¿Y si el sufrimiento que estás viviendo no es un estorbo, sino parte integral del plan soberano y bueno de Dios para tu vida?
Las prisiones: ¿un plan de Dios para la vida de Pablo?
¿Puedes imaginar cómo debe haber sido para las primeras iglesias cristianas saber que el apóstol Pablo cayó preso en Roma? Él era, por lejos, el misionero más efectivo y destacado de su tiempo. Pablo visitó más de treinta ciudades y plantó alrededor de catorce iglesias, hasta que un día, en lugar de estar predicando libremente (lo que nos parecería como «el plan de Dios»), cayó preso bajo la autoridad del gobierno más poderoso del mundo.
Nuestras circunstancias, sin importar lo dolorosas que sean, no limitan ni obstaculizan el plan de Dios en nuestras vidas
Imagina por un momento las preguntas que pudieron surgir en el corazón de los creyentes de Filipos, preocupados por su situación: ¿Quién seguirá el trabajo de Pablo? ¿Cómo seremos instruidos en la doctrina si él no está? ¿Cómo es posible que Dios permita esto? ¿Es acaso una derrota para el evangelio?
Desde una perspectiva humana, parece una tragedia. Sin embargo, Pablo conforta el corazón de los hermanos, recordándoles que su sufrimiento era parte del plan del Señor. Lo que parecía una tragedia era un instrumento en las manos de un Dios soberano.
A partir de esto, quiero invitarte a considerar cómo Dios utiliza el sufrimiento en nuestras vidas también como parte de Su plan soberano.
1. Dios puede usar tus cadenas para abrir nuevas puertas
En primer lugar, Pablo comienza animando a la iglesia con estas palabras: «Quiero que sepan, hermanos, que las circunstancias en que me he visto, han redundado en un mayor progreso del evangelio» (Fil 1:12).
Lo primero que Pablo desea que entendamos es que su sufrimiento era parte del plan de Dios. Sus prisiones no eran una tragedia para el avance del evangelio, sino un medio e instrumento que Dios estaba usando para que ese avance se llevara a cabo de manera efectiva.
¿Cómo? Pablo afirma que fue gracias a su encarcelamiento que se abrió una puerta para que pudiera predicar a la guardia pretoriana (Fil 1:13). Es decir, sus prisiones abrieron nuevas oportunidades. Considera bien la ironía: lo encarcelaron para callarlo, pero Dios usó su encierro para que el mensaje llegara a un lugar que probablemente nunca habría alcanzado de otra forma.
Tu sufrimiento puede ser un instrumento para que el consuelo de Cristo pueda abundar en las personas a tu alrededor
Esto nos debe recordar que nuestras circunstancias, sin importar lo dolorosas que sean, no limitan ni obstaculizan el plan de Dios en nuestras vidas. A veces, Dios cambia nuestras circunstancias porque desea ponernos en un escenario diferente.
Si estás pasando tiempos de pruebas, pregúntate: ¿Qué nuevas puertas ha abierto Dios debido a tu sufrimiento? ¿Cómo podrían ser usadas para el avance del evangelio? Te animo a que evalúes tus circunstancias y pienses en cómo Dios quiere usar tu sufrimiento para el avance de Su reino.
2. Dios puede usar tu sufrimiento para animar a otros
En segundo lugar, Pablo les dice a los hermanos en Filipos: «La mayoría de los hermanos, confiando en el Señor por causa de mis prisiones, tienen mucho más valor para hablar la palabra de Dios sin temor» (Fil 1:14). En otras palabras, su ejemplo en medio del dolor fue un impulso para que otros fueran animados en su fe y movidos a comprometerse con el evangelismo.
Entender esto es vital para nosotros, porque cuando enfrentamos sufrimiento nuestra tendencia natural es encerrarnos en nosotros mismos, sin mirar ni pensar en quiénes están a nuestro alrededor. Sin embargo, Dios nos llama, siguiendo el ejemplo del apóstol, a salir de nuestras pequeñas burbujas y pensar en cómo nuestro sufrimiento puede ser un medio para que otros sean fortalecidos.
Cada lágrima y dolor en nuestras vidas forma parte del plan perfecto que Dios preparó desde antes de la fundación del mundo
En medio de tus luchas, considera: ¿Quién podría ser fortalecido al ver tu fidelidad en medio del sufrimiento? ¿Quién necesita escuchar sobre cómo el Señor está obrando en tiempos de dificultad? Una de las promesas más alentadoras en tiempos de sufrimiento es que el consuelo que Dios derrama en nosotros puede ser usado para que podamos «consolar a los están en cualquier aflicción, dándoles el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios» (2 Co 1:4).
Toma un momento para pensar en las personas a tu alrededor y medita en cómo tu sufrimiento puede ser un instrumento para que el consuelo de Cristo pueda abundar en sus vidas.
La pregunta no es solo “¿por qué sufrimos?”
En medio del sufrimiento todos nos preguntamos «¿Por qué?». No obstante, la fe verdaderamente madura no se queda ahí y va más lejos: «Señor, ¿para qué me estás permitiendo pasar por esto?».
Dios usa cada una de nuestras circunstancias para Sus propósitos y Su gloria (Ro 8:28). Cada lágrima y dolor en nuestras vidas forma parte del plan perfecto que Dios preparó desde antes de la fundación del mundo. Aunque a veces no entendamos por qué Dios ha traído sufrimiento en nuestra vida, sí podemos confiar en el para qué de ese dolor. En última instancia, nos llevará a ser moldeados a la imagen de Cristo y a exaltar Su nombre.
La diferencia entre una vida de angustia y una vida de gozo no es la ausencia absoluta de dolor, sino la presencia transformadora de Cristo, quien nos ayuda a ver todas nuestras circunstancias a través de los lentes del evangelio. Por esto, Pablo, en medio de su aflicción, le recuerda a esta joven iglesia de Filipos que su vida estaba segura en las manos del Dios soberano (Fil 4:19). Ellos debían tener también esa seguridad.
La diferencia entre una vida de angustia y una vida de gozo no es la ausencia absoluta de dolor, sino la presencia transformadora de Cristo
Esa es la misma confianza que debemos tener hoy. Si Cristo sufrió por nosotros, si nos redimió con Su sangre y venció la muerte, entonces nada —absolutamente nada— podrá frustrar el plan de Dios en nuestras vidas. Incluso por medio del dolor, «el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús» (Fil 1:6).
Todos atravesamos momentos de sufrimiento y tal vez esa sea tu situación hoy. Tal vez si abriste este artículo fue porque estás pasando un momento difícil y no entiendes por qué. Solo déjame animarte a hacer esta oración delante del Señor:
Padre, no quiero desperdiciar esta prueba. Ayúdame a ver lo que Tú estás haciendo en mí y a través de mí. Dame la fe para confiar en Tu soberanía y dame la valentía para testificar de lo que estás haciendo en medio de mi sufrimiento.