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«La mayor amenaza que enfrenta la iglesia hoy no es el ateísmo ni el secularismo, el cientificismo ni el legalismo, el racismo ni el nacionalismo. La mayor amenaza que enfrenta la iglesia hoy es la tecnología digital», escribe Brad East, con un argumento provocador a favor de iglesias sin pantallas.

Esta primavera se cumple el quinto aniversario del COVID-19, que obligó a iglesias de todo el mundo a cerrar sus puertas y a recurrir a servicios pregrabados o transmisiones en vivo. Pero esas concesiones temporales no tardaron en convertirse en una práctica habitual para muchas iglesias locales, lo que podría alterar para siempre el panorama eclesial.

Nada ha moldeado tanto nuestra visión de la iglesia (o eclesiología) como la tecnología, especialmente en los últimos cinco años, y debemos prestar atención a lo que está sucediendo. Antes de apresurarnos a buscar formas creativas en que la tecnología digital puede servir a la iglesia, debemos considerar con sabiduría qué es la iglesia y cómo podemos adoptar estas tecnologías con prudencia, de manera que fortalezcan —en lugar de afectar— su naturaleza y misión.

Iglesia para adictos digitales

Las iglesias deben empezar por el serio reconocimiento de que muchas tecnologías digitales fueron diseñadas específicamente para apoderarse de nuestras vidas. Las tecnologías algorítmicas, los medios que generan dopamina y la «economía de la atención» del capitalismo digital están diseñados para ser lo más irresistibles y adictivos posible. La vida digital se ha construido sobre la arquitectura de la adicción. Ese solo hecho significa que las iglesias deben proceder con cuidado.

Las bancas de nuestras iglesias están llenas de adictos digitales y, en lugar de ofrecerles ayuda, a menudo incorporamos sus adicciones a nuestros servicios de adoración

Piensa por qué tantas iglesias han adoptado la práctica de ofrecer jugo de uva en lugar de vino para la comunión. Como una cuestión de observación (dejando de lado los debates teológicos), la mayoría de las iglesias lo hacen por el bien de los alcohólicos en recuperación y de los niños. Pero las sillas de esas mismas iglesias están llenas de adictos digitales, y la mayoría ni siquiera intenta recuperarse. No hacemos adaptaciones, no ofrecemos ministerios o programas especiales y rara vez lo mencionamos desde el púlpito. En cambio, incorporamos sus adicciones a nuestros servicios de adoración.

Gracias a mensajeros de malas noticias como Jonathan Haidt y su libro La generación ansiosa, los padres y las escuelas finalmente están empezando a darse cuenta de cómo las pantallas afectan negativamente la capacidad de los niños para aprender y crecer. Pero ¿cuándo hará lo mismo la iglesia? Los cristianos optimistas respecto a la tecnología a menudo mencionan que los creyentes siempre han estado a la vanguardia del avance tecnológico, desde los códices hasta la imprenta e Internet. Pero este último avance es distinto a los demás. ¿Deberíamos preocuparnos más por quedarnos atrás del movimiento tecnológico de Silicon Valley o por proteger la salud mental de nuestra congregación?

Hacia una iglesia tecnológicamente sabia

Como he explicado en otra parte, la futura iglesia evangélica debería centrarse en integrarse plenamente en la cultura y, al mismo tiempo, crear límites más claros en torno a su comunidad. Dado que nuestra cultura es digital, la retirada total no es una opción viable, pero es urgente que tengamos una reflexión moral sobre la tecnología digital en la iglesia.

Tomando un término del excelente libro de Andy Crouch, las iglesias locales deben convertirse en familias (espirituales) tecnológicamente sabias, donde nos enfoquemos en desarrollar juntos la sabiduría y el valor. A pesar de todos sus maravillosos beneficios (que son muchos), la tecnología digital no puede formarnos en el tipo de personas que Dios nos creó para ser. Para eso, necesitamos la formación frustrantemente ineficiente y profundamente poderosa que proviene de participar juntos en la vida: hablar, escuchar, festejar, cantar, trabajar y descansar. Necesitamos reafirmar que las comunidades encarnadas importan, no solo de palabra, sino también de hecho.

Aunque los diez compromisos sobre la tecnología de Crouch se centran en el hogar, son ampliamente aplicables a comunidades más grandes, y las «tres decisiones» que los sustentan pueden ayudarnos a reflexionar detenidamente sobre la tecnología digital en la iglesia.

1. Elige el carácter

«Haz que la misión de tu [iglesia], tanto para niños como para adultos, sea el cultivar la sabiduría y el valor».

Este es un llamado a la madurez cristiana y al discipulado profundo. La iglesia tiene la comisión del evangelismo y la misión, pero es incapaz de lograrlo sin la obra preliminar del Espíritu Santo en nuestras iglesias. Muchas personas han sido evangelizadas a través de las redes sociales. Hay pastores, teólogos y apologistas que realizan un excelente trabajo en esas plataformas para defender y promover la sana doctrina en línea.

Pero si vamos a hablar del «campo misionero digital», debemos tratarlo como tal. No enviamos a nuestros hijos solos al campo misionero ni mal equipados para los peligros que enfrentarán. Oramos, entrenamos, elaboramos estrategias y somos «enviados» por una o varias iglesias locales con un propósito. Idealmente, ellas brindan apoyo y supervisión.

Los evangélicos necesitan redoblar su compromiso con el carácter: ser como Cristo antes de apresurarse a predicarlo desde la plataforma más grande posible

La promesa de tener una «plataforma» es más atractiva que nunca, y aparentemente más alcanzable. Pero los evangélicos necesitan redoblar su compromiso con el carácter: ser como Cristo antes de apresurarse a predicarlo desde la plataforma más grande posible.

2. Moldea el espacio

«Toma decisiones sobre el lugar donde vives que pongan el desarrollo del carácter y la creatividad en el corazón de tu [iglesia]».

Esto requiere una apreciación del lugar y el tiempo. Antes de las redes sociales, fueron los automóviles los que aniquilaron las convicciones cristianas fundamentales sobre la naturaleza de la iglesia. Los automóviles hicieron más difícil para los pastores el cuidado de los miembros y la práctica de la disciplina eclesiástica. Ahora puedes ir a la iglesia donde la música, los programas, la predicación o la estética sean más de tu agrado. Luego, si el pastor toma una postura política que no te gusta, o cambian demasiado la música, o estás bajo disciplina eclesiástica por cometer adulterio, simplemente puedes marcharte a otra de las innumerables iglesias que hay en cualquier lugar.

Todavía hablamos de asistir a una «iglesia local», pero hemos perdido en gran medida el sentido de la localidad. Como observó C. S. Lewis hace setenta años, los autos simplemente «aniquilan el espacio». Pero seguimos existiendo como cuerpos que ocupan un lugar en el espacio, y como los cuerpos importan, los edificios también importan.

Winston Churchill señaló agudamente una vez: «Damos forma a nuestros edificios y luego nuestros edificios nos dan forma a nosotros». Por ejemplo, los edificios de las iglesias donde la pieza central es una gran pantalla —un punto focal multipropósito para letras de canciones, presentaciones y videos promocionales— nos moldean como consumidores de cine.

En lugar de diseñar auditorios para pantallas, diséñalos para la presencia y la participación encarnadas. Por ejemplo, mi iglesia local mantiene intencionalmente las luces encendidas durante el canto congregacional para que sea más fácil mirarnos unos a otros que a cualquier otra cosa. También hemos incorporado la participación activa en el santuario al hacer que artesanos y artistas de nuestra congregación construyan nuestro púlpito, nuestra mesa de comunión y la cruz de madera que está detrás del escenario. Otras iglesias colocan cestas para teléfonos fuera del santuario como un empujón para que la gente «desconecte» sus pantallas al entrar, en lugar de desconectar sus mentes. Todas estas estrategias tienen pros y contras, pero son pasos en la dirección correcta.

3. Estructura el tiempo

«Establece ritmos en tu vida a nivel diario, semanal y anual. Estos ritmos hacen posible que conozcas a tu [iglesia], a Dios y a tu mundo de maneras más profundas».

Así como los autos aniquilaron el espacio, la tecnología digital aniquiló el tiempo. Casi la mitad de los adolescentes dicen que están en línea «casi constantemente», mientras que el resto se conecta de forma habitual a lo largo del día.

No es coincidencia que la «nueva ola del evangelicalismo» —la formación espiritual— esté sucediendo ahora. La creciente popularidad de una regla de vida es el resultado de una iglesia evangélica que desea desesperadamente saber cómo habitar el tiempo, no solo a pesar de la era digital, sino precisamente por ella. He sido un poco crítico de la visión de formación espiritual de John Mark Comer, no porque no pueda encajar en un marco eclesial, sino porque puede y debe hacerlo, y eso es lo que los jóvenes cristianos buscan, ya sea que se den cuenta o no.

La tecnología solo es permisible en la medida en que ayude a las iglesias locales a florecer como iglesias: no como empresas o cibercafés, sino como la novia de Cristo

Una forma práctica de hacerlo es seguir anualmente alguna versión del calendario litúrgico. En lugar de organizar el calendario de predicación en torno a tendencias culturales, políticas o terapéuticas, puedes organizarlo en torno a la vida de Cristo. Una iglesia puede practicar semanalmente el día de reposo y el banquete en la Mesa del Señor, junto con ritmos regulares de vida en común durante la semana. Incluso a nivel de ritmos diarios, podemos entrelazar nuestras vidas con la iglesia local; por ejemplo, adoptando un plan de lectura bíblica comunitario o simplemente acordando como iglesia buscar al Señor a través de la Escritura y la oración antes de recurrir a nuestros teléfonos por la mañana.

Resistencia digital

Necesitamos la colaboración de todos para pensar de forma creativa sobre la resistencia digital en el siglo XXI. Ninguno de nosotros tiene todas las respuestas.

Los mejores argumentos a favor de las iglesias sin pantallas afirman la bondad de la creación y la capacidad de los cristianos para redimir la tecnología. Sin embargo, descentralizan estratégicamente los medios digitales de los servicios de adoración, no con un espíritu cascarrabias o temeroso, sino con el deseo de que la iglesia experimente la plenitud de la comunidad, la presencia encarnada y la trascendencia de Dios.

Los mejores argumentos a favor del ministerio digital usan la tecnología para mejorar, no para reemplazar. Son iglesias que utilizan un sitio web actualizado con frecuencia, estéticamente agradable, atractivo e informativo para atraer a las personas a la iglesia local. Usan podcasts, videos de formato corto y largo, y artículos para equipar a los santos y alcanzar a los pecadores, como una extensión del ministerio de la iglesia encarnada. Quizás usan pantallas digitales para la adoración congregacional, códigos QR para la planificación de eventos y portales de registro para hacer un seguimiento de los niños, facilitando así las conexiones en persona de la iglesia en lugar de desconectar a la gente de la comunidad encarnada.

Al pensar en cómo usamos la tecnología digital en nuestras iglesias, debemos tener claro que algunos usos son anti-iglesia, ya que van directamente en contra de la naturaleza y el propósito del cuerpo de Cristo. Otros son para-iglesia, y sirven de apoyo a la misión de la iglesia. Pero ningún medio digital puede ser una iglesia en sí mismo. La tecnología solo es permisible en la medida en que ayude a las iglesias locales a florecer como iglesias: no como organizaciones cristianas sin fines de lucro, empresas o cibercafés, sino como la novia de Cristo, el lugar donde el cielo se encuentra con la tierra, columna y baluarte de la verdad.

Así como la iglesia es columna y baluarte de la verdad, la tecnología debe ser un marco de apoyo y un andamiaje, no una bola de demolición o un equipo de remodelación.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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