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Spurgeon: Del sufrimiento al cuidado de almas

De los numerosos apodos acertadamente atribuidos a Charles Hadden Spurgeon, quizás la descripción más incisiva y completa sería el título de su conocida obra El ganador de almas.

«Preferiría ser el medio para salvar un alma de la muerte que ser el orador más grande de la tierra», dijo Spurgeon.[1] «Ganar almas es el principal negocio del ministro cristiano… la principal búsqueda de todo creyente verdadero».[2]

Spurgeon no solo predicó constantemente desde esta convicción, sino que también modeló el ganar almas en su vida personal y en el liderazgo del Tabernáculo Metropolitano. Un historiador informa que durante los 38 años del pastorado de Spurgeon, 14 692 personas fueron bautizadas y se unieron al Tabernáculo Metropolitano.[3] Para Spurgeon, esa asombrosa cifra no era una mera estadística, sino almas para discipular.[4]

«No consideramos que el ganar almas se logre inscribiendo apresuradamente más nombres en la lista de nuestra iglesia, con el fin de mostrar un buen aumento al final del año», dijo Spurgeon. «Parte de nuestro trabajo es enseñarles a observar todas las cosas que Cristo les ha mandado».[5]

Ganar almas es cuidar almas

A diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, Spurgeon tenía una visión integral del ganar almas: no se limitaba a la conversión, sino que abarcaba el proceso de formar a los nuevos creyentes como discípulos dentro de la iglesia local. En una ocasión, Spurgeon dijo:

Las labores cristianas, desconectadas de la iglesia, son como sembrar y cosechar sin tener ningún granero donde almacenar los frutos de la cosecha; son útiles, pero incompletas… Podemos regocijarnos en los nuevos convertidos, pero sin la membresía en la iglesia local, esos conversos permanecen ocultos, sin discipular y en desobediencia a los mandamientos de Cristo.[6]

La investigación reciente de Geoff Chang muestra que, en medio de todos los estudios acerca de Spurgeon, su eclesiología aún no ha sido examinada en profundidad. Sin duda, las convicciones bíblicas de Spurgeon sobre la iglesia hicieron de su ministerio de ganar almas un ministerio sólido y completo de cuidado de almas, pero también lo hizo su propio sufrimiento personal.

Las luchas del alma de Spurgeon

Mucho antes de que existiera el movimiento moderno de consejería bíblica, Spurgeon estaba interesado en el ministerio del cuidado de almas. Estaba profundamente familiarizado con el sufrimiento y bien familiarizado con la gracia de Dios para los que sufren.

Los expertos han documentado las numerosas pruebas que enfrentó Spurgeon: dolencias físicas como viruela, gota, reumatismo, obesidad y una aguda inflamación renal conocida como enfermedad de Bright; además, padecía enfermedades mentales como depresión severa y ansiedad, y una constante lucha espiritual que incluía calumnias, el peso de la predicación y pensamientos suicidas. Un psiquiatra señaló que, de vivir en nuestros días, a Spurgeon se le diagnosticaría trastorno bipolar y se le trataría con medicamentos.[7]

Las circunstancias difíciles de Spurgeon lo moldearon en un modelo ejemplar de sufrimiento, lo que dirigió su compromiso con el cuidado de las almas.

El trauma de Spurgeon

Una desgracia significativa ocurrió al principio de su pastorado, en la noche del 19 de octubre de 1856. Durante un sermón en Surrey Hall, unos bromistas maliciosos gritaron falsamente sobre un incendio. Entre las miles de personas reunidas se produjo el pánico. Siete personas murieron y veintiocho resultaron gravemente heridas.

Spurgeon, con apenas veintidós años y recién casado, fue retirado del púlpito en estado de shock y depresión, probablemente exacerbados por el reciente nacimiento de sus gemelos y las tensiones de mudarse a una nueva casa. «Aquella tragedia absurda y las acusaciones públicas de la prensa casi quebrantaron la mente de Charles», comentó un autor, «dejando una profunda huella en él, no solo en aquel momento, sino también con efectos duraderos».[8]

En sus sermones, Spurgeon expresaba con frecuencia su estado: «No me encuentro en condiciones de predicarles esta noche. Me siento muy mal, abatido y profundamente deprimido».[9]

La idea suicida de Spurgeon

La lucha de Spurgeon contra la depresión y la ansiedad fue tan intensa y persistente que llegó a expresar su deseo de morir en sus escritos a la congregación. En términos actuales, Spurgeon contempló el suicidio. Su dolor era tan profundo que a menudo recurría al lenguaje bíblico para expresar sus deseos suicidas. En una ocasión, predicó: «También yo podría decir con Job: “Mi alma prefiere la asfixia a la vida”… Con mucha facilidad me habría quitado la vida para escapar de mi miseria».[10]

En otro sermón, refiriéndose a la oración de Elías pidiendo la muerte en 1 Reyes 19:4, Spurgeon dijo de sí mismo: «Conozco a alguien que, en la amargura de su alma, a menudo ha orado así».[11] En un sermón sobre el Salmo 88, comentó: «Peor que la muerte física proyecte su sombra sobre nosotros… La muerte sería un alivio para aquellos cuyo espíritu abatido convierte su existencia en una muerte en vida».[12]

A pesar de lo profundo de su sufrimiento, el Señor lo usó. Spurgeon pudo identificarse con el dolor ajeno a través de su predicación, enseñanza y escritos, dirigiendo a otros hacia Dios. Como él mismo dijo: «Descendería a las profundidades cien veces para animar a un espíritu abatido. El sufrimiento ha sido beneficioso para mí, pues ahora sé cómo dar aliento al que está cansado».

Zack Eswine escribió:

El hecho de que un pastor tan prominente como Spurgeon luchara contra la depresión y hablara abiertamente de ello nos invita a conectar con él como compañero de sufrimiento. Al ver cómo este pastor y predicador batallaba con la fe y la duda, el sufrimiento y la esperanza, encontramos un compañero de viaje. En su historia podemos hallar la nuestra. Lo que descubrió de Jesús en la oscuridad puede iluminar nuestra propia oscuridad.[13]

El cuidado de almas basado en la autoridad, suficiencia y relevancia de la Palabra

Spurgeon discipuló a su congregación en la adversidad, enfatizando la autoridad, suficiencia y relevancia de las Escrituras. Para él, «La Biblia era la principal autoridad para ayudar a las almas en aflicción», pues «consideraba las Escrituras más que suficientes para abordar toda condición o problema humano fundamental».[14] A sus oyentes los desafió con estas palabras:

Amado hermano, ¿eres estudioso de la Biblia? ¿Te esfuerzas por comprender las verdades profundas de Dios? ¿Reconoces que aún te falta mucho por aprender? ¿Te asombran los grandes misterios? ¿Te sientes abrumado por tu propia ignorancia? ¿Has llegado a esas profundidades donde es imposible ver el fondo? Bien, aunque te sientas débil en tu estudio de las Escrituras, ¡no te rindas! Sumérgete en la Palabra de Dios: examínala de principio a fin, estúdiala, medítala, entrégate por completo a ella, busca conocer todo lo que Dios ha revelado, porque lo que ha sido revelado, por muy misterioso que sea, te pertenece.

A través de esta Palabra autoritativa, suficiente y relevante, Spurgeon enseñó a su iglesia:

Dios [no] prometió darnos nuestros deseos de riquezas, salud, inmunidad ante las pruebas, el dolor o la muerte en esta vida. Lo que sí prometió es acompañarnos, llorar con nosotros, celebrar con nosotros, ayudarnos, fortalecernos, no abandonarnos y superar junto a nosotros cualquier mal y adversidad. Su amor, sus propósitos y Su bondad son eternos, y ninguna fuerza maligna podrá vencerlos jamás.[15]

Así era la confianza de Spurgeon en las Sagradas Escrituras para los santos sufrientes.

El cuidado de almas basado en una sana teología

Asimismo, Spurgeon cuidó de sus miembros arraigándolos en una teología sólida. Como advirtió: «Aquellos que desechan la doctrina cristiana, sean o no conscientes de ello, se convierten en los peores enemigos de la vida cristiana… [pues] la ortodoxia es el combustible de la piedad».[16]

Spurgeon enfatizaba la doctrina de la soberanía de Dios, afirmando que Dios tiene un propósito en nuestros sufrimientos y que estos, en última instancia, son para nuestro bien. Animaba a los creyentes afligidos con esta radiante esperanza:

Esta depresión me sobreviene cuando el Señor está a punto de otorgar una mayor bendición a mi ministerio; la oscuridad precede a la luz y la nube es negra antes de que se quiebre y la sombra ceda su diluvio de misericordia sobre mí. La depresión se ha convertido para mí en un mensajero de ásperas vestiduras, como Juan el Bautista, anunciando la proximidad de la abundante bendición de mi Señor. Otros hombres más grandes han experimentado lo mismo. La purificación del vaso lo prepara para ser usado por el Maestro. La inmersión en el sufrimiento ha precedido al bautismo del Espíritu Santo. El ayuno estimula el apetito para el banquete… El desierto es el camino a Canaán. El valle profundo conduce a la cima de la montaña. La derrota prepara para la victoria. El cuervo es enviado antes que la paloma. La noche más oscura anuncia el amanecer. Los marineros descienden a las profundidades, pero la siguiente ola los eleva hasta el cielo; su alma se derrite en la angustia antes de llegar a su refugio deseado.[17]

De esta forma, Spurgeon guiaba a sus oyentes para entender el sufrimiento como el medio soberano de Dios para santificarnos.

El cuidado de almas centrado en Cristo y Su evangelio

De todos los métodos que empleó Spurgeon para cuidar de las muchas almas en el Tabernáculo Metropolitano, la predicación y la enseñanza centradas en Cristo fueron los más importantes. Spurgeon instaba a sus discípulos e inspiró a generaciones con este lema: «Prediquen a Cristo, y a Cristo, y a Cristo, y a Cristo, y nada más que a Cristo». Nadie modeló este compromiso mejor que Spurgeon mismo, incluso en medio de sus propios sufrimientos. Recordaba a su congregación que, en los momentos de mayor dolor, «la compasión de Jesús es lo más precioso después de Su sacrificio»,[18] pues en Cristo, los creyentes ¡reciben ambas bendiciones!

Spurgeon solía consolar a su congregación recordándoles que Jesús fue el Varón de dolores, «¡Jesús es sensible, no a su fortaleza, sino a su debilidad! Así como una madre siente la fragilidad de su bebé, así Jesús se compadece de los más pobres, afligidos y débiles de Sus escogidos».[19] Por ello, Spurgeon exhortaba: «Tengan fe en la Palabra de Dios, fe en la presencia del Espíritu Santo, fe en el Salvador reinante, fe en el cumplimiento de los propósitos eternos y, así, estarán llenos de confianza, cuál ejército enarbolando sus banderas».[20]

El cuidado de almas arraigado en la vida de la iglesia

Finalmente, Spurgeon se preocupó por el bienestar espiritual de sus miembros al arraigarlos en una membresía activa en la iglesia. Como él enseñaba:

La iglesia no es una mera reunión de personas inconversas que se unen para defender ciertas ideas. ¡Esa clase de grupo sería un club, no una iglesia! Para formar una iglesia, deben reunirse personas transformadas, en el nombre de Jesús, mediante el poder del Espíritu Santo, con el propósito que Dios ha establecido y en unión con la manera que Él ha dispuesto.[21]

Spurgeon creía que la membresía en una iglesia regenerada era el medio habitual de gracia para la mejor evangelización y el discipulado, desde la conversión hasta el cuidado pastoral. Como dijo: «¿Qué es una iglesia? Es una asamblea, y una iglesia cristiana es una asamblea de hombres fieles, es decir, hombres que conocen la Verdad de Dios, creen en ella, la proclaman sin temor y se aferran a ella».[22]

Geoff Chang identificó dos estrategias clave que Spurgeon empleó para guiar a su iglesia, con más de cinco mil miembros, hacia una membresía activa:

  • Proteger la puerta de entrada. Es decir, Spurgeon implementó un riguroso proceso de membresía que incluía entrevistas con los ancianos y con el pastor, una presentación ante la congregación, la asignación de un mensajero, una investigación del mensajero, una entrevista con la congregación y una votación.[23]
  • Prestar mucha atención a los registros de membresía.

Mucho más se podría decir de cómo Spurgeon dirigió su iglesia hacia un ministerio de cuidado y alcance holístico de las almas, pero el punto es claro: Spurgeon estuvo comprometido con el cuidado de las almas a través de la iglesia local.


Publicado originalmente en 9Marks. Traducido por Eduardo Fergusson.

1. Charles H. Spurgeon, C. H. Spurgeon Autobiography: The Early Years [Autobiografía de C.H. Spurgeon: Los primeros años], Vol. 1 (Carlisle, 1962), p. 197.
2. Charles H. Spurgeon, The Soul-Winner: Advice on Effective Evangelism [El ganador de almas: Consejos sobre el evangelismo eficaz] (Fearn: Christian Focus Publications, 1992), p. 5.
3. Eric Hayden, Highlights in the Life of C. H. Spurgeon [Momentos destacados en la vida de C. H. Spurgeon] (Pasadena, TX: Pilgrim Publications, 1990), p. 69.
4. Spurgeon, The Soul-Winner, pp. 6-7.
5. Ibíd.
6. Thomas Kidd, «Charles Spurgeon the Pastor» [Charles Spurgeon el pastor], The Gospel Coalition, 10 de enero de 2023.
7. Ray Rhodes Jr., Susie: The Life and Legacy of Susannah Spurgeon, Wife of Charles H. Spurgeon [Susie: La vida y el legado de Susannah Spurgeon, esposa de Charles H. Spurgeon] (Moody Publishers, 2021), p. 124.
8. Ibíd.
9. Charles Spurgeon, Sword and Trowel 1869 [Espada y llana 1869] (Ages Digital Library, 1998), 9.
10. Charles Spurgeon, «The Shank-Bone Sermon; Or True Believers and their Helpers» [El sermón del hueso de la pierna; o los verdaderos creyentes y sus ayudantes], MTP 36: 252.
11. Charles Spurgeon, «Elijah Fainting» [Elías desmayándose], MTP 47: 273.
12. Charles Spurgeon, «Psalm 88» en Treasury of David.
13. Ibíd.
14. David Powlison, ed. «Must Reads on Counseling in the Church» [Lecturas imprescindibles sobre la consejería en la iglesia], en The Journal of Biblical Counseling (Glenside: Christian Counseling and Education Foundation, 2016), Edición de Kindle.
15. Eswine, Spurgeon’s Sorrows [Las aflicciones de Spurgeon], p. 103.
16. Charles H. Spurgeon, A Marvelous Ministry [Un ministerio maravilloso], p. 128.
17. Spurgeon, «The Minister’s Fainting Fits» [Los desmayos del ministro], p. 8.
18. Spurgeon, «Man of Sorrows» [Varón de dolores], MTP 19: 124.
19. Spurgeon, «Tenderness of Jesus» [La ternura de Jesús], MTP 36:  315, 320
20. Ibíd.
21. Ibíd.
22. Charles H. Spurgeon, «What the Church Should Be» [Lo que la iglesia debería ser], MTP 24: 541-532
23. Geoff Chang, «‘A Hedging and Fencing’: How Charles Spurgeon Promoted Meaningful Membership» [“Una protección y un vallado”: cómo Charles Spurgeon promovió una membresía significativa], 9Marks, s.f.
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