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El francotirador: Disparos al alma humana

Más de Lenin Almonte Ramos

Desde que conocí a Clint Eastwood quedé cautivado por su manera de contar historias. Películas en el viejo oeste que retratan realidades que van más allá de cantinas, caballos y pistolas. Films de boxeo donde los guantes y el cuadrilátero no son más que excusas planificadas para dialogar con el espectador, para golpear nuestras conciencias con preguntas tanto serias como difíciles de responder.

El francotirador (traducción de “American Sniper”, su título original) es una película que cava en las profundidades de la complicada —aunque aparentemente simple— vida del exsoldado Chris Kyle, personificado magistralmente por Bradley Cooper. Kyle pasa de ser un vaquero texano normal a enlistarse para ir a Irak, convirtiéndose en la leyenda viviente del comando de los SEALs de la Marina en cuatro misiones que representaron más de mil días en batalla, con más de ciento sesenta muertes producto de sus disparos.

Una estatura de leyendas

El más grande francotirador en la historia de los Estados Unidos. Esa es su carta de presentación. Sus logros en el campo de batalla resultan en fama y lauros. Pero su vida experimenta una tensión recurrente. Mientras su carrera militar es una cosecha de reconocimientos, su vida como hijo, como hermano, como esposo y como padre es una guerra incesante. La difícil realidad de quien tiene que dejar atrás constantemente los suyos para responder a una encomienda que demanda todo.

American Sniper: The Autobiography of the Most Lethal Sniper in U.S. Military History

American Sniper: The Autobiography of the Most Lethal Sniper in U.S. Military History

William Morrow Paperbacks. 416 pp.
William Morrow Paperbacks. 416 pp.

En una escena que se sitúa en el último cuarto del largometraje, un veterano de guerra ya retirado agradece a Kyle por haberle salvado la vida en el pasado, haciendo posible su retorno a su familia. El episodio llama poderosamente la atención porque concluye con las palabras del agradecido hombre al hijo del paladín norteamericano: “Tu padre es un héroe”. A diferencia de su propio caso, Kyle logra devolver a sus compañeros con sus familias, a costa de un sacrificio que le demanda ausentarse de la suya. Su hijo escucha cómo otros se refieren a su padre. Su papá es un héroe para todos, pero, ¿entiende el niño la complejidad de las circunstancias que le rodean?

Lo que se ve y lo que no se ve

Al igual que en El francotirador, quedamos impactados al contemplar los logros propios y ajenos, mientras ignoramos con una destreza pasmosa la realidad que se esconde detrás de las vidas que nos rodean. El empresario, el médico, el abogado o simplemente el vecino que nos rodea es mucho más que eso que vemos. Detrás de la visible cortina yace la persona y sus necesidades.

La guerra va a terminar

Vivimos en un mundo atestado de incontables batallas. Y cada una de esas batallas pueden drenar nuestras almas, y destruir nuestra fe e identidad. Ciertamente, las batallas físicas y emocionales de Chris Kyle presentadas en la pantalla grande pueden servirnos en calidad de una metáfora de las diferentes luchas, aunque en diferentes contextos, que todos enfrentamos a diario. Tensiones y realidades que nos empujan a buscar un auto-rescate por medio de nuestras propias obras. Abstraernos en los deberes y responsabilidades (aún ministeriales), no nos devolverá la paz perdida, ni resolverá los conflictos existenciales más profundos. Es por eso que debemos recordarnos una y otra vez que nuestra identidad, paz y nuestra salvación yace fuera de nosotros: no están en las montañas que podamos trepar, se encuentran en aquel que murió en el monte calvario.

Abrir nuestra ventana y mirar al mundo puede ser desesperanzador para cualquiera. El francotirador nos da una muestra de la realidad bélica que nos rodea, arrastrándonos a escenarios donde nuestros corazones añoran con todas sus fuerzas que sean simples pesadillas.

Nuestro mundo, producto de la entrada del pecado a merced de nuestra voluntad, es poco más que una caricatura de lo que debió ser. Sin embargo, así como cuando miramos de frente al sol este nos empuja a cambiar el ángulo de nuestras miradas, así el mirar los oscuros escenarios del mundo actual debe ser un incentivo para que veamos las promesas gloriosas de nuestro Dios con respecto a nuestro futuro.

Gracias a la obra de Cristo y no a nuestras propias obras podemos mirar hacia el futuro con una sonrisa, y podemos escuchar la dulce voz del Dios que nunca abandona a los que vienen a Él arrepentidos.

“No habrá más allí niño que viva pocos días,
ni anciano que no complete sus días;
porque el joven morirá a los cien años,
y el que no alcance los cien años
será considerado maldito.

Construirán casas y las habitarán,
plantarán también viñas y comerán su fruto.

No edificarán para que otro habite,
ni plantarán para que otro coma;
porque como los días de un árbol, así serán los días de mi pueblo,
y mis escogidos disfrutarán de la obra de sus manos.

No trabajarán en vano,
ni darán a luz para desgracia,
porque son la simiente de los benditos del Señor,
ellos, y sus vástagos con ellos.

Y sucederá que antes que ellos clamen, yo responderé; aún estarán hablando, y yo habré oído. 25 El lobo y el cordero pacerán juntos, y el león, como el buey, comerá paja, y para la serpiente el polvo será su alimento. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte —dice el Señor.” (Isaías 65:21-25).

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