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Las ideas tienen consecuencias. Desde los inicios de la filosofía occidental, hemos sido testigos de lo bueno, lo malo y lo feo de este axioma. Desde la influencia de John Locke sobre los fundadores de Estados Unidos, a los desastrosos resultados de la influencia de Karl Marx en la Rusia comunista y Friedrich Nietzsche en la Alemania de Hitler, difícilmente se puede decir que las ideas no tienen consecuencias. Sin embargo, no solo las ideas tienen consecuencias, sino también la exégesis.

El peligro de la interpretación errónea de las Escrituras no es nuevo en nuestro tiempo. El apóstol Pablo instruyó al joven Timoteo, “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15). Hay una manera correcta y una manera incorrecta de manejar la Palabra de Dios. Por desgracia, nuestra época sigue estando plagada de aquellos que pueden estar avergonzados por haber manejado mal la Palabra de la Verdad.

Tomemos por ejemplo Marcos 16:17-18:

Y estas señales acompañarán a los que han creído: en Mi nombre echarán fuera demonios, hablarán en nuevas lenguas; tomarán serpientes en las manos, y aunque beban algo mortífero, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán las manos, y se pondrán bien.

Aunque la autenticidad de este pasaje es debatida, algunos han tomado estas palabras y las han utilizado para justificar la práctica de literalmente manipular serpientes mortales en medio de la congregación como una demostración de fidelidad. Trágicamente, como resultado muchos han muerto a causa de las mordidas de serpientes. La exégesis tiene consecuencias.

Consideremos otro conocido texto de las Escrituras que cuando ha sido manejado y aplicado erróneamente también ha conducido a resultados trágicos, Santiago 5:14-15:

¿Está alguien entre ustedes enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al que está enfermo, y el Señor lo levantará. Que llame a los ancianos de la iglesia y que ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe restaurará al enfermo, y el Señor lo levantará. Si ha cometido pecados le serán perdonados.

El estímulo de llamar a los ancianos a orar por los enfermos ha llevado a algunos a malinterpretar a Santiago y prohibir el uso de médicos o prácticas medicinales. Por desgracia, he conocido familias que han perdido seres queridos innecesariamente a causa de enfermedades que eran fácilmente curables si hubieran contado con la ayuda de un médico o usado prácticas médicas comprobadas. Tristemente, interpretar y aplicar erróneamente este texto los llevó a creer que pedir ese tipo de ayuda sería ser desobedientes a Dios. Una vez más, la exégesis tiene consecuencias.

Mientras que malinterpretar las Escrituras puede prolongar innecesariamente una enfermedad e incluso resultar en la muerte física, el mayor peligro está en lo que puede hacer al alma. A través de una exégesis equivocada, la gente puede y ha sido conducida a la muerte eterna.

Hace unos años, un pastor popular determinó que Dios le había dado la revelación de que la Biblia enseña que Jesús murió para redimir a todos los seres humanos, sin excepción. Este pastor comenzó a enseñar el universalismo, una herejía que afirma que ninguna persona jamás se perderá por la eternidad, ya sea si se arrepienten en esta vida o no. Armado con esta idea, se fue a las Escrituras y comenzó a re-interpretar, re-exponer, y volver a aplicar muchos de los textos que había enseñado previamente. Por ejemplo, 1 Timoteo 4:10 dice: “Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los creyentes”. De este pasaje, el pastor sugirió que el plan de Dios es salvar a todos los seres humanos y no solo los que creen en Él.

En una entrevista, cuando se le preguntó acerca de aquellos que voluntariamente pecan, rechazan a Cristo, y mueren sin haberse arrepentido, el pastor citó a Filipenses 2:10-11, “Para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”. A través de interpretaciones y aplicaciones erróneas, este pastor sugirió que Pablo enseña que todo el mundo va a reconocer y aceptar a Jesús, ya sea antes o después de su muerte. Él declaró: “Incluso en el más allá algunos tendrán la revelación de Jesús y serán inspirados por el Espíritu Santo a confesar Su señorío”.

Está de más decir que las consecuencias de esta interpretación y aplicación son abrumadoras. No solo es que la predicación del evangelio es robada de su efecto, sino que también el sufrimiento que los Apóstoles y la Iglesia han soportado por predicar el evangelio se reduce a algo hecho en vano (Gal. 3:4). No existe idea más peligrosa y perjudicial que la idea de que los hombres y las mujeres no necesitan escuchar el evangelio, arrepentirse del pecado y creer en Cristo para ser salvos. La exégesis tiene consecuencias. Algunas exégesis tienen consecuencias eternas desastrosas.

Sin embargo, así como una exégesis mala tiene consecuencias eternas de condenación, una exégesis fiel tiene consecuencias eternamente gratificantes. 2 Timoteo 2:15 nos anima al decir que los que manejan bien la Palabra de Verdad no tienen de qué avergonzarse ante Dios. Ellos no se van a avergonzar al presentar su trabajo a Dios.

Por lo tanto, si somos fieles, entonces nosotros, como Pablo, tratamos de manejar la Palabra de Dios no de manera falsa, sino con integridad y responsabilidad ante Dios y todos los que escuchan (2 Cor. 4:2). No debemos ser adúlteros o corruptores de la Palabra de Dios (2 Cor. 2:17). Más bien, nosotros predicamos a Cristo y la fe en Él. Debemos recordar que nuestra exégesis tiene consecuencias.


Publicado originalmente en Ligonier. Traducido por Markos Fehr.
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