Cornelia Hernández: Para cultivar tu matrimonio necesitas evaluar tu corazón y las razones por las cuales te casaste. Si te casaste para glorificar a Dios y para agradar a Dios, entonces necesitas evaluar si estás buscando en tu matrimonio tu propia satisfacción, o si estás buscando glorificar a Dios en él. Glorificar a Dios en tu matrimonio es lo que permite que tu matrimonio florezca.
En Filipenses 2 dice: “No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo”. El matrimonio es un lugar de rendición y de entrega, y en la medida que nos entreguemos podemos sentirnos satisfechas en el Señor. Así que una manera de cultivar el matrimonio es revisando la motivación por la que te casaste y evaluar si estás llenando de manera práctica las necesidades de tu esposo en el matrimonio y no las tuyas.
La mejor manera de saberlo es preguntándole a tu esposo. Él sabe lo que él necesita y a veces nosotras pecamos en creer que sabemos lo que nuestros esposos necesitan. Comenzamos a hacer cosas que creemos quedarán bien y que nos van a dar las gracias, pero en respuesta no se sienten cómodos. Entonces lo ideal es que yo pueda preguntarle cómo puedo llenar sus necesidades, ya que fui hecha para ser su ayuda idónea, para llenar sus necesidades, y para que el propósito de Dios se cumpla en su vida.
Patricia Namnún: Un consejo que también quisiéramos que tengas en cuenta es que el propósito de matrimonio no es principalmente ser felices. Eso es parte del matrimonio, y está allí, pero tu matrimonio es para que tú sirvas a tu esposo. Tú estás llamada a servirle a él, tú estás llamada a mirarlo a él como superior a ti mismo, buscar llenar sus necesidades, y ponerte a ti misma a un lado por atenderlo a él, por complacerlo a él, y por cuidar de él. Este es el ejemplo que nosotras encontramos en nuestro Señor Jesucristo, quien no escatimó lo que Él era por amarnos a nosotros y servirnos, y este ejemplo debemos tenerlo presente como esposas.
También debes tener en cuenta que es esencial para tu matrimonio cuidar tu relación con el Señor, tu vida de intimidad en la Palabra. Porque en la medida en la que tu crezcas en el conocimiento de la Palabra, en la medida en la que te acerques más al Señor y tengas una vida de oración mucho mayor, tu matrimonio va a ser mejor, porque el matrimonio necesita que los dos juntos, y también de manera separada, busquen de Dios. Cada uno tiene ese llamado delante de Dios, de buscarle a Él, de refugiarse en Él, y de conocerle más a través de su Palabra.
CH: Si no tenemos una relación con el Señor, esto que estamos diciendo será imposible. Necesitamos que el Espíritu de Dios nos capacite para hacer lo que es bueno porque de lo contrario haremos lo que es malo, lo que nos agrada, lo que me hace sentir bien.
El matrimonio debe depender de Dios conscientemente. Debes entender que si el Espíritu de Dios no está contigo, si tú no tienes una llenura del Espíritu Santo en una vida devocional delante de Él, te va a costar mucho poder llenar esas expectativas como esposa.
Todo lo que has leído no significa que debes dejar de ser tú, que dejes tu personalidad, porque Dios te creó como tú eres para ser esposa del esposo que te dio. Sin embargo, dentro de tu personalidad, dentro del diseño que Dios hizo de ti tan particular, debes satisfacer las necesidades que él como esposo vio que podrías satisfacer al momento de enamorarse de ti. Es un equilibrio que debemos tener. Yo tengo mi personalidad, mis gustos, y preferencias, pero debo ponerlos bajo la gracia de Dios y de su cruz, para que el Señor me moldeé de manera que sea un instrumento útil para llenar la necesidad de mi esposo.
PN: Por último, recuerda que la ayuda idónea de tu esposo eres tú. No hay otra que pueda hacerlo mejor de lo que tú lo haces porque Dios te creó para tu esposo. Y también recuerda que todo esto podemos hacerlo solo por los méritos de Cristo Jesús, por su obra en la cruz, por lo que Él ya hecho. Nosotras podemos venir delante de Él y decirle: “Señor, enséñame cómo hacerlo, enséñame a imitarte porque tengo tu ejemplo de que moriste a ti mismo, dejaste a un lado tu gloria por servirnos a nosotros”, y de esa manera yo puedo hacerlo para servir a ese regalo que Dios me dio, mi esposo.