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Si tienes algunos años como creyente, seguramente has escuchado sobre el fruto del Espíritu. El apóstol Pablo enseña que el fruto del Espíritu «es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley» (Gá 5:22-23). A lo largo de mi caminar cristiano, Dios me ha ayudado a pulir mi comprensión de este pasaje y su aplicación a mi vida.

La primera ilustración que usaron para enseñarme este pasaje fue la de un árbol con muchas frutas. Pensar en el pasaje de esa manera me llevó a aislar cada virtud del fruto del Espíritu de las demás, lo que terminó perjudicando mi comprensión a la hora de aplicarlo a mi vida. Durante algún tiempo, creí que podía estar creciendo en amor, aunque fuese impaciente.

Con una lectura cuidadosa del pasaje, podemos notar la inexactitud de aquella ilustración; Pablo habla de un solo fruto, no de muchos. Tiempo después escuché a alguien explicarlo de otra manera, usando la ilustración de una fruta con nueve gajos (como una mandarina). Cada gajo representa una virtud del fruto del Espíritu, pero entre todos conforman uno solo fruto.

Por el poder del Espíritu

Por el poder del Espíritu

Editorial Vida. 240 páginas.

La comprensión correcta de la Escritura nos ayuda a ser cristianos obedientes a Dios. Por eso estoy agradecida por el libro Por el poder del Espíritu (Editorial Vida, 2023), del pastor Miguel Núñez.

Editorial Vida. 240 páginas.

La comprensión correcta de la Escritura nos ayuda a ser cristianos obedientes a Dios. Por eso estoy agradecida por el libro Por el poder del Espíritu (Editorial Vida, 2023), del pastor Miguel Núñez. Cada capítulo del libro nos brinda un desarrollo centrado en la Biblia sobre el significado de cada virtud: su evidencia, cómo cultivarla, cómo se refleja en el carácter de Cristo y la relación que tiene con las demás virtudes.

Esto me fue de gran ayuda para comprender las siguientes tres maneras en que el fruto del Espíritu Santo nos apunta a Cristo:

1) El fruto del Espíritu describe el carácter de Cristo

El fruto del Espíritu puede describir el carácter de una persona. Si queremos una ilustración completa, correcta y precisa del mismo, podemos mirar a Cristo. «Cuando hablamos de las virtudes descritas como parte del fruto del Espíritu, nos estamos refiriendo a cualidades o atributos que forman parte del carácter de Dios, exhibidos en la persona de Cristo en Su paso por la tierra», explica el pastor Núñez (p. 111).

Pensar en el fruto del Espíritu como el carácter de Cristo nos obliga a mirar cada virtud en relación con las otras y a reconocer nuestra necesidad de que Dios cultive en nosotros cada una para reflejar a Cristo, lo cual nos lleva al siguiente punto.

2) El fruto del Espíritu nos lleva a reflejar el carácter de Cristo

El autor nos recuerda el llamado que tenemos de parte de Dios a imitar a Cristo (Ef 5:1). Eso implica dejar de vivir como lo hacíamos antes de ser rescatados por Él y comenzar a vivir como un fiel reflejo de Cristo. Cuando pensamos en el fruto del Espíritu, no debemos desconectar esas nueve virtudes de ese propósito.

Dios no quiso simplemente dejarnos una guía sobre cómo ser mejores personas. Él quiere que nos parezcamos más a Su hijo, quien reflejó perfectamente el carácter que se nos describe en Gálatas 5:22-23. En palabras del pastor Núñez, «el fruto del Espíritu es un llamado a parecernos a Cristo, quien murió precisamente para llevarnos de lucir como somos hasta lucir como Él» (p. 111).

Por cuestión de espacio, te invito a pensar aquí en tan solo tres de las virtudes que se mencionan en la Biblia como fruto del Espíritu:

  • El amor. Amar de manera correcta a Dios y a los demás cultiva el gozo en nuestras vidas. «La posibilidad de experimentar el gozo del Espíritu depende de que seamos capaces de amar correctamente a los demás e incluso a Dios mismo» (p. 68).
  • La paz y el gozo. Cultivar la paz requiere que amemos a los demás: «Cuando amamos, procuramos la paz con los demás. Cuando buscamos la paz, Proverbios 12:20 nos dice que experimentamos gozo» (p. 106).
  • La paciencia. No podríamos amar a los demás de la forma en que Cristo los amó, si no tenemos paciencia ante sus faltas y pecados. «La paciencia es necesaria para amar correctamente a los demás: “Es imposible amar y soportar a los demás sin paciencia”» (p. 122).

Vivir de esta manera se puede resumir en reflejar el carácter de nuestro Salvador.

3) El fruto del Espíritu nos rinde al señorío de Cristo

En el contexto del pasaje sobre el fruto del Espíritu, Pablo describe una guerra constante que nos tiene en el centro del campo de batalla: la guerra entre el Espíritu Santo que mora en nosotros y nuestra carne. ¿Una guerra continua? Eso suena agotador. Nos resultará así si creemos que la victoria depende solo de nosotros, mientras desgastamos todas nuestras fuerzas en aparentar ciertas características en nuestras vidas. Sobre esto, el pastor Núñez expresa:

La vida que Cristo ofreció fue diseñada para ser vivida en el poder del Espíritu, bajo la sumisión a Su Señorío y guiados por medio de Su Palabra. Pero muchos, quizás la mayoría, entran en la vida cristiana y continúan caminando hacia adelante haciendo grandes esfuerzos de voluntad, confiados en su determinación, en lugar de rendir sus vidas al control del Espíritu (p. 236).

Estas palabras me recuerdan que Jesús nos llama a tomar Su yugo e imitarlo, porque Él es «manso y humilde» y Su carga es ligera y liviana (Mt 11:29-30). Jesús nos llama a rendirnos a Él y a descansar en Su poder.

Comprender correctamente la obra que Dios está haciendo en Sus hijos, desde el día en que nos llamó de muerte a vida, nos permite descansar aún en medio de esta guerra espiritual y nos anima a ser fieles en lo que nos corresponde.

Debemos vivir en total dependencia del Espíritu Santo, quien está forjando el carácter de Jesucristo en nosotros para que vivamos rendidos a Su señorío.

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