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En Dios y el debate transgénero, Andrew T. Walker nos brinda un excelente recurso para responder bíblica y amorosamente aquellos que sufren de disforia de género; aquellas personas que perciben un conflicto entre su identidad de género y su sexo biológico.

Nadie puede negar que en los últimos años la confusión sobre el género ha aumentado de manera exponencial. Los cambios continúan a una velocidad arrolladora y debemos estar preparados para enfrentarlos. Nuestro llamado como Iglesia es a amar y testificar de Cristo para que aquellos que sufren de este trastorno puedan encontrar la salvación en Él y aprender a caminar en el Espíritu muriendo a sí mismos y cargando su cruz hasta llegar al hogar celestial.

Desde Génesis 3, cada generación ha tenido que aprender cuál es la cosmovisión secular que domina su alrededor para enfrentar la mentira de Satanás con la verdad de Dios. Hoy no es diferente. Vemos el mismo pecado de la caída —querer ser como Dios y vivir independientes de Él—, en nuevas presentaciones.

Dios y el debate transgénero

Dios y el debate transgénero

Editorial Portavoz. 176 pp.
Editorial Portavoz. 176 pp.

El Dr. Walker ha considerado cuidadosamente el debate transgénero. A lo largo de 176 páginas define el problema actual y presenta su origen, la anatomía de este pecado, la solución en Cristo, y cómo debemos ser compasivos hacia aquellos con este trastorno. De manera aguda, el autor nos muestra cómo hemos llegado aquí. El relativismo seguido por el poscristianismo ha disminuido la influencia que la iglesia tiene en la cultura.

“Estados Unidos, por ejemplo, tiene un gran número de cristianos. Sin embargo, los sectores más influyentes de la cultura estadounidense —las instituciones académicas, los medios de comunicación, la industria del entretenimiento, el arte, el derecho— ya no están influenciados por el cristianismo” (pp. 23-24).

La revolución sexual en la década de las sesentas, el desarrollo de los anticonceptivos, y la legalización de aborto no solamente quitaron las consecuencias del sexo libre, sino que también destruyeron la dignidad de cada ser humano. A esto se añade un individualismo radical, en donde el mayor pecado es juzgar a los demás y no cumplir tus deseos.

En los capítulos del 5 al 7 encontramos cómo el evangelio puede iluminar el debate transgénero. Primero aprendemos que la Biblia no separa el género del sexo y que el diseño del ser humano está ligado a su misión. Al leer Génesis 3 y ver las consecuencias de la caída del hombre, no debería sorprendernos que nuestro corazón impuro y engañoso tenga deseos dañinos y contrarios a la verdad bíblica con los que debemos batallar. El Dr. Walker resalta sabiamente que “el primer resultado del rechazo a Dios es que estas personas primitivas se avergonzaron de su cuerpo y se sintieron incómodos con él” (p. 66).

Sabemos que en Cristo hay libertad de pecado. El evangelio también nos dice que, aunque somos criaturas nuevas, nuestros deseos y pensamientos no son totalmente libres ni sanos. La lucha es grande. Sin embargo, podemos “anticipar la certeza de un día venidero cuando el desorden de la creación vuelva a estar en orden, y cuando la disforia de cualquier tipo sea reemplazada por euforia de todo tipo” (p. 83). Cada creyente tiene su lucha, algunas son más fuertes que otras, pero todos necesitamos caminar en el Espíritu para dominarlas y vivir en libertad.

Los capítulos del 8 al 10 se enfocan en la respuesta que la iglesia debe tener a este tema. Sin importar quién sea o qué haya hecho, toda persona ha sido formada a la imagen de Dios. Para ayudarlos debemos amarlos, escucharlos, tratar de entenderlos, respetarlos, tener compasión y paciencia con ellos, y luego comunicarles la verdad de Cristo. No se trata de aprobar lo que hacen, sino de decir la verdad en amor. Debemos ganarnos su confianza para que nos escuchen.

“Las iglesias locales deben mostrar la gracia de Dios todo el tiempo: cumplir con las normas de nuestro Creador, porque sabemos que son para el bien de sus criaturas; pero también celebrar su asombroso perdón y extender nuestro propio perdón” (p. 133).

Los últimos dos capítulos son prácticos. Nos muestran cómo hablar con los hijos y nos brindan respuestas a algunas preguntas difíciles con respecto al debate transgénero.

Conclusión

Dios y el debate transgénero es un libro para cualquier persona que esté interesada en oír la voz de Dios sobre esta tema. Desde el principio hasta el final, el sabor del libro es pastoral. El autor no deja a un lado las preguntas difíciles, sino que presenta respuestas bíblicas con compasión y amor.

Las personas que sufren de disforia de género hacen justamente eso: sufren. Sus sentimientos y sus luchas son reales. Aunque no las entendamos, la respuesta cristiana debe ser mostrarles a Cristo. Muchos con este trastorno están buscando libertad en lugares equivocados, como la cirugía transgénero y las hormonas. Es nuestro llamado mostrar que la única manera en que cualquier persona puede ser verdaderamente libre es caminando en el Espíritu con Jesucristo.

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