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UN PLAN DE LECTURA BÍBLICA Y DEVOCIONAL EN COLABORACIÓN CON LA NUEVA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS Y ANDAMIO EDITORIAL
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Lectura de Hoy

Devocional: Salmo 48

Una de las maneras de las cuales Dios habla acerca del futuro es, justamente, hablando explícitamente del futuro. Hay pasajes en la Biblia donde Dios predice, con palabras, lo que sucederá: habla acerca del futuro. Pero también nos facilita imágenes, patrones, tipos y modelos. En estos casos, establece una institución, o un ritual, o un patrón relacional. Luego deja pistas, las cuales pronto se convierten en una cascada de pistas, que nos dan a entender que estas “pistas” no existen para ellas mismas, sino que están allá como anticipos de algo mejor. En estos casos, entonces, Dios habla del futuro mediante imágenes.

Los cristianos que leen mucho su Biblia reflexionan sobre las conexiones entre el reino Davídico y el de Jesús, entre el cordero de la Pascua y Jesús como el “Cordero de la Pascua”, entre Melquisedec y Jesús, entre el descanso del Sábado y el descanso que Jesús ofrece, entre el papel del sumo sacerdote y el papel sacerdotal de Jesús, entre el templo en el que entró el sacerdote del antiguo pacto y el “lugar santísimo” donde entró Jesús, y muchísimo más. Por supuesto que para aquellos que vivían bajo el antiguo pacto, la fidelidad al pacto entrañaba un compromiso firme con las instituciones y los rituales que Dios había establecido, aun cuando estas mismas instituciones y rituales anticipaban algo todavía mejor, cuando se mira desde una perspectiva canónica más amplia. Mediante estas imágenes, Dios hablaba del futuro. Cuando un creyente capta esta realidad, estas partes de la Biblia cobran vida nuevamente para él.

Uno de estos modelos es la propia ciudad de Jerusalén, a la que las Escrituras a menudo se refieren como Sión (la antigua fortaleza). Jerusalén estaba estrechamente ligada no sólo con el hecho de que a partir de David fue la ciudad capital (aun después de la división entre Israel y Judá, seguía siendo capital del reino sureño), sino también con el hecho que a partir de Salomón fue el lugar del templo, y por lo tanto el centro de la autorevelación de Dios.

Por tanto para el salmista, “la ciudad de nuestro Dios, su santo monte” no es sólo “bella” sino que también es “la alegría de toda la tierra” (Salmo 48:1- 2). No es solamente el centro del poder y de la seguridad (48:4-8), sino el lugar donde el pueblo santo de Dios medita en torno a su amor constante (48:9), el centro de la adoración (48:10). No obstante, el salmista mira más allá de la ciudad a Dios mismo; él es quien “la hará permanecer para siempre”, cuya “alabanza llega a los confines de la tierra”, “para siempre” (48:10, 14).

Aunque profundamente enraizados en la ciudad histórica de Jerusalén, los escritores de la nueva alianza miran hacia una “Jerusalén celestial” (Gálatas 4:26), “al monte Sión, a la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios viviente” (Hebreos 12:22), “a la nueva Jerusalén” (Apocalipsis 21:2). Reflexionemos largo y tendido sobre estas conexiones.

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Isaías 1

El primer versículo de Isaías 1 presenta el gran alcance del libro. Anuncia una visión de Isaías, que tiene lugar a lo largo del reinado de los cuatro reyes de Judá desde Uzías en adelante.

La primera sección (1:2-9) expone la profundidad de la caída de la nación. Dios mismo levantó a Israel (1:2) y, de hecho, crió a los israelitas como hijos. Estos se rebelaron contra él. Un buey o un asno conocen mejor su verdadero hogar que Israel el suyo. Se invita a los cielos y la tierra a escuchar la reprensión (1:2), como medida de la intensidad de la rebelión y porque hay un sentido en el que el bienestar de todo el universo depende de si el pueblo de Dios obedece o desobedece su palabra. La descripción de la devastación de la tierra (1:5-9) no es metafórica: probablemente, se está describiendo la sangrienta carnicería que acompañó a la invasión de Judá por parte de los ejércitos asirios de Senaquerib (701 a.C.), un anticipo del juicio venidero.

Desde aquí hasta el final del capítulo, la atención se centra en tres movimientos:

(1) Israel es reprobado por su adoración corrupta e hipócrita (1:10- 17). Dios se dirige a su pueblo con gran sarcasmo, llamándolo Sodoma y Gomorra. Mantienen el sistema de sacrificios estipulado y los días de fiesta, pero Dios declara que no soporta que le ofendan con su adoración (1:13); la odia (1:14). Ni siquiera escuchará a su pueblo cuando este ore (1:15), porque la opresión a los débiles y la corrupción de la administración ha alcanzado tales proporciones que debe actuar de acuerdo al pacto de Sinaí (Deuteronomio 21:18-21). Ya no puede ignorar más estas violaciones.

(2) Sin embargo, Dios sigue invitando a Israel al perdón y la purificación: “Venid, pongamos las cosas en claro”, dice el SEÑOR. “¿Son vuestros pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana!” (1:18-20). Lo que da lugar al perdón no es la observancia de los rituales, sino el arrepentimiento: “¿Estáis dispuestos a obedecer? ¡Comeréis lo mejor de la tierra!” (1:19). La alternativa es el juicio (1:20). Más adelante en el libro, se explica la base de este perdón; el juicio devastador de opresión y exilio no era necesario, pero preferimos con demasiada frecuencia el pecado a la salvación, la avaricia a la gracia.

(3) No obstante, un día, Sión (que representa al pueblo de Dios) “será redimida con justicia, y con rectitud, los que se arrepientan” (1:27). No existe una redención final que ignore a la justicia; los que no se arrepienten solo pueden esperar juicio (1:28, 31).

 


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Números 11

El pueblo se queja contra el SEÑOR

11 El pueblo comenzó a quejarse en la adversidad a oídos del SEÑOR; y cuando el SEÑOR lo oyó, se encendió Su ira, y el fuego del SEÑOR ardió entre ellos y consumió un extremo del campamento. Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró al SEÑOR y el fuego se apagó. Y se le dio a aquel lugar el nombre de Tabera, porque el fuego del SEÑOR había ardido entre ellos.

El populacho que estaba entre ellos tenía un deseo insaciable; y también los israelitas volvieron a llorar, y dijeron: «¿Quién nos dará carne para comer? Nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, de los pepinos, de los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; pero ahora no tenemos apetito. Nada hay para nuestros ojos excepto este maná». Y el maná era como una semilla de cilantro, y su aspecto como el del bedelio. El pueblo iba, lo recogía y lo molía entre dos piedras de molino, o lo machacaba en el mortero, y lo hervía en el caldero y hacía tortas con él; y tenía el sabor de tortas cocidas con aceite. Cuando el rocío caía en el campamento por la noche, con él caía el maná.

10 Y Moisés oyó llorar al pueblo, por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda; y la ira del SEÑOR se encendió en gran manera, y a Moisés no le agradó. 11 Entonces Moisés dijo al SEÑOR: «¿Por qué has tratado tan mal a Tu siervo? ¿Y por qué no he hallado gracia ante Tus ojos para que hayas puesto la carga de todo este pueblo sobre mí? 12 ¿Acaso concebí yo a todo este pueblo? ¿Fui yo quien lo dio a luz para que me dijeras: “Llévalo en tu seno, como la nodriza lleva al niño de pecho, a la tierra que Yo juré a sus padres”? 13 ¿De dónde he de conseguir carne para dar a todo este pueblo? Porque claman a mí, diciendo: “Danos carne para que comamos”. 14 Yo solo no puedo llevar a todo este pueblo, porque es mucha carga para mí. 15 Y si así me vas a tratar, te ruego que me mates si he hallado gracia ante Tus ojos, y no me permitas ver mi desventura».

16 Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: «Reúneme a setenta hombres de los ancianos de Israel, a quienes tú conozcas como los ancianos del pueblo y a sus oficiales, y tráelos a la tienda de reunión y que permanezcan allí contigo. 17 Entonces descenderé y hablaré contigo allí, y tomaré del Espíritu que está sobre ti y lo pondré sobre ellos, y llevarán contigo la carga del pueblo para que no la lleves tú solo. 18 Y dile al pueblo: “Conságrense para mañana, y comerán carne, pues han llorado a oídos del SEÑOR, diciendo: ‘¡Quién nos diera de comer carne! Porque nos iba mejor en Egipto’. El SEÑOR, pues, les dará carne y comerán. 19 No comerán un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, 20 sino todo un mes, hasta que les salga por las narices y les sea aborrecible, porque han rechazado al SEÑOR, que está entre ustedes, y han llorado delante de Él, diciendo: ‘¿Por qué salimos de Egipto?’”». 21 Pero Moisés dijo: «El pueblo, en medio del cual estoy, llega a 600,000 de a pie; y Tú has dicho: “Les daré carne a fin de que coman, por todo un mes”. 22 ¿Sería suficiente degollar para ellos las ovejas y los bueyes? ¿O sería suficiente juntar para ellos todos los peces del mar?». 23 Y el SEÑOR dijo a Moisés: «¿Está limitado el poder del SEÑOR? Ahora verás si Mi palabra se te cumple o no».

24 Salió Moisés y dijo al pueblo las palabras del SEÑOR. Reunió después a setenta hombres de los ancianos del pueblo y los colocó alrededor de la tienda. 25 Entonces el SEÑOR descendió en la nube y le habló; y tomó del Espíritu que estaba sobre él y lo colocó sobre los setenta ancianos. Y sucedió que cuando el Espíritu reposó sobre ellos, profetizaron; pero no volvieron a hacerlo más.

26 Pero dos hombres habían quedado en el campamento; uno se llamaba Eldad, y el otro se llamaba Medad. Y el Espíritu reposó sobre ellos, (ellos estaban entre los que se habían inscrito, pero no habían salido a la tienda), y profetizaron en el campamento. 27 Y un joven corrió y avisó a Moisés: «Eldad y Medad están profetizando en el campamento». 28 Entonces respondió Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde su juventud: «Moisés, señor mío, detenlos». 29 Pero Moisés le dijo: «¿Tienes celos por causa mía? ¡Ojalá todo el pueblo del SEÑOR fuera profeta, que el SEÑOR pusiera Su Espíritu sobre ellos!». 30 Después Moisés volvió al campamento, y con él los ancianos de Israel.

31 Y salió de parte del SEÑOR un viento que trajo codornices desde el mar y las dejó caer junto al campamento, como un día de camino de este lado, y un día de camino del otro lado, por todo alrededor del campamento, y como 2 codos (90 centímetros) de espesor sobre la superficie de la tierra. 32 Y el pueblo estuvo levantado todo el día, toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron las codornices, y las tendieron para sí por todos los alrededores del campamento; el que recogió menos, recogió diez montones (homeres: 2 toneladas). 33 Pero mientras la carne estaba aún entre sus dientes, antes que la masticaran, la ira del SEÑOR se encendió contra el pueblo, y el SEÑOR hirió al pueblo con una plaga muy mala. 34 Por eso llamaron a aquel lugar Kibrot Hataava, porque allí sepultaron a los que habían sido codiciosos. 35 Y de Kibrot Hataava el pueblo salió para Hazerot, y permaneció en Hazerot.

   

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Salmo 48

Hermosura y gloria de Sión

Cántico. Salmo de los hijos de Coré.

48 Grande es el SEÑOR, y muy digno de ser alabado
En la ciudad de nuestro Dios, Su santo monte.
Hermoso en su elevación, el gozo de toda la tierra
Es el monte Sión, en el extremo norte,
La ciudad del gran Rey.
Dios en sus palacios
Se dio a conocer como baluarte.

Pues los reyes se reunieron;
Pasaron juntos.
Ellos la vieron y quedaron pasmados;
Se aterrorizaron y huyeron alarmados.
Allí se apoderó de ellos un temblor;
Dolor como el de mujer que está de parto.
Con el viento del este
Tú destrozas las naves de Tarsis.
Como lo hemos oído, así lo hemos visto
En la ciudad del SEÑOR de los ejércitos, en la ciudad de nuestro Dios;
Dios la afirmará para siempre.      (Selah)

Hemos meditado en Tu misericordia, oh Dios,
En medio de Tu templo.
10 Oh Dios, como es Tu nombre,
Así es Tu alabanza hasta los confines de la tierra;
Llena de justicia está Tu diestra.
11 Alégrese el monte Sión,
Regocíjense las hijas de Judá,
A causa de Tus juicios.
12 Caminen por Sión y vayan alrededor de ella;
Cuenten sus torres;
13 Consideren atentamente sus murallas,
Recorran sus palacios,
Para que lo cuenten a la generación venidera.
14 Porque Este es Dios,
Nuestro Dios para siempre;
Él nos guiará hasta la muerte.

   

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Isaías 1

Rebelión del pueblo de Dios

1 Visión que tuvo Isaías, hijo de Amoz, con relación a Judá y Jerusalén, en los días de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá.

Oigan, cielos, y escucha, tierra,
Porque el SEÑOR habla:
«Hijos crié y los hice crecer,
Pero ellos se han rebelado contra Mí.
El buey conoce a su dueño
Y el asno el pesebre de su amo;
Pero Israel no conoce,
Mi pueblo no tiene entendimiento».

¡Ay, nación pecadora,
Pueblo cargado de iniquidad,
Generación de malvados,
Hijos corrompidos!
Han abandonado al SEÑOR,
Han despreciado al Santo de Israel,
Se han apartado de Él.

¿Dónde más serán castigados?
¿Continuarán en rebelión?
Toda cabeza está enferma,
Y todo corazón desfallecido.
Desde la planta del pie hasta la cabeza
No hay nada sano en él,
Sino golpes, verdugones y heridas recientes;
No han sido curadas, ni vendadas,
Ni suavizadas con aceite.

La tierra de ustedes está desolada,
Sus ciudades quemadas por el fuego,
Su suelo lo devoran los extraños delante de ustedes,
Y es una desolación, como destruida por extraños.
La hija de Sión ha quedado como cobertizo en una viña,
Como choza en un pepinar, como ciudad sitiada.
Si el SEÑOR de los ejércitos
No nos hubiera dejado algunos sobrevivientes,
Seríamos como Sodoma,
Y semejantes a Gomorra.

10 Oigan la palabra del SEÑOR,
Gobernantes de Sodoma.
Escuchen la instrucción de nuestro Dios,
Pueblo de Gomorra:
11 «¿Qué es para Mí la abundancia de sus sacrificios?»,
Dice el SEÑOR.
«Cansado estoy de holocaustos de carneros,
Y de sebo de ganado cebado;
La sangre de novillos, corderos y machos cabríos no me complace.
12 Cuando vienen a presentarse delante de Mí,
¿Quién demanda esto de ustedes, de que pisoteen Mis atrios?
13 No traigan más sus vanas ofrendas,
El incienso me es abominación.
Luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas:
¡No tolero iniquidad y asamblea solemne!
14 Sus lunas nuevas y sus fiestas señaladas las aborrece Mi alma.
Se han vuelto una carga para Mí,
Estoy cansado de soportarlas.
15 Cuando extiendan sus manos,
Esconderé Mis ojos de ustedes.
Sí, aunque multipliquen las oraciones,
No escucharé.
Sus manos están llenas de sangre.

16 »Lávense, límpiense,
Quiten la maldad de sus obras de delante de Mis ojos.
Cesen de hacer el mal.
17 Aprendan a hacer el bien,
Busquen la justicia,
Reprendan al opresor,
Defiendan al huérfano,
Aboguen por la viuda.

18 »Vengan ahora, y razonemos»,
Dice el SEÑOR,
«Aunque sus pecados sean como la grana,
Como la nieve serán emblanquecidos.
Aunque sean rojos como el carmesí,
Como blanca lana quedarán.
19 Si ustedes quieren y obedecen,
Comerán lo mejor de la tierra.
20 Pero si rehúsan y se rebelan,
Por la espada serán devorados».
Ciertamente, la boca del SEÑOR ha hablado.

21 ¡Cómo se ha convertido en ramera la ciudad fiel,
La que estaba llena de justicia!
Moraba en ella la rectitud,
Pero ahora, asesinos.
22 Tu plata se ha vuelto escoria,
Tu vino está mezclado con agua.
23 Tus gobernantes son rebeldes
Y compañeros de ladrones;
Cada uno ama el soborno
Y corre tras las dádivas.
No defienden al huérfano,
Ni llega a ellos la causa de la viuda.

Juicio y redención de Jerusalén

24 Por tanto, declara el Señor, Dios de los ejércitos,
El Poderoso de Israel:
«¡Ah!, me libraré de Mis adversarios,
Y me vengaré de Mis enemigos.
25 También volveré Mi mano contra ti,
Te limpiaré de tu escoria como con lejía,
Y quitaré toda tu impureza.
26 Entonces restauraré tus jueces como al principio,
Y tus consejeros como al comienzo.
Después de lo cual serás llamada Ciudad de Justicia,
Ciudad Fiel».

27 Sión será redimida con juicio,
Y sus arrepentidos con justicia.
28 Pero los transgresores y los pecadores serán aplastados a una,
Y los que abandonan al SEÑOR perecerán.
29 Ciertamente ustedes se avergonzarán de las encinas que han deseado,
Y se avergonzarán de los jardines que han escogido.
30 Porque ustedes serán como encina cuya hoja está marchita,
Y como jardín en que no hay agua.
31 El fuerte se convertirá en estopa,
Y su trabajo en chispa.
Arderán ambos a una,
Y no habrá quien los apague.

   

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Hebreos 9

El santuario terrenal

9 Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas para el culto y el santuario terrenal. Porque había un tabernáculo preparado en la parte anterior, en el cual estaban el candelabro, la mesa, y los panes consagrados. Este se llama el lugar santo. Y detrás del segundo velo había un tabernáculo llamado el Lugar Santísimo, el cual tenía el altar de oro del incienso y el arca del pacto cubierta toda de oro, en la cual había una urna de oro que contenía el maná y la vara de Aarón que retoñó y las tablas del pacto. Sobre el arca estaban los querubines de gloria que daban sombra al propiciatorio. Pero de estas cosas no se puede hablar ahora en detalle.

Así preparadas estas cosas, los sacerdotes entran continuamente al primer tabernáculo para oficiar en el culto. Pero en el segundo, solo entra el sumo sacerdote una vez al año, no sin llevar sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados del pueblo cometidos en ignorancia.

Queriendo el Espíritu Santo dar a entender esto: que el camino al Lugar Santísimo aún no había sido revelado en tanto que el primer tabernáculo permaneciera en pie. Esto es un símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto en su conciencia al que practica ese culto, 10 ya que tienen que ver solo con comidas y bebidas, y diversos lavamientos, ordenanzas para el cuerpo impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas.

La sangre del nuevo pacto

11 Pero cuando Cristo apareció como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho con manos, es decir, no de esta creación, 12 entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de Su propia sangre, obteniendo redención eterna.

13 Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de la novilla, rociadas sobre los que se han contaminado, santifican para la purificación de la carne, 14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, quien por el Espíritu eterno Él mismo se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?

15 Por eso Cristo es el mediador de un nuevo pacto, a fin de que habiendo tenido lugar una muerte para la redención de las transgresiones que se cometieron bajo el primer pacto, los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna. 16 Porque donde hay un testamento, necesario es que ocurra la muerte del testador. 17 Pues un testamento es válido solo en caso de muerte, puesto que no se pone en vigor mientras vive el testador. 18 Por tanto, ni aun el primer pacto se inauguró sin sangre.

19 Porque cuando Moisés terminó de promulgar todos los mandamientos a todo el pueblo, conforme a la ley, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua y lana escarlata e hisopo, y roció el libro mismo y a todo el pueblo, 20 diciendo: «ESTA ES LA SANGRE DEL PACTO QUE DIOS LES ORDENÓ A USTEDES». 21 De la misma manera roció con sangre el tabernáculo y todos los utensilios del ministerio. 22 Y según la ley, casi todo ha de ser purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón.

El sacrificio definitivo

23 Por tanto, fue necesario que las representaciones de las cosas en los cielos fueran purificadas de esta manera, pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. 24 Porque Cristo no entró en un lugar santo hecho por manos, una representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora en la presencia de Dios por nosotros, 25 y no para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como el sumo sacerdote entra al Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.

26 De otra manera, a Cristo le hubiera sido necesario sufrir muchas veces desde la fundación del mundo; pero ahora, una sola vez en la consumación de los siglos, se ha manifestado para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo. 27 Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio, 28 así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente lo esperan.

   

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