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Definición

La Cena del Señor es una de las dos ordenanzas (o sacramentos) de la iglesia y que fue instituida por Jesús para conmemorar Su muerte, simbolizar el Nuevo Pacto, señalar la comunión de un pueblo redimido reunido en Su mesa y anticipar el banquete mesiánico que está por venir.

Sumario

La Cena del Señor tiene sus raíces simbólicas en la cena pascual del Éxodo. Fue instituida por Jesús en el momento de Su última cena con Sus discípulos. El pan y el vino señalan Su cuerpo partido y Su sangre derramada en la cruz, y son los símbolos definitivos del nuevo pacto en Cristo. El debate sobre el significado de la Cena (en particular, la forma en que Cristo está presente en la Cena) fue un punto central de división en la época de la Reforma, tanto entre los protestantes y los católicos romanos, como entre las diferentes denominaciones protestantes. Los protestantes rechazan la idea de la transubstanciación, pero mantienen entre ellos una comprensión divergente del significado preciso de la Cena. Sin embargo, todos están de acuerdo en que el pan y el vino hablan con elocuencia como símbolos de la obra redentora de Cristo en el Calvario, de la comunión del pueblo de Dios en Cristo y del día venidero en que el pueblo redimido se reunirá en presencia del Salvador en Su banquete escatológico.

Las raíces de la Cena

La existencia misma del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento se basaba en la obra de liberación que Dios llevó a cabo en el Éxodo. Él juzgó a la tierra de Egipto por su maltrato a Israel, pero mientras lo hacía, proveyó un medio de salvación para Su pueblo. Un cordero sería sacrificado y su sangre se pondría en los marcos de las puertas de las casas del pueblo de Dios. Cuando el ángel de la muerte pasara por allí, las casas donde la sangre del cordero fuera visible se librarían de la plaga que provocaría la muerte de los primogénitos. En un sentido muy tangible, el cordero moría en lugar del hijo primogénito de la casa. El pueblo de Israel comería la cena compuesta por cordero, hierbas amargas y pan sin levadura, mientras se preparaba para huir. La cena pascual debía ser un recordatorio continuo de la gran salvación que Dios trajo a Su pueblo del pacto por medio de un gran acto de juicio (Éx 12).

La institución de la Cena

La última cena que Jesús tuvo con Sus discípulos inmediatamente antes de Su traición y arresto, fue la tradicional cena pascual, pero Jesús infundió la cena con un nuevo significado ligado a su inminente muerte.

Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: «Tomen, coman; esto es Mi cuerpo». Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: «Beban todos de ella; porque esto es Mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. (Mt 26:26-28).

Jesús asoció de manera simbólica el pan y el vino con Su cuerpo que pronto sería partido y Su sangre que en breve sería derramada. La sangre es ahora la «sangre del pacto», el nuevo pacto que Jesús instituiría mediante Su muerte y resurrección. Al igual que la cena pascual servía como cena fundacional del antiguo pacto, que se realizó justo antes del acto salvador fundacional del pacto (el Éxodo de Egipto), la Cena del Señor era la cena fundacional del nuevo pacto, que tomó lugar justo antes de la obra salvadora que Jesús realizaría en la cruz. Así como la Cena Pascual servía como recordatorio de la redención que el Señor logró para Su pueblo al sacarlo de la esclavitud en Egipto, la Cena del Señor se convierte en un poderoso recordatorio de la redención que el Señor Jesús logró para Su pueblo al liberarnos de la esclavitud del pecado. Esta cena es, pues, el símbolo fundacional y duradero del nuevo pacto en Cristo.

Cuando Pablo registra las instrucciones de Jesús en 1 Corintios 11 (posiblemente el primer registro que tenemos de la institución de la Cena), Jesús habla de que sus discípulos obedezcan sus instrucciones «todas las veces» que tomemos la cena, indicando que esta debe ser una práctica continua (1 Co 11:25-26). Por lo tanto, no es de extrañar que desde el establecimiento de la iglesia en Pentecostés, los creyentes «se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración» (Hch 2:42).

El significado de la Cena

Las palabras de la institución de Jesús dejan claro que la cena sirve como símbolo del nuevo pacto y como recordatorio de Su muerte (1 Co 11:24-25). Sin embargo, es discutida la naturaleza de la presencia de Jesús en la Cena.

Cuando Jesús declara que el pan «es mi cuerpo» y la copa «es mi sangre del nuevo pacto» (Mt 26:27-28), ¿qué quiere decir exactamente? Al hablar del peligro espiritual de participar en fiestas idólatras, Pablo establece un paralelismo con el significado espiritual de participar en la Cena del Señor: «La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la participación en la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la participación en el cuerpo de Cristo?» (1 Co 10:16). ¿En qué sentido es una «participación» en el cuerpo y la sangre de Cristo?

Esencialmente, se han propuesto cuatro tipos diferentes de respuestas a estas preguntas, que conducen a cuatro puntos de vista diferentes sobre la naturaleza de la Cena y la presencia de Jesús en ella.

 

  • La transubstanciación (opinión mayoritariamente católica). Este punto de vista es sostenido por los católicos romanos y algunos otros que creen que en la misa los elementos se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo, de modo que hay, en cierto sentido, una recapitulación de la ofrenda de Cristo. En la Reforma, la doctrina católica romana fue rechazada, esencialmente por tres motivos clave: 1) Jesús está físicamente presente ahora en el cielo y sugerir que Su cuerpo físico puede estar presente en múltiples lugares a la vez socava efectivamente Su verdadera humanidad; 2) La adoración de los elementos (vistos como el cuerpo y la sangre de Cristo) que tenía lugar en la misa era idolátrica; 3) La idea de una recapitulación del sacrificio de Jesús socava la finalidad y la suficiencia de Su obra en la cruz (cp. Heb 9:24-26).
  • Consubstanciación (opinión mayoritariamente luterana). Este fue el punto de vista sostenido por Martín Lutero (aunque él no usaba la etiqueta) y todavía es sostenido por los luteranos hoy en día. Lutero deseaba corregir los errores del punto de vista católico romano sin dejar de tomar en serio tanto la identificación de Jesús de Su cuerpo y sangre con los elementos como la idea de que estaba realmente presente en la Cena. La solución de Lutero fue decir que, aunque el pan y el vino no se «convirtieran» de manera literal en el cuerpo y la sangre de Cristo, no obstante, Jesús está espiritualmente presente en, bajo y a través de los elementos (de ahí el uso del prefijo latino «con»). Por lo tanto, hay un sentido real en el que Jesús está presente en la Cena, incluso si no hay ningún cambio en la sustancia de los elementos mismos.
  • Memorial (opinión mayoritariamente bautista). Este punto de vista se asocia particularmente con el reformador suizo, Ulrico Zwinglio, y es sostenido en alguna forma por muchos bautistas. Zwinglio insistía en que debía tomarse en sentido figurado y no literal la afirmación de Jesús de que el pan «es» Su cuerpo y el vino «es» Su sangre. Después de todo, Jesús utiliza el verbo «ser» de forma claramente simbólica en los evangelios. No solo dice «Yo soy el pan de vida» (Jn 6:35), sino también «Yo soy la puerta» (Jn 10:7) y «Yo soy la vid» (Jn 15:5). El sacrificio de Jesús en la cruz es completo, de una vez por todas, y por eso la Cena es un recuerdo pictórico, un memorial. Aunque Cristo está siempre presente con Su pueblo, no está especialmente presente en la Cena.
  • Presencia espiritual (opinión mayoritariamente reformada). Esta posición proviene de Juan Calvino y es la posición reformada predominante, aunque hay un espectro de entendimiento entre los que se identifican como teológicamente reformados. Calvino rechazó tanto la idea de un cambio físico en el pan y el vino como la idea de un simple memorial. En la Cena, Cristo está presente espiritualmente de una manera especial, pero no está presente físicamente. Hay una verdadera comunión espiritual que tiene lugar entre el Señor y Su iglesia mientras se celebra. La palabra «es» conserva un significado simbólico (y no literal), pero al mismo tiempo tiene lugar una verdadera «participación» de Cristo.

La práctica de la Cena

Una vez resuelta la cuestión más amplia del significado teológico de la Cena, quedan por resolver una serie de preguntas relativas a la práctica y la administración de la ordenanza.

Frecuencia

Muchos evangélicos han reaccionado contra la práctica católica romana de la misa semanal y han reducido la frecuencia de su observancia. Otros sostienen que, puesto que Jesús parecía anticipar que esta sería una práctica regular («cuantas veces…»), y puesto que podemos esperar que la Cena tuviera la intención de hacernos un bien espiritual, hay un fuerte argumento para mantener la práctica semanal. Muchos evangélicos (quizá la mayoría) se han inclinado por una posición mediadora de una observancia mensual. Parece que hay poco terreno para una regla rígida sobre esto, pero aquellos que reducen mucho la frecuencia de la Cena necesitan preguntarse cuál es la motivación para hacerlo. ¿Es esto consistente con la expectativa del Señor de que Su muerte sea recordada regularmente? ¿Cuál es el impacto espiritual en el cuerpo de creyentes de reunirse en torno a la Mesa del Señor con poca frecuencia? Para aquellos que observan un recuerdo semanal, será importante asegurarse de que la frecuencia de la participación no se convierta en ritualismo o disminuya el significado de la Cena para los que participan en ella.

Administración

Para los protestantes, ha sido importante marcar distancia con la concepción católica romana de que un «sacerdote» debe presidir la Cena, tanto para lograr la transubstanciación como para ser un administrador de lo que se considera una ofrenda sacrificial. Algunos se sienten cómodos con miembros del laicado administrando la Cena. Otros siguen manteniendo el principio de que los líderes reconocidos u ordenados (pastores, ancianos) deben dirigir el servicio, generalmente por dos razones fundamentales: 1) Para asegurar que las cosas se realicen decentemente y con orden en el culto corporativo (cp. 1 Co 14:40), y que la Cena sea administrada con cuidado y reverencia; 2) ya que la Cena es un recordatorio de la muerte de Jesús y en ese sentido una imagen del evangelio, no debe ser separada de la predicación de la Palabra (un punto en el que Calvino insistió). Por lo tanto, podría parecer apropiado que alguien reconocido como maestro de la Palabra dentro de la iglesia administre la Cena y la sitúe en su contexto legítimo de instrucción bíblica.

El cerco de la mesa

Pablo lanza una advertencia aleccionadora contra la participación en la Cena de manera indigna:

De manera que el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba de la copa. Porque el que come y bebe sin discernir correctamente el cuerpo del Señor, come y bebe juicio para sí. Por esta razón hay muchos débiles y enfermos entre ustedes, y muchos duermen (1 Co 11:27-30).

Evidentemente, la situación particular en Corinto era que, en la comida comunitaria, los más acomodados asistían con comida para ellos, dándose un festín e incluso emborrachándose, mientras que los pobres no tenían nada que comer. Podría decirse, entonces, que la falta de «discernimiento del cuerpo» es fallar en reconocer y honrar al pueblo de Cristo, Su «cuerpo». Pero la aplicación del principio podría extenderse más ampliamente: es posible venir a la Mesa sin arrepentirse del pecado (especialmente de aquellos pecados que afectan a las relaciones dentro de la iglesia), y así participar «indignamente».

A la luz de esto, es importante que el líder del servicio estimule y anime al creyente a una autoevaluación cuidadosa, al mismo tiempo que deja claro a los no creyentes presentes que la Cena no es para ellos. Además, los líderes de la iglesia deben ejercer la disciplina eclesiástica y alejar de la mesa a aquellos creyentes que viven sin arrepentirse de su pecado. A veces el ejercicio de esta responsabilidad ha sido referido como «cercar la mesa», es decir, poner alrededor de la mesa barreras apropiadas de advertencia y disciplina para proteger contra la participación de aquellos que no están viviendo en fe, arrepentimiento y armonía caritativa con el pueblo de Dios. Una administración sabia de la Cena mostrará sensibilidad en esto hacia los creyentes con conciencias sensibles que podrían dudar en venir, pero por cuyo bien el Señor instituyó la Cena. Juan Calvino describe la participación «digna» en estos términos: «Esta es la dignidad —la mejor y única que podemos traer a Dios— de ofrecerle nuestra vileza y nuestra indignidad para que en Su misericordia seamos tomados como dignos; desesperarnos en nosotros mismos para que seamos levantados por Él; de acusarnos para que seamos justificados por Él».

Dónde “mirar” durante la Cena

Las Escrituras nos animan a «mirar» en varias direcciones con los ojos de la fe, mientras compartimos la Cena del Señor. En primer lugar, debemos mirar hacia atrás con gratitud a Jesús y su muerte en la cruz (1 Co 11:24). A continuación, debemos mirar alrededor, al cuerpo de creyentes con el que compartimos la Cena. Es algo que hacemos al reunirnos (v. 17) y discernir el cuerpo de Cristo (v. 29) mientras comemos. Es significativo que compartamos esta comida en comunidad y no la compartamos individualmente en nuestras casas. El hecho de compartir el mismo pan es un signo de nuestra unidad fundamental (1 Co 10:17). También miramos al cielo, donde Cristo resucitado y ascendido intercede por nosotros como nuestro gran Sumo Sacerdote (cp. Heb 4:14-16). Por último, miramos al futuro, esperando el día en que Jesús regrese (1 Co 11:26). La celebración de la Cena sirve como un anuncio de la muerte de Jesús que anticipa Su regreso. El propio Jesús, cuando instituyó la Cena, la comió en anticipación del futuro (Mt 26:29). La realización final del plan de salvación de Dios se ha asociado durante mucho tiempo con la promesa de un gran banquete (Is 25:6; cp. Ap 19:9). La Cena del Señor sirve como anticipo de ese gran banquete, al tiempo que nos recuerda el único fundamento de nuestra esperanza de participar en Él.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Jenny Midence-Garcia.


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

Lecturas adicionales

  • Mathison, Keith A. Given for You: Reclaiming Calvin’s Doctrine of the Lord’s Supper. Phillipsburg: P&R Publishing, 2002.
  • Moore, Russell D., I. John Hesselink, David P. Scaer, Thomas A. Baima. Understanding Four Views on the Lord’s Supper. Counterpoints Church Life. Paul E. Engle y John H. Armstrong, eds. Grand Rapids: Zondervan, 2007.
  • Phillips, Richard D. ¿Qué es la Cena del Señor? Serie Fundamentos de la Fe. Phillipsburg: P&R Publishing, 2005.
  • Schreiner, Thomas R. y Matthew R. Crawford. La Cena del Señor: Recordando y proclamando a Cristo hasta que venga. NAC Studies in Bible & Theology, E. Ray Clendenen, ed. Nashville: B&H Academic, 2010.
  • Walters, Guy Prentiss. La Cena del Señor como signo y comida de la Nueva Alianza. Short Studies in Biblical Theology. Wheaton: Crossway, 2019.