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Definición

La oración es el acto de pedir a Dios que haga lo que Él ya ha prometido hacer, el cual es modelado en toda la Biblia por los patriarcas, los salmistas, los profetas, Jesús y los apóstoles.

Sumario

La oración es el acto de pedir a Dios que haga lo que Él ya ha prometido hacer. Hacemos esto a través del poder del Espíritu como hijos adoptados a través de Jesús, el Mesías. Vemos este tipo de interacción con Dios evidenciado a través de la Biblia a medida que su pueblo continúa pidiéndole que lleve a cabo sus promesas, su reino y gobierno. Podemos estar seguros de que Dios responderá a nuestra oración para sus propósitos, porque Él ha prometido explícitamente llevar a cabo sus propósitos. Estos incluyen que Dios se glorifique a sí mismo para el perdón, para nuestro propio conocimiento de Dios, para la sabiduría piadosa, para la fortaleza que nos guíe a obedecer y para que el evangelio se difunda.

La oración no es definida explícitamente en ninguna parte de la Biblia, pero su significado básico es pedir. Esto es evidente, por ejemplo, en la oración del Señor (Mt 6:9-13), donde en respuesta a una petición de «¡enséñanos a orar!» de sus discípulos, Jesús les da un marco para pedir a Dios que actúe edificando su reino, promoviendo su reputación, perdonando y sosteniendo a sus siervos. El «pedir» de ellos, entonces, debe ser moldeado por la acción previa de Dios, para simplificarlo: orar es pedir a Dios que haga lo que Él en su gracia ya ha prometido hacer.

La oración en la Biblia no es una palabra genérica para una actividad vagamente espiritual, sino que está firmemente arraigada en la naturaleza y la acción de Dios. Juan Calvino aclara este punto en su discusión sobre la oración en su Institución de la religión cristiana (III.XX.1):

«Así como la fe nace del evangelio, así por medio de ello nuestros corazones son entrenados para invocar el nombre de Dios (Ro 10:14-17). Y esto es precisamente lo que [el apóstol] había dicho un poco antes: el Espíritu de adopción, que sella el testimonio del evangelio en nuestros corazones (Ro 8:16), levanta nuestros espíritus para atreverse a mostrar a Dios sus deseos, para provocar gemidos indecibles (Ro 8:26) y clamar con confianza: “¡Abba! ¡Padre!”» (Ro 8:15).

Teológicamente, entonces, Dios nos invita a través del evangelio a participar en la vida de la Trinidad a través de la unión con Cristo. Esto implica pedir a Dios Padre que haga cosas específicas por nosotros, sobre la base del hecho de que ahora participamos en la filiación de Jesús por adopción por medio de la fe, que es provocada por el poder del Espíritu. Mateo 7:7-11, con su repetido mandato de pedir, deja esto muy claro, en particular en su certeza final de que «si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?». Este pedido está moldeado y controlado por el evangelio, es decir, aquello que Dios ya ha prometido hacer por su pueblo. Normalmente, la oración debe dirigirse al Padre por medio del Hijo en el poder del Espíritu.

La oración en el Antiguo Testamento

Esta comprensión de la oración como pedir a Dios que haga lo que Él ha prometido se muestra en casi todas las partes del Antiguo Testamento. A partir de Génesis 4:26, cuando los hombres «comenzaron a invocar el nombre del Señor» (presumiblemente para cumplir la promesa de un Salvador en Génesis 3:15), en adelante, las oraciones del pueblo de Dios son esencialmente moldeadas por el evangelio, es decir, pidiendo a Dios que cumpla sus promesas del pacto.

Cuando Abraham y su familia oran, están pidiendo a Dios que cumpla sus compromisos del pacto. Así que Abraham ora (neciamente) para que Ismael sea su heredero (Gn 17:18); tanto el siervo anónimo de Abraham como el mismo Isaac oran por el éxito del «proyecto de la esposa» en Génesis 24-25, y luego Jacob ora memorablemente en Génesis 32:9-12: «Oh Dios de mi padre Abraham y Dios de mi padre Isaac, oh Señor, que me dijiste…», sobre la base de su promesa de hacer su «descendencia como la arena del mar que no se puede contar por su gran cantidad» (Gn 32:9-12). Para Jacob, la oración es claramente pedir a Dios que haga lo que Él ha prometido, lo que implica protegerlo para que las promesas hechas a su abuelo Abraham puedan ser cumplidas. Esta perspectiva básica se reproduce en casi todas las oraciones que siguen en este ensayo.

Éxodo comienza con una oración como esta (Éx 2:23-25), y las interacciones de Moisés con Dios a lo largo del viaje desde el Sinaí a la tierra se caracterizan por la preocupación de que Dios haga lo que Él ha prometido (p. ej., Nm 14:13-20). Josué replica esa actitud al tomar el liderazgo que Moisés le asigna (Jos 7:6-9). Esto también se refleja en el ciclo de oraciones por la liberación en medio del juicio en el libro de los Jueces (p. ej., Jue 3:15). La oración nunca es menos (y rara vez más) que pedir a Dios que haga lo que Él ha prometido.

Esto es aún más llamativo cuando uno considera las «grandes oraciones» del Antiguo Testamento. La oración de Ana después de que Dios terminara con su esterilidad sorprendentemente no se centra en su propio hijo, sino en el compromiso de Dios de obrar en nuestro mundo enviando un Salvador (1 S 2:1-10). Cuando Salomón ora en la dedicación del Templo (1 R 8), notablemente no se centra en los ladrillos y cemento, sino en el progreso de la obra de Dios en el mundo. En las oraciones de Ezequías, incluso cuando él se centra en sus propias desgracias, la respuesta de Dios le redirige gentilmente al progreso de sus planes en el mundo. Del mismo modo, las oraciones de Daniel 9 y Nehemías 9 apenas tocan las circunstancias o necesidades de los individuos que oran; más bien, estos son clamores al Señor para que continúe cumpliendo sus promesas en el escenario de la historia del mundo. Incluso las «confesiones» de angustia de Jeremías (p. ej., Jr 12:1-12) derivan su tensión del hecho de que Dios aparentemente no está haciendo lo que Él ha prometido.

El libro de los Salmos hace una contribución particular a la teología bíblica de la oración. Muchos de los Salmos se caracterizan por su dirección directa y personal a Dios (Sal 3:1; 4:1; 5:1). Un gran número de estos Salmos son davídicos y están preocupados inicialmente, al menos, con las pruebas del ungido de Dios. Donde un salmo davídico dado es una oración, es ante todo su propia oración. Al examinar detenidamente, tanto las experiencias de David como la forma en que él reacciona a estas experiencias, no tienen la intención de captar las generalidades de la vida en la tierra para los seres humanos. Esta es la realidad intensa de la vida como el «Mesías» de Dios, el que está en el centro de los planes de Dios en la tierra, y como resultado es el foco de atención de los enemigos de Dios. ¡Intentar orar los Salmos sin reconocer esto es un error! Pero este no es el final de la historia. Dentro del salterio hay también una progresión a las oraciones hechas por el pueblo del Mesías, clamando a Dios para que haga lo que Él ha prometido tanto a los patriarcas como a su Rey ungido (ver Sal 77; 103; 130). En ese sentido, entonces, las oraciones del Mesías se convierten en oraciones del pueblo del Mesías. La «enseñanza del salterio» sobre la oración es a la vez más compleja de lo que se suele realizar, pero también más integrada con el resto de la enseñanza del Antiguo Testamento sobre la oración de lo que uno podría pensar. La comprensión esencial de la oración en los salmos se refleja en la manera en que el Rey/Mesías ora, que consiste en llamar a Yahvé a cumplir sus promesas. Esta concepción básica de la oración se propaga en las oraciones del pueblo del Mesías, que continúan clamando para que Dios trabaje enviando al Rey davídico supremo, estableciendo su reino y atrayendo a las naciones hacia Él.

Al final del Antiguo Testamento, la necesidad de clamar a Yahvé para rogarle que actúe es muy clara. Los libros de Crónicas, por ejemplo, registran diez oraciones más específicas que las secciones comparables de los libros de Reyes. En cada caso, las oraciones se centran en pedir a Dios que haga su obra en el mundo. También para expresarlo de manera diferente, las oraciones son moldeadas por el evangelio.

La oración en el Nuevo Testamento

No sorprende que encontremos exactamente el mismo patrón en el Nuevo Testamento. La oración, que es posible por el evangelio y moldeada por él, continúa funcionando exactamente de la misma manera.

Para Jesús, la oración es básicamente un asunto de pedir a su Padre que haga lo que Él ha prometido. «El Padre Nuestro» tanto en Mateo como en Lucas es el modelo para la oración del Nuevo Pacto. Las peticiones individuales en Mateo 6:9-13 (y Lucas 11:2-4) son todas peticiones que encajan perfectamente con los propósitos de Dios y sus promesas hechas anteriormente en las Escrituras. Pedir en respuesta al evangelio es el corazón de la oración. La maravillosa verdad es que, según Jesús, no necesitamos estar ansiosos por pedir algo malo; en cambio, estamos libres para pedir sabiendo que nuestro Padre no nos dará lo que es inútil (Lc 11:5-13; aunque Santiago nos advierte acerca de dudar de la voluntad de Dios para cumplir sus promesas cuando le decimos, Stg 1:5-6). Tampoco tenemos que tratar de sacar algo a la fuerza de las manos de un Dios reacio (Lc 18:1-8, donde Dios es contrastado con el juez injusto que necesita ser intimidado para actuar). Por el contrario, podemos lanzar todas nuestras ansiedades sobre Él (1 P 5:7, que al menos debe incluir la oración), sabiendo que por medio del evangelio Dios ya se ha comprometido a responder a nuestras oraciones.

Jesús hace esto explícito en la doble promesa de Juan 14:13-14: «Y todo lo que pidan en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me piden algo en mi nombre, Yo lo haré». El contexto deja claro que Jesús está hablando de la obra de revelación de Dios al abrir los ojos de las personas para ver su gloria. Como aquellos que han sido invitados a dirigirse al Padre de la misma manera que Jesús mismo (llamándolo Abba, Padre, según Romanos 8:15 y Gálatas 4:6), nos animan a orar alineados con su misión y su agenda, que, por supuesto, es hacer la obra que el Padre le ha dado para hacer (Jn 14:10).

Ahora somos animados como hijos a pedir a Dios que haga lo que Él ha prometido en y por medio del Hijo, «orando en el nombre de Jesús» (2 Co 1:2; Ef 5:2). A lo largo de la Biblia, la oración siempre se interpreta como pedir a Dios que haga lo que Él ha prometido, ya sea para enviar al Mesías y establecer su reino o continuar edificando la Iglesia del Señor Jesucristo hasta que regrese. Esencialmente, debemos orar para que Dios haga su obra del nuevo pacto a través del evangelio, que es por su Palabra y por medio de su Espíritu.

Implicaciones

Esto es confirmado por las oraciones específicas que el Nuevo Testamento nos anima a orar (y que podemos esperar con confianza que Dios responderá). Podemos estar seguros de que Dios responderá…

    1. Si oramos para que Dios se glorifique a sí mismo (Mt 6:9; Jn 17:5).
    2. Si oramos por perdón (Mt 6:12; 1 Jn 1:9; Stg 5:13-20).
    3. Si oramos para conocer mejor a Dios (Jn 17:3, 24-26, Ef 1:15-22).
    4. Si oramos por sabiduría (saber cómo vivir para Dios, Stg 1:5-6).
    5. Si oramos por fortaleza (para obedecer y vivir para Dios, Ef 3:14-21; Mt 6, 11, 13).
    6. Si oramos por la difusión del evangelio (Lc 10:2; Hch 4:27-29; Col 4:3).

Dios se compromete a responder a estas oraciones porque estas oraciones resumen la obra del evangelio. Todas ellas son oraciones para que Dios haga la obra de su nuevo pacto a través de su Palabra.

También debemos notar que vendrá un día en que la oración ya no será necesaria. La oración es una provisión misericordiosa de Dios para la vida en un mundo caído. En la nueva creación, todas las promesas de Dios se habrán cumplido en Cristo y en su presencia inmediata, no habrá necesidad de clamar a Él, solamente gozaremos de Él para siempre (Ap 21:22-27).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Felipe Ceballos Zúñiga.


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

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