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¿Qué es el bautismo?

El bautismo es el lavamiento con agua en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; representa y sella nuestra adopción en Cristo, nuestro lavamiento del pecado y nuestro compromiso a pertenecer al Señor y a Su iglesia.

El bautismo es el lavamiento con agua en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Respuesta para Niños

Versículo bíblico

Mateo 28:19

Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Devocional

COLLIN HANSEN

Cuando le dije a mi pastor que quería convertirme en un miembro de la iglesia, me ofreció una simple explicación de por qué debía entonces bautizarme: porque Jesús lo hizo. ¿Por qué Jesús entró al Jordán y le pidió a su primo Juan que lo sumergiera en el agua? Después de todo, no tenía pecado que confesar, no tenía necesidad de arrepentirse.

Siempre me he identificado con la respuesta incrédula de Juan, el que preparó el camino para el Señor, a la solicitud de Jesús: “Yo soy el que necesita ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí?” (Mt 3:14, NVI).

Sí, respondió Jesús, “pues nos conviene cumplir con lo que es justo” (Mt 3:15, NVI).

En Su bautismo, Jesús se identificó con todos nosotros quienes, por el pecado, moriremos algún día como resultado del juicio de Dios (Gn 3:19). El agua ha sido un símbolo del juicio de Dios desde Génesis 6-7, cuando Dios juzgó la maldad del hombre y envió un diluvio para destruir todo, excepto a Noé y a su familia. Aunque Él nunca pecó, Jesús murió en manos de hombres pecadores mientras absorbía la ira de Dios por el mundo pecaminoso.

El agua, por supuesto, también es necesaria para la vida. Antes de que hubiese luz, el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas (Gn 1:2). Y cuando Jesús, quien resucitó y ascendió, regrese para inaugurar los cielos nuevos y la tierra nueva, un río de vida fluirá desde el trono de Dios y del Cordero en la Nueva Jerusalén (Ap 22:1-2). Todo el que se sumerja en estas olas siendo enemigo de Dios emergerá como hermano del Hijo de Dios, siendo coheredero de Su herencia eterna.

El bautismo es un sello y una señal de que hemos sido adoptados en la familia de Dios. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se han amado en perfecta armonía desde antes de la Creación, antes de que Dios moldeara a Adán del polvo. En el bautizo de Jesús vemos a las tres personas. Mientras Jesús emerge del agua, el Espíritu de Dios desciende como una paloma y reposa sobre Él (Mt 3:16). Para que nadie malinterpretara el significado de esta señal, el Padre habló desde el cielo: “Este es Mi Hijo amado; estoy muy complacido con Él” (Mt 3:17, NVI).

Cada vez que recuerdo mi bautismo, escucho estas palabras de bendición. Jesús se sumergió en las aguas del juicio para que yo pudiera beber del agua de vida eterna. Debido a que Jesús me llama hermano, puedo llamar a Dios mi Padre. Debido a que el Espíritu descendió sobre Él como paloma, tengo paz con Dios, de quien una vez fui enemigo.

Antes estaba fuera del pueblo de Dios, fuera de Su familia debido a mi pecado. Pero ahora soy un hermano para todos aquellos que también han sido bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La iglesia es nuestro hogar, el lugar donde, a pesar de nuestros desacuerdos y disputas, nos juntamos para confesar que tenemos un Señor y una fe (Ef 4:5). Se nos ha dado la Gran Comisión para seguir los pasos de Juan y llamar a otros al arrepentimiento mostrándoles a Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1:29). Y luego los bautizamos para que siempre sepan que Dios los ama, que Él está complacido con ellos porque pertenecen a Cristo.

Oración

Purificador, no podemos limpiar nuestros propios corazones, sino que debemos venir a Ti para que seas Tú quien laves nuestros pecados. Gracias por las aguas del bautismo, las cuales no nos salvan, pero representan nuestra salvación y nos unen haciéndonos un solo pueblo, Tus hijos adoptivos. Amén.