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Nota del editor: 

En Coalición por el Evangelio nos esforzamos por siempre centrarnos en las Escrituras. Sin embargo, creyentes que aman al Señor tienen posturas diferentes sobre doctrinas de diferentes grados. Hay doctrinas de primer grado —como el evangelio, señorio de Jesús, La Trinidad, etc.— que defenderemos hasta la muerte. Y hay doctrinas de segundo y tercer grado que aunque sean de gran importancia, no deben dividir a la Iglesia. Una de estas doctrinas de segundo grado es el bautismo. La posición tradicional Reformada sobre el bautismo siempre ha sido diferente a la posición tradicional en Latinoamérica y por eso hemos preparado una conversación entre un presbiteriano y un bautista sobre sus convicciones acerca del bautismo. Puedes leer la postura presbiteriana aquí.

Tengo la “bendición” particular de nunca haber sido católico. Recuerdo cuando pequeño una época donde sí me llamaba la atención asistir a una parroquia específica, pero era solo porque tenía amigos allí y veía una buena cantidad de jóvenes integrados. En el plan de Dios, desde pequeño he asistido a iglesias evangélicas, lo que significa que estoy más acostumbrado a la fe y práctica evangélica que a las demás.

Puedes imaginarte mi sorpresa al conocer más de la historia de la iglesia y ver que…¡Juan Calvino y Martín Lutero bautizaban infantes! No podía entender cómo héroes de la fe como ellos podía hacer algo tan “católico”. Mi sorpresa continuó al ver que héroes de la fe del día de hoy también creen en el bautismo de infantes, y que esta ha sido la postura Reformada tradicional. Sin embargo, leer un poco más sus conclusiones me dejó ver que lo que ellos enseñan por bautismo de infantes es muy diferente a lo que enseñan los católicos, a pesar de que en el mundo hispano en general no se entienda así.

Respeto y amo a mis hermanos Reformados Presbiterianos. Muchos de ellos son una gran bendición para la iglesia, incluyendo colaboradores y fundadores de Coalición por el Evangelio y The Gospel Coalition. Entiendo cómo llegaron al entendimiento de que el bautismo en el Nuevo Pacto es el equivalente a la Circuncisión en el viejo, y al concepto de querer que la familia completa forme parte del Pacto. Sin embargo, me atrevo a argumentar que la Biblia enseña algo diferente.

Me someto a la postura conocida como “El bautismo del creyente” —de donde toman nombre los “Bautistas”— que enseña que el bautismo es una ordenanza para los creyentes. Es decir, creo firmemente que la biblia enseña que solo aquellos que se han arrepentido de sus pecados y profesan fe en Cristo deben bautizarse, identificándose con su muerte y resurrección y profesando su fe en Jesús a todo el mundo.  Aquí mis razones.

El bautismo en la iglesia primitiva

Antes de pasar al argumento de más peso, lo que enseña la Escritura, creo que vale la pena ver brevemente ver la historia. La Didaché, el documento más importante de la era postapóstolica, probablemente escrito entre el 100-110[1], enseña que “Antes del bautismo, el que bautiza y el que ha de ser bautizado, ayunen, y asimismo otros que puedan hacerlo. Mandas ayunar al bautizando uno o dos días antes”.

Esto evidentemente descarta a los infantes. Si bien es históricamente innegable que el bautismo de infantes se convirtió en la norma generalizada de la Iglesia, el que es posiblemente el documento más antiguo y de más peso histórico para la fe cristiana— aparte de la Biblia misma, por supuesto— descarta tal práctica. De aquí podemos concluír que la práctica de los apóstoles y sus discípulos era el bautismo de creyentes, aunque entre el Siglo II y el Siglo IV la iglesia se desviara.

El bautismo en la narrativa del Nuevo Testamento

A través del Nuevo Testamento, resulta evidente un patrón de arrepentimiento y fe antes del bautismo. En la Gran Comisión, Jesús instruye a los discípulos a que “Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado…” (Mat. 28:19-20). En este mandato, el bautismo está claramente atado al mandamiento de hacer discípulos. Una lectura natural de este texto es que Jesús está ordenando a que aquellos que creen el evangelio (esos nuevos discípulos) sean bautizados, a quienes se les ha de enseñar lo que Él ha mandado.

Unas cortas semanas luego de este suceso, Pedro predicó su primer sermón a los Israelitas en Pentecostés. Allí, él presentó a Jesús como el Mesías prometido en el Antiguo Testamento, quien fue crucificado y ahora es el Señor resucitado. Muchos creyeron sus palabras, y le preguntaron qué debían hacer (Hch. 2:37). ¿La respuesta de Pedro? “Arrepiéntanse y sean bautizados” (Hch. 2:38). Aquí tenemos una predicación del evangelio (Hch. 2:14-36), un llamado al arrepentimiento, y “Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados” (Hch. 2:41).

Más adelante en el libro de los Hechos, Felipe ejemplifica una vez más este patrón. En Samaria vemos que “cuando creyeron a Felipe, que anunciaba las buenas nuevas del reino de Dios y el nombre de Cristo Jesús, se bautizaban, tanto hombres como mujeres” (Hch. 8:12, énfasis añadido). Más adelante en este mismo capítulo, vemos al Eunuco tratando de entender una profecía sobre Jesús en el Antiguo Testamento (Hch. 8:31-35). Cuando Felipe le explica el evangelio, el Eunuco es bautizado allí mismo (Hch. 8:36). Que el Eunuco era un creyente genuino es enfatizado por la mención de Lucas al decir que él “continuó su camino gozoso” (v.39), siendo el gozo una característica común de fe salvadora en Hechos.

Hechos 10 también muestra un suceso interesante de bautismo, otra vez con Pedro. Mientras el apóstol luchaba con entender el lugar de los gentiles en la iglesia naciente, Pedro observó cómo el Espíritu Santo descendió sobre un grupo de gentiles luego de haber creído (Hch. 10:44). Nota lo interesante de las palabras del Apóstol: “¿Puede acaso alguien negar el agua para que sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros?” (Hch. 10:47). ¿Cuál es la razón por la que ellos podían ser bautizados, a la luz de lo que Pedro dice? Que ellos también habían recibido el Espíritu Santo, lo cual ocurre en la conversión.

El bautismo en las Epístolas

Por supuesto, no podemos asumir que la narrativa de Hechos es normativa para la iglesia hoy. Que algo ocurriera una vez no significa que siempre ocurriría así. Sin embargo, hemos visto un patrón de la fe precediendo el bautismo en Hechos, y aunque no sea normativo o definitivo, tampoco podemos ignorarlo. Por su parte, en Mateo vimos un mandamiento de nuestro Señor. Y si pasamos a las Epístolas, también veremos una unión entre conversión y bautismo.

Así lo presenta Romanos 6:3-4: “¿O no saben ustedes que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte? Por tanto, hemos sido sepultados con El por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida”. Aquí el apóstol está igualando el ser bautizados con el estar en Jesús y con el caminar en novedad de vida así como Él fue resucitado. Es evidente que este es un lenguaje de regeneración y nuevo nacimiento en Cristo. Pablo está diciendo que los sujetos del bautismo son los mismos sujetos que han experimentado regeneración.

Un pasaje más que debemos notar es Gálatas 3:26-27, donde Pablo dice que “todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús. Porque todos los que fueron bautizados en Cristo, de Cristo se han revestido”. En esto contexto, el apóstol está argumentando que la fe es la manera de estar en Cristo y de pertenecer a Dios. Entonces Pablo enseña que el ser “bautizado en Cristo” significa tener fe en Él. Dado que un infante no puede profesar fe en Cristo, este pasaje está mostrando una vez más que los candidatos apropiados para el bautismo son aquellos que ya están “en Cristo”: los creyentes.

En conclusión

Hay otros ejemplos más de bautismos en el libro de los Hechos y en 1 Corintios que incluyen casas completas, lo que podría haber incluido niños. Pero ninguno de estos casos prescribe el bautismo de infantes, y al menos dos de ellos pueden explicarse[2] sin gran dificultad. Por otro lado, la idea de que el bautismo substituye la circuncisión, si bien es atractiva y tiene cierto amparo en Colosenses 2:11-12, pasa por alto que Romanos 2:29 y Filipenses 3:3 presentan la circuncisión del corazón como el paralelo Neotestamentario de la circuncisión en el Viejo Pacto.

Por lo que ya vimos, el patrón del Nuevo Testamento es uno de fe salvadora precediendo el bautismo. Este no es un asunto de tan poca importancia como que podamos simplemente ignorar. Pero tampoco debe separar nuestra comunión con hermanos Reformados que concluyen diferente, y de quienes tenemos muchísimo que aprender.


[1]Leticia Calçada, ed., Diccionario Bíblico Ilustrado, (Nashville: B&H Publishing Group, 2008), “Padres Apostólicos”.
[2] El bautismo del carcelero de Filipo y su familia, en Hechos 16:33 está precedido por la predicación de la Palabra a su casa completa (v.32), y luego se nos dice que hubo gozo en la casa completa (v.34), lo que, como ya mencionamos, apunta en Hechos a la fe salvadora de los individuos. El caso de Estéfanas en 1 Corintios 1:16, donde Pablo dice que bautizó a los que estaban en aquella casa, también puede resolverse fácilmente al ver que 1 Corintios 16:15 enseña que aquellos en la casa de Estéfanas fueron los primeros convertidos de Acaya, quienes estaban dedicados al servicio de los santos. Esto solo dejaría el bautismo de la casa de Lidia (Hch. 16:15), que no nos da suficiente información como para concluir de un lado o del otro.
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