Las Santas Escrituras revelan que “Dios es bueno”, y esto debe ser entendido no solo que en Su esencia Él es único, supremo y perfectamente bueno; sino también, que en Sí mismo el Señor es beneficioso a todas las criaturas, lo que en otro lugar se denomina Su benignidad, o el bien comunicado de Sí mismo: “Ninguno es bueno, sino sólo uno, Dios” (Mar. 10:18). En resumen, la bondad divina es el beneficio que comunica a las criaturas.
La bondad del Creador se extiende a todas y cada una de las criaturas, pero este bien no llega en igual grado a todas. En general es así: “Tu justicia es como los montes de Dios; tus juicios son como profundo abismo. Tú preservas, oh Señor, al hombre y al animal. ¡Cuán preciosa es, oh Dios, tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se refugian a la sombra de tus alas” (Sal. 36:6-7). En particular a los seres humanos: “Jamás dejó de dar testimonio de sí mismo haciendo el bien, dándoos lluvias del cielo y estaciones fructíferas, llenando vuestros corazones de sustento y de alegría” (Hch. 14:17). Y especialmente con Sus elegidos: “¡Ciertamente bueno es Dios para con Israel, para con los limpios de corazón!” (Sal. 73:1).
El amor divino puede ser de tres clases:
Benevolencia: Esto es, que desde la eternidad Dios quiere el bien de las criaturas: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Gen. 1:31).
Beneficencia: Esto es, el bien o favor que hace a las criaturas en el tiempo: “Oh Señor Dios, levántate ahora para habitar en tu reposo, tú y el arca de tu poder; oh Señor Dios, sean vestidos de salvación tus sacerdotes, y tus santos se regocijen en tu bondad” (2 Cr. 6:41). O del beneficio que de Dios estaban recibiendo en ese mismo instante.
Complacencia: Es el deleite que Dios experimenta cuando los rasgos de Su santidad brillan en las criaturas. Que los favorecidos imiten las buenas cualidades de su benefactor. Un caso: “Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan… Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba” (He. 11:6,8). La sumisión de Abraham produjo deleite en Dios, pues actuó como santo o Creyente.
Enfoquemos este otro texto, y podrá notarse como si Dios mismo resumiera todos Sus Nombres en uno solo, Su Bondad: “El que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el Señor que hago misericordia…” (Jer.9:24). Esto es, que Yo Soy Bueno. Más aún, que cuando uno lee todas y cada una de las páginas del libro de la Creación, podrá notar que ningún otro de Sus Nombres es más rápidamente evidente o manifiesto que éste: “Dios es Bueno”. Dicho de otro modo, y de acuerdo a la exhortación divina del contexto: Mientras un hombre conozca más de la bondad de Dios, sería más feliz, más protegido, mejor suplido y más preservado.
Leamos de nuevo: “El que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce”. Se infiere que lo común en la humanidad no es este conocimiento, pues de serlo esta exhortación carecería de sentido. Lo común es que el ser humano no conoce a Dios, lo ignora, aun cuando ese conocimiento es más común que el aire que respiramos. Un texto en el NT lo prueba: “Desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa” (Ro. 1:20). Aun cuando una persona no haya leído nunca la Biblia, por medio de la creación podrá ver con toda claridad los dos atributos esenciales del Creador, Su poder y bondad, o deidad que es lo mismo.
Hace unos meses los norteamericanos pusieron una nave en el suelo del planeta Marte, y tal portento no habla del poder del hombre, sino de la Bondad de Dios; notémoslo: “Los bendijo Dios y les dijo: Ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra… Y fue así. Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Gen.1:28,31). El Creador les dio dominio sobre lo sólido, líquido y gaseoso para que el hombre pudiese transformar el polvo de la tierra en una nave espacial y ponerla sobre la superficie marciana. Así que, todas las veces que el progreso científico y tecnológico del hombre se manifiesten, veámoslo con los ojos del Creador: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno”. Un brillo de Su Bondad.
Cuando Moisés pidió al Señor que le mostrase Su gloria, encontramos similar mensaje: “Entonces pasó el Señor por delante de él y proclamó: El Señor, el Señor, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; el que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado” (Ex. 34:6). Esto es —Moisés— mi gloria es mi Bondad en salvar a los pecadores. Y el salmista lo pone en lenguaje aun más claro: “Los hombres hablarán del poder de tus hechos portentosos, y yo contaré tu grandeza. Ellos proclamarán con entusiasmo la memoria de tu mucha bondad” (Sal. 145:7). Resume portentos y grandeza en Bondad. En palabras del puritano Charnock: “El poder de Dios en hacer, y Su sabiduría en organizarlo todo, están subordinadas a Su Bondad”. En breve: Nuestra perfección es conocer y entender cada día más la Bondad de Dios. Toda predicación sin excepción debiera proclamarlo: Dios es Bueno. Porque cuando Cristo mandó los apóstoles a predicar el evangelio les dio similar encomienda: “Que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lc.24:47), esto es, que enseñen a toda la humanidad la Bondad del Señor. Amén.