¿Los líderes nacen o se hacen?
Esa vieja pregunta no es fácil de responder. Hay líderes naturales, pero cualquiera persona puede crecer en un rol de liderazgo. Algunas habilidades a menudo se perfeccionan durante toda una vida; otras habilidades las tienen todos.
Hay montañas de libros sobre liderazgo. Mi biblioteca está llena de libros seculares y religiosos sobre los diferentes enfoques de liderazgo, y todos normalmente ayudan. Prepararse personalmente es el aspecto esencial del liderazgo. Hay varias áreas de preparación individual que debemos explorar aquellos de nosotros que estamos en el ministerio.
Oración
Nunca me consideraría un guerrero de oración. De hecho, lucho continuamente para mantenerme fiel en la oración. La oración es una de mis áreas más débiles en mi progreso espiritual. Sin embargo, cada mañana dedico un tiempo para orar a solas. Busco orar con la gente a lo largo del día cuando se presenta la oportunidad. Cuando reconocemos que los únicos logros de valor eterno son aquellos que se encuentran dentro de la voluntad de Dios, entonces saturaremos nuestras vidas en la presencia de Dios a través de la oración.
El creyente que no confía en la Palabra de Dios para dirigir su liderazgo está destinado a fracasar espiritualmente.
Recordar la gracia de Dios
La mayoría de nosotros no nacimos ricos. Entre los siervos de Dios no es común nacer con privilegios (1 Co. 1:26 y sig.). Sin importar qué tan alto subas la escalera, es por la gracia de Dios que llegaste allí. No pienses que eres insustituible o indispensable. Nunca olvides de donde vienes. La gran mayoría de nosotros nunca pastorearemos una mega iglesia o dirigiremos un ministerio con un presupuesto de varios millones de dólares. Si te toca un rol así, recuerda tus raíces.
Servicio desinteresado
Debes tratar con respeto a tus compañeros y empleados. Cuando Dios te pone en un lugar de autoridad, debes continuar ministrando. Dios nos confía personas a quienes debemos cuidar. Si bien puede que no te toque normalmente limpiar la basura, no está mal hacerlo. No hay liderazgo más grande que el liderazgo de servicio. Cuando hacemos aquello que le pedimos a otros que hagan, nuestra credibilidad aumenta.
Tener un espíritu de enseñanza
A nadie le cae bien un sabelotodo. Ni la educación ni la experiencia deben hacer que llegues al punto en que sientas que no tienes qué aprender de los demás. Siempre hay alguien que sabe algo que tú no. Debes estar abierto a aprender de aquellos con quienes trabajas.
Permanecer en la Palabra
Para el creyente en Jesús nada sustituye la Palabra de Dios. Leer la Biblia diariamente es tan solo el comienzo del proceso. Mantenerte en sintonía con lo que Dios tiene que decir sobre tu vida privada mejorará tu liderazgo público. El creyente que no confía en la Palabra de Dios para dirigir su liderazgo está destinado a fracasar espiritualmente. El éxito no se mide por logros sino por fidelidad a Dios y su Palabra.
Confiar en Dios
Esto significa que a veces tomaremos riesgos. Dios nos llama constantemente a hacer cosas difíciles. En una ocasión, una persona que me menospreciaba me dijo que yo tenía que crecer a la altura del trabajo. Al principio me ofendí, pero me di cuenta de que era cierto. Dios nos lanzará al agua para enseñarnos a nadar.
Mantener un equilibrio saludable entre la familia y el trabajo.
Debemos ser diligentes en el trabajo que Dios nos ha dado. Sin embargo, nuestras obligaciones individuales y familiares también requieren atención. Nunca debemos descuidar la obra de Dios, la cual incluye el cuidado personal y de nuestra familia. Este es el secreto de la vida cristiana. Este es el secreto del liderazgo. Mantén en equilibrio tus prioridades.
No tengo todas las respuestas con respecto a ser un líder. Solo soy un compañero de viaje que busca ser lo que Dios quiere que sea. Sin embargo, creo profundamente que el liderazgo comienza desde adentro. Si alimentamos nuestras vidas con estos principios, seremos líderes exitosos. Y un día escucharemos a Dios decir: “¡Bien hecho, buen siervo y fiel!”.