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Los líderes de jóvenes nos acababan de dividir en grupos para compartir testimonios sobre la fidelidad de Dios. Una de las chicas de mi grupo habló de un versículo que Dios había usado para animarla en un tiempo difícil. Con mucha convicción dijo que, aunque había leído ese versículo muchas veces, ese logos se había hecho rhema en su vida.

Yo todavía era muy nueva en la iglesia para entender a qué se refería con logos y rhema. Pero, en poco tiempo, aprendí no solo las palabras, sino también los significados teológicos que les atribuían. Ella quería decir que ese texto bíblico se había vuelto una palabra de Dios específica para ese momento de su vida.

Ciertamente, todos los creyentes podemos hablar de momentos en que versículos en la Biblia nos «saltaron de la página» y nos hablaron de un modo especial cuando pudimos comprenderlos en realidad. Usualmente, esta es la iluminación del Espíritu Santo, quien nos ayuda a comprender la Palabra de Dios ayudándonos a ver qué dice realmente allí —cuál es el verdadero significado del texto en su contexto— y cómo aplica a nuestras vidas. Sin embargo, es peligroso atribuir al Espíritu Santo una interpretación no bíblica y emocional del texto, y  etiquetarla con un término bíblico para avalar ideas que la Palabra no enseña.

En algunos contextos cristianos se entiende que cuando un escritor bíblico habla de una palabra logos, se refiere a la Palabra escrita de Dios (la Biblia), pero cuando habla de una palabra rhema, se refiere a la palabra de Dios «hablada a nosotros» o «aquello que el Señor nos dice personalmente»; un mensaje de Dios solo para ti, a menudo recibido por medio de una supuesta experiencia con el Señor, independiente de la Biblia.

Años después, aprendí que este entendimiento no es consistente con las Escrituras y que se ha utilizado para fundamentar doctrinas o prácticas peligrosas para nuestra fe. Estas desafían la suficiencia de la Palabra de Dios y promueven una premisa que la Biblia no enseña.

La Biblia no usa el término “rhema” de esa manera

El Nuevo Testamento, escrito originalmente en griego, utiliza dos términos que usualmente encontramos traducidos como «palabra»: λόγος (logos) y ῥῆμα (rhema). Por ejemplo:

Jesús le dijo: Vete, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra [λόγος] que Jesús le dijo y se fue (Jn 4:50, énfasis añadido).

Pero Él respondiendo, dijo: Escrito está: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra [ῥῆμα] que sale de la boca de Dios» (Mt 4:4, énfasis añadido).

No hay una base sólida para afirmar que la Biblia usa logos para referirse exclusivamente a la Escritura; y rhema para referirse a una ‘palabra personal’

Cuando empecé a estudiar el griego bíblico, aprendí que rhema suele estar en compañía del verbo λαλέω (laleo: decir, hablar), pues comúnmente se enfoca en la palabra hablada. Sin embargo, este uso no es exclusivo de rhema. También encontramos logos en ese mismo sentido de palabra hablada (cp. Lc 6:47; Jn 15:3); aunque ciertamente es más característico de rhema.

Cuando el texto bíblico hace referencia a «la palabra de Dios» o a «las palabras de Jesús», no vemos una diferencia consistente entre λόγος y ῥῆμα. Lucas, el autor bíblico, usa λόγος para referirse a la Palabra escrita de Dios (Lc 3:4), a Su palabra hablada (Lc 6:47), al mensaje de Dios en general (Lc 8:21) y a la palabra de Jesús específica para un individuo (Lc 7:17). El mismo autor, además, usa ῥῆμα para la palabra de Dios general (Lc 24:8), específica (Lc 1:38), escrita (Hch 11:16) y hablada (Lc 5:5). A veces, incluso usa las dos palabras en un mismo versículo de modo intercambiable (Hch 10:36-37). Por tanto, no hay una base sólida para afirmar que la Biblia usa logos para referirse exclusivamente a la Escritura y rhema para referirse a una «palabra personal».

De hecho, Charles Farah Jr., fiel proponente de la distinción logos/rhema, admite que la Biblia «no enseña una distinción inequívoca entre ambas palabras» (Desde el pináculo del templo, p. 50). Según Farah, el lenguaje logos/rhema funciona como un recurso teológico para explicar una verdad de Dios que, aunque no se encuentra explícitamente en la Biblia, los cristianos reconocen en su caminar con el Señor. En otras palabras, la base de la diferenciación entre el logos y el rhema de Dios nunca ha sido el griego bíblico, sino la experiencia subjetiva del creyente.

Pero atribuirle a rhema una definición arbitraria para justificar nuestra experiencia es una forma peligrosa de interactuar con la Biblia. El resultado ha sido que este «recurso teológico» se ha infiltrado en iglesias, movimientos y denominaciones para sustentar una variedad de ideas antibíblicas, como que la Biblia solo es Palabra de Dios cuando se convierte en un rhema para nosotros; o que todo lo que confesamos en fe es un rhema y, por tanto, se cumplirá.

La doctrina “rhema” es peligrosa para nuestra fe

Aunque esta distinción entre logos —como la Palabra escrita de Dios— y rhema —como una revelación personal— parece inofensiva, vemos que tiene implicaciones peligrosas para nuestra fe cuando se aplica a ciertos versículos de la Biblia.

La Escritura es suficiente para conocer cómo debemos vivir. No necesitamos ninguna palabra adicional

Por ejemplo, cuando el apóstol Pablo describe los componentes de la armadura de Dios, la cual nos ayuda a enfrentarnos a las artimañas del diablo, dice: «Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra [ῥῆμα] de Dios» (Ef 6:17 NVI, énfasis añadido). Tradicionalmente, los cristianos hemos afirmado que esta espada del Espíritu es la Biblia, por supuesto. Pero para proponentes de la llamada doctrina rhema, como Kenneth W. Hagin, la espada del Espíritu debe ser una palabra de Dios única y personal porque el texto bíblico usa rhema en vez de logos. Esta palabra podría ser un versículo que el Señor trae a nuestra memoria o una instrucción de Dios fuera de lo escrito en la Biblia. Bajo esta premisa, los creyentes necesitamos un rhema de Dios para hacer guerra espiritual, lo cual socava la autoridad y suficiencia de las Escrituras. Esta misma idea aplica a versículos como Mateo 4:4 o Romanos 10:8, donde el término palabra también se interpreta como un mensaje de Dios hablado directamente al creyente.

Otros movimientos han tomado el lenguaje logos/rhema y lo han llevado aún más lejos. Sugieren que, en realidad, toda palabra dicha con fe se convierte en un rhema de Dios, la cual lleva en sí misma el poder de Dios para su cumplimiento. Una vez más, se abusa del elemento característico de ῥῆμα (la palabra hablada) para construir la peligrosa y antibíblica premisa de que un creyente puede obtener todo lo que confiesa con fe, independientemente de la voluntad revelada de Dios en las Escrituras.

La Biblia es suficiente

De uno u otro modo, el lenguaje logos/rhema se ha usado para comunicar que, además de la Biblia, los creyentes debemos esperar —o activamente buscar— «palabras rhema» de Dios para que nos guíen en nuestro andar cristiano. Sin embargo, la Escritura inspirada por Dios y dada a todos los creyentes es suficiente para conocer cómo debemos vivir en fe (2 Ti 3:16-17). Esto no es porque Dios no quiera hablarnos personalmente, sino porque Él ya nos habló en la Escritura. Nos entregó la Biblia para equiparnos como seguidores de Cristo.

Cualquier otra experiencia que el Señor quiera usar para guiarnos debe evaluarse según la Biblia y aceptarse como un regalo de Su parte. Pero se trata de una excepción y no de una norma. Que el Señor nos hable a través de la Biblia es la norma. La Biblia en su idioma original no usa los términos logos/rhema para distinguir entre la palabra escrita y la palabra hablada de Dios. Por tanto, es sabio que nosotros tampoco lo hagamos. El Señor ha sido fiel y nos ha dado en la Escritura todo lo que necesitamos para conocerlo y agradarle.

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