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4 principios para una oración pública eficaz

Tuve el privilegio de servir como anciano durante trece años junto al pastor Kevin DeYoung, como líder de alabanza y director de consejería en la iglesias University Reformed Church en el este de Lansing, Michigan. No tardé en darme cuenta de que Kevin tenía un gran interés en asegurarse de que nuestro servicio de adoración fuera bíblico, centrado en Dios y excelente. Una de las cosas que él fomentaba era la oración congregacional bien preparada cada domingo. Así que en 2010 comencé a dedicar más tiempo a preparar y escribir las oraciones que dirigiría en la congregación.

En los años siguientes fue creciendo mi convicción de que la oración congregacional era verdaderamente un elemento importante de la adoración corporativa y que el Señor nos había concedido la gracia de tomárnoslo en serio y esforzarnos por hacerlo bien. Con el tiempo, Dios me ayudó a plasmar lo que estaba aprendiendo en un libro (disponible en inglés).

Mi oración es que este artículo, basado en el libro, ayude y anime a pastores, líderes de alabanza y otros a glorificar a Dios y fortalecer a la iglesia por medio de dedicar la misma reflexión y preparación para dirigir la oración que toman para preparar sermones o dirigir la música. Estos son cuatro principios para guiar esta búsqueda.

1. La oración pública debe incluir adoración, confesión y súplica.

Puesto que la admiración y el amor de todo corazón a Dios son fundamentales en nuestra relación con Él como Creador y Redentor, la adoración es la primera y más básica forma de oración. Las oraciones de adoración deben apuntar al asombro afectuoso, mientras recordamos que estábamos muertos en pecado y que Dios por gracia nos ha dado vida en Cristo (Ef 2:1-10). Dios es infinitamente digno de corazones cautivados que rebosen en alabanza apasionada.

Glorificamos a Dios y fortalecemos la iglesia dedicando la misma reflexión y preparación a dirigir en oración que a preparar sermones o dirigir la música

La confesión corporativa a menudo se descuida en los servicios de adoración o incluso se considera perjudicial para nuestra autoestima. Pero dada la universalidad y la gravedad del pecado, un servicio de adoración no tiene verdadera integridad sin un tiempo de confesión. La confesión debe tener como objetivo un dolor agradecido mientras contemplamos el horror de deshonrar a Dios y las asombrosas riquezas de Su perdón en Cristo.

La súplica es una parte natural de la oración corporativa, pero debido a la tentación de centrarnos principalmente en nuestras necesidades inmediatas, debería equilibrarse con adoración y confesión. El clima de nuestra súplica corporativa debe ser de confianza urgente, mientras elevamos nuestras preocupaciones a nuestro Padre celestial, confiando en Sus abundantes misericordias.

Estos tres tipos esenciales de oración pueden ser orados individualmente en diferentes momentos a lo largo del servicio o combinados de diversas maneras.

2. La oración pública debe ser trinitaria.

No es necesario que todas las oraciones públicas mencionen al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo pero, para ser verdaderamente cristianas, nuestras oraciones deben dar testimonio consistente de los tres en uno. Esto se debe a que, en la Escritura, todo es trinitario. Las tres personas de la Divinidad están igualmente implicadas, aunque de forma distinta, en la creación, la providencia, la redención, la santificación y la consumación.

La oración de Pablo en Efesios 3:14-19 es un buen ejemplo de oración trinitaria. Él ora al Padre para que los efesios sean fortalecidos por el Espíritu a fin de que el Hijo habite en sus corazones por la fe. Aquí una muestra de cómo podría sonar la adoración trinitaria:

Te adoramos, Padre, por ser el autor de todas las cosas en el cielo y en la tierra… Te alabamos, Jesús, por ser la imagen perfecta y el resplandor del Padre… Te adoramos, Espíritu Santo, dador de vida, Consolador y Ayudador (p. 87).

3. La oración pública debe ser reflexiva y reverente.

Cuanto más pública es una oración, más pensada debe ser. Esto es especialmente aplicable al domingo por la mañana. Sin una preparación adecuada, la oración puede derivar hacia la repetición y la irreverencia.

La repetición puede consistir en decir palabras como solo, um, realmente, sí, o el nombre de Dios o Señor cada dos frases. Acabamos repitiendo temas sobre los que ya hemos orado con palabras ligeramente distintas y dando vueltas interminables a la pista mientras la gente clama en silencio: «¡Aterriza el avión!». La cura para la repetición es una preparación meditada y estar dispuestos a practicar la oración con anticipación.

La cura para la irreverencia es recordar la distancia infinita entre la criatura pecadora y el Dios santo y que la santidad de Dios es inseparable de Su amor

La oración irreverente ocurre cuando la majestuosa trascendencia de Dios se olvida o es absorbida por Su misericordiosa inmanencia. Del mismo modo, se hace demasiado énfasis en la intimidad con Dios y poco hincapié en la reverencia humilde, y este exceso de familiaridad casual puede hacer que Dios suene como nuestro «amiguito» en lugar de como el Santo.

La cura para la irreverencia es recordar la distancia infinita entre la criatura pecadora y el Dios santo y que la santidad de Dios es inseparable de Su amor.

Eclesiastés capta la necesidad de ser reflexivo y reverente en la oración:

Guarda tus pasos cuando vas a la casa de Dios, y acércate a escuchar en vez de ofrecer el sacrificio de los necios, porque estos no saben que hacen el mal. No te des prisa en hablar, ni se apresure tu corazón a proferir palabra delante de Dios. Porque Dios está en el cielo y tú en la tierra; Por tanto sean pocas tus palabras (Ec 5:1-2).

4. La oración pública debe ser centrada en el evangelio.

D. A. Carson dijo una vez que sus alumnos no solo aprendían lo que él enseñaba, sino también lo que a él le emocionaba. ¿Qué emocionaba al apóstol Pablo? ¿En qué pensaba, sobre qué hablaba, qué escribía y por qué oraba? La respuesta: «Porque nada me propuse saber entre ustedes excepto a Jesucristo, y Este crucificado» (1 Co 2:2).

Dado que toda la Biblia apunta a la obra redentora de Jesús (Lc 24:44-47), el evangelio debe ocupar un lugar central en todo nuestro servicio de adoración, incluidas nuestras oraciones corporativas. Nada glorificará más a Dios ni animará más a los santos que cantar, predicar y orar el evangelio de la gracia de Dios. La siguiente oración de adoración se regocija en las múltiples glorias del evangelio:

Nuestro Padre celestial por medio de Jesucristo, ¿cómo podemos alabarte adecuadamente por el Don de los dones? En Cristo, tu Hijo, vemos una maravillosa condescendencia. Él bajó a la tierra para elevarnos al cielo, y se hizo semejante a nosotros para que pudiéramos llegar a ser como Él. En Cristo, tu Hijo, vemos un amor admirable. Cuando no pudimos subir hasta Él, descendió para estar cerca de nosotros y atraernos hacia Él.

… En Cristo, tu Hijo, vemos la sabiduría gloriosa. Cuando estábamos completamente perdidos, sin deseo de volver y sin sabiduría para planear nuestra recuperación, Él se hizo Emmanuel (Dios con nosotros) para salvarnos hasta lo sumo…  ¡Gloria a ti en las alturas, Padre! Juntos te alabamos por tu asombroso, costoso y redentor amor en Cristo (99–100).

Un ejercicio final

¿Qué podrías hacer para mejorar la calidad de tus oraciones corporativas? Esta es una idea. Sumérgete esta semana en Colosenses 1:3-14. Medita en esta oración centrada en el evangelio, hermosa, equilibrada, reverente y trinitaria. Luego escribe una oración personal de adoración, confesión y súplica, utilizando el «yo» en tu oración. Por último, conviértela en una oración colectiva, usando el «nosotros» y utilízala para dirigir en oración a tu familia, estudio bíblico o iglesia.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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