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Pocos pastores aprovechan una oportunidad para predicar un sermón sobre sexualidad.

Yo ciertamente no lo hago. Cuando vi mi nombre en el programa de predicación de nuestra iglesia junto al tema “Sabiduría en la sexualidad (Proverbios 5-6)”, mi primera reacción fue tratar de salirme de eso. ¿No podría un anciano con más experiencia en nuestra iglesia tomar ese tema?

Pero no intenté evadirlo. Prediqué el sermón. Y estoy feliz de haberlo hecho.

¿Estaba el edificio helado como la Antártida mientras predicaba por 40 minutos sobre el sabio diseño de Dios para la sexualidad humana? Sí. ¿Se me secó la garganta como el Sahara mientras avanzaba el sermón sobre la complementación de género, la inmoralidad sexual, y lo que significa beber el agua “de tu cisterna” (Pr. 5:15)? Definitivamente sí.

Pero los comentarios que recibí después de predicar el sermón me sorprendieron. Gracias por compartirlo. Gracias por no evitar un tema tan difícil. Necesitamos más sermones sobre este tema.

Pastores, sus ovejas tienen hambre de una enseñanza clara, compasiva, y bíblica sobre temas difíciles.

Pastores, sus ovejas quieren que toquen esos temas. Tienen hambre de una enseñanza clara, compasiva, y bíblica sobre los temas difíciles que enfrentan en nuestra cultura y en sus propias familias. La sexualidad. El género. La reconciliación racial. El infierno. La ira de Dios. El diezmo. La disciplina de la iglesia. El divorcio. La avaricia y el materialismo. La guerra y la violencia. Los dones carismáticos. La exclusividad de Cristo.

La Biblia tiene cosas qué decir sobre todos estos temas. Y los predicadores no tienen por qué callar.

Todo el consejo

Se necesita valor para predicar todo el consejo de Dios. Cuando Pablo le dice a los ancianos de Efeso: “No rehuí declararles todo el propósito de Dios” (Hch. 20:27), insinúa que había razones por las cuales algunos rehuían.

Todo el consejo de Dios intimida. Algunas partes son aterradoras, y francamente son ofensivas en diversos contextos culturales. Muchas partes desalientan porque son directas. Otras desalientan porque son complejas, se resisten al “sermón de tres puntos”.

De cualquier manera, es un desafío predicar todo el consejo de Dios, revelado a nosotros en su Palabra

Pero debemos hacerlo. Porque, como pastores, tenemos la sangre de nuestras congregaciones en nuestras manos (Hch. 20:26).

¿Sensible a los que buscan? Eso no es auténtico

El enfoque de la iglesia “sensible a los que buscan” asume que la mayoría de la gente no quiere escuchar nada incómodo desde el púlpito el domingo por la mañana.

La gente solo quiere sermones para sentirse bien, con puntos fáciles y prácticos para crecer personalmente, ¿verdad? La gente correrá a la salida y nunca regresará a la iglesia si predicamos sobre temas difíciles, ¿verdad?

No estoy muy seguro.

Soy un evangélico millennial que se crió con sermones inofensivos y asistió a grupos de jóvenes donde nunca se hacían preguntas difíciles. Por lo tanto, en verdad quiero que las iglesias se inclinen por los temas difíciles y las preguntas espinosas. Muchos de mis compañeros sienten lo mismo.

Los estudiantes universitarios que discipulo en estos días no están buscando un cristianismo agradable, inofensivo, fácil, y cómodo. Para ellos, eso es falso e inauténtico. ¿Por qué? ¡Porque es falso e inauténtico!

El cristianismo inevitablemente cuesta e incomoda. Es una fe construida alrededor de un hombre que fue brutalmente crucificado en una cruz, quien le dijo a sus seguidores: “Si alguien quiere venir conmigo, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame” (Mr. 8:34).

Esas no son las palabras de un hombre que se preocupa por no ofender a las masas.

No ocultes la ofensa

Naturalmente, sentimos la tentación a ocultar las varias ofensas del cristianismo, pero como lo señala Charles Spurgeon, lo hacemos bajo nuestro propio riesgo:

No escondas la ofensa de la cruz, no sea que la dejes sin efecto. Los ángulos y las esquinas del evangelio son su fortaleza; cortarlos es privarlo de poder. Si bajas el tono no aumentarás la fuerza, sino que harás morir el mensaje.

No necesitamos bajarle el tono a las Escrituras ni domesticar el evangelio. Necesitamos predicarlo completo y con audacia.

No necesitamos bajarle el tono a las Escrituras ni domesticar el evangelio. Necesitamos predicarlo completo y con audacia.

Las personas en nuestras bancas no quieren que se les venda un cristianismo falso y desinfectado que los afirme convenientemente donde sea que estén, y que los deje sin estirarse y sin sacudirse.

Quieren escuchar la verdad, por difícil que sea.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Sam Ortiz.
Imagen: Lightstock.

 

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