¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

El año pasado ha sido el más difícil de los dieciséis años que llevo en el ministerio. Los desafíos han sido abrumadores y agotadores. De cierta manera, ha sido la tormenta perfecta de catástrofes y conflictos mientras nos enfrentamos a una pandemia, protestas y división política.

Ninguna clase de seminario podría haberme preparado para atravesar por una orden gubernamental de 12 semanas que obligó a nuestra iglesia a trasladar nuestras reuniones de adoración presenciales a virtuales. Como muchos otros pastores, sentí un estrés significativo al no saber cuándo reabriríamos o cómo sería el proceso, si la gente se mantendría conectada o si sobreviviríamos al golpe financiero.

Apenas unas semanas después, la presión se agudizó cuando la brutal muerte de George Floyd encendió protestas y disturbios en todo Estados Unidos. No muchas semanas después de ese suceso, la elección presidencial trajo un nuevo conjunto de desafíos, superado por la división política en las semanas posteriores a la elección cuando las teorías de conspiración se multiplicaron y una turba insurreccional atacó el Capitolio. Ha sido un desafío navegar por estas aguas como un pastor de una iglesia local.

Realmente no hay una palabra adecuada para describir todas las complejidades que estos eventos han presentado para los pastores.

Ha sido difícil. Cansado de las decisiones, críticas, agotamiento; lo he experimentado todo. Al hablar con amigos pastores en distintas partes de Estados Unidos, encuentro a muchos de ellos en la cuerda floja.

Algunas iglesias prosperan

No todo es malo. Algunas iglesias parecen haber superado los desafíos del COVID de maneras sorprendentes. Me encanta ver informes sobre las cosas asombrosas que están sucediendo en las iglesias a pesar de la crisis.

He visto que algunas iglesias reportan un 90% de asistencia normal. Otros están experimentando cientos de bautismos durante esta temporada, y miles de personas están indicando una decisión por Cristo a través de los servicios de adoración en línea. Me regocijo con todo esto.

Pero por el momento, estas cosas no están sucediendo en mi iglesia. Nuestras ofrendas han sido buenas y la gente ha sido paciente, comprensiva y se ha mantenido unida durante el año. Como todos los demás, he experimentado críticas en esta crisis, pero la mayoría de los miembros de nuestra iglesia me han apoyado. Incluso hemos visto a varias personas poner su fe en Cristo.

Pero nuestra comunidad e iglesia se han visto muy afectadas por el COVID. Promediamos alrededor del 35% de nuestra asistencia normal al servicio de adoración. Muchos de los que no han regresado están preocupados por el virus. Otros, me temo, se han desconectado totalmente de la vida de la iglesia, a pesar de nuestros mejores esfuerzos para sostener el ministerio en este tiempo.

Más allá de esto (y más preocupante), hemos tenido más dificultades en nuestros esfuerzos evangelísticos este año que en cualquier otro momento de mi ministerio. No es porque no lo hayamos intentado. He hecho el llamado de venir a Cristo todas las semanas. Hemos tenido algunas estrategias creativas de evangelización. Pero debido a la dinámica social de la pandemia y la cancelación de eventos evangelísticos, no estamos alcanzando a personas para Cristo como quisiera.

Jesús es el pastor principal de la iglesia. En última instancia, lo que la iglesia es o en lo que se convertirá depende de Él

Esto es frustrante. También es aterrador. A menudo me pregunto: ¿Cuándo volverán todos? ¿Volverán en algún momento? Me pregunto cada vez con mayor frecuencia: ¿Será que he fallado en algún aspecto de mi liderazgo que no estamos teniendo el éxito exterior que tienen otros?

Ahora me siento probablemente menos seguro que nunca acerca de mis habilidades de liderazgo. Simplemente no tengo lo que se necesita.

Dios tiene todo lo que necesito

No puedo cambiar mi iglesia. No puedo hacer que la gente regrese. No puedo chasquear los dedos y ver los bautismos aumentar. Pero Dios puede. No tengo la sabiduría o la habilidad adecuada para superar todo esto. Pero cada vez que me doy cuenta de lo que no puedo hacer y lo que no tengo, encuentro un profundo aliento al saber que Dios tiene todo lo que necesito. Jesús es el pastor principal de la iglesia. En última instancia, lo que la iglesia es o en lo que se convertirá depende de Él. Él está a cargo.

Mi responsabilidad es ser fiel, perseverar, seguir pastoreando y confiarle lo que sucederá con la iglesia. Mi trabajo no es hacer crecer la iglesia. No es arreglar la iglesia. Mi trabajo es cuidar de las ovejas que pertenecen a Jesús y guiarlas hacia Él, por más desafiante que sea el camino en este momento.

No es por accidente que el autor de Hebreos enfatiza repetidamente la importancia de la perseverancia cuando nos dice que sigamos corriendo la carrera (Heb 12:1-3). El ministerio pastoral no es una carrera de velocidad; es un maratón.

El ministerio pastoral no es una carrera de velocidad; es un maratón

Si estás experimentando sentimientos de impotencia o aún de desesperanza, si estás frustrado o asustado, debes saber esto: no estás solo. Los pastores alrededor del país se sienten de la misma manera. Jesús lo sabe, le importa y está contigo. Por muy desanimado que estés, por muy cansado que estés, por mucho que te afecten los sentimientos de insuficiencia, Jesús te ve, te ama y no te desamparará.

Mantén tu mano en el arado. No te rindas. A su debido tiempo, cosecharemos.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando