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Nuestro Dios sigue siendo global

Cómo recordar las misiones mundiales

Dudo en decir esto siendo pastor de misiones, pero soy una persona bastante centrada en lo local. De manera natural me inclino a prestar atención a las personas, los lugares y las tareas más cercanas. Los amigos y lugares lejanos tienden a volverse fácilmente «fuera de vista, fuera de mente». A menudo, me interesan más los asuntos tratados en la reunión del concejo municipal que las noticias de última hora en la BBC.

Tal vez te identifiques. Quizás, como yo, seas un cristiano miope tratando de mantener la vista fija en lo que parece una misión lejana. Sabes que Dios ha llamado a la iglesia a hacer discípulos de todas las naciones, pero te cuesta conectar tu vida diaria con esta tarea distante. Una multitud de preocupaciones importantes e inmediatas empuja a los pueblos del mundo al margen de tus oraciones y atención.

La iglesia, por la naturaleza misma de su misión, debe estar atenta al avance global del evangelio (Mt 28:18-20; Hch 1:8). Pero ¿cómo podemos mantenernos emocionados por la obra de Dios entre todos los pueblos? ¿Cómo podemos mantener las necesidades de las naciones ante nuestras iglesias, nuestras familias y nuestras propias almas?

Reflexiona sobre la gloria de Dios

Primero lo primero: no nos preocuparemos por el mundo, si no nos preocupamos por la gloria de Dios. El pensamiento adecuado acerca de las naciones comienza con un pensamiento correcto acerca de Dios. Los creyentes no llegan a ser cristianos globales solo por ver más noticias o pasar más tiempo en mercados de comida étnica. Nos convertimos en cristianos globales cuando encontramos al Dios que merece y demanda adoración mundial.

El salmista convoca al pueblo de Dios a declarar «Su gloria entre las naciones, / Sus maravillas entre todos los pueblos» (Sal 96:3). ¿Por qué? «Porque grande es el SEÑOR, y muy digno de ser alabado» (Sal 96:4). La lógica de estos dos versículos es sencilla: el pueblo de Dios debe proclamar Su gloria por todo el planeta porque Su grandeza lo exige.

Dios es tan glorioso —tan digno de adoración— que la alabanza de un solo grupo de personas no es suficiente. Nuestro Dios no es como los pequeños dioses paganos de las naciones que supuestamente gobiernan sobre partes limitadas de la creación (como el dios de la lluvia o el dios de la fertilidad). Más bien, Él reina como Rey sobre toda la creación y todas las naciones (Sal 47:7-8). Por lo tanto, es apropiado que la infinita profundidad de la grandeza y belleza de Dios sea magnificada por una diversidad de adoradores. Apreciamos la voz de un cantante solista talentoso, pero hay algo especialmente magnífico cuando una multitud de voces se une en gloriosa armonía. De manera similar, Dios exhibe Su supremacía al reunir un pueblo multiétnico que se compromete gozosamente con Su alabanza.

Cuando veamos a Dios tal y como Él es, nos entristecerá ver a las naciones correr tras ídolos vanos (Sal 96:5). Anhelaremos ver a una multitud de idólatras de todos los rincones del planeta cambiar sus imágenes para unirse al cántico eterno del único Dios verdadero.

Lee con lentes globales

El tema de la gloria de Dios entre las naciones permea las páginas de las Escrituras. Al trabajar en tu plan de lectura bíblica, presta atención a cuántos pasajes se relacionan con las promesas de Dios para las naciones. Cuando leemos con lentes globales, descubrimos que la comisión de Cristo en Mateo 28 no es el comienzo del corazón de Dios por las naciones, sino la extensión de Su antiguo plan redentor.

El pensamiento adecuado acerca de las naciones comienza con un pensamiento correcto acerca de Dios

Vemos en las primeras páginas de las Escrituras que Dios tenía la intención de llenar la tierra con personas que lo reflejaran de manera correcta (Gn 1:26-28). Incluso después de la caída, Dios continuó comprometido con bendecir a todas las familias de la tierra a través de Su descendencia prometida (Gn 12:3). A lo largo de la historia de Israel, Dios reveló que este grupo étnico en particular sería el medio por el cual salvaría a todas las naciones (1 R 8:43, 60; Sal 67:2; 72:8-11; 96:1-13). Cuando Israel falló, los profetas nos dejaron con la esperanza de un Rey davídico venidero que traería salvación hasta los confines de la tierra (Is 49:6).

Al final de los evangelios, este Rey mesiánico derramó Su sangre para adquirir un pueblo de todas las naciones y lenguas. Luego, volvió a comisionar a Su nuevo pueblo (la iglesia) para llenar la tierra con discípulos de Jesús, lo cual empieza a desplegarse en los libros restantes del Nuevo Testamento.

Al abrir regularmente las Escrituras con tu familia, grupo pequeño o iglesia, destaca las referencias globales a lo largo del camino. No dejes que tus hijos pasen por alto el hecho de que Romanos es una carta de apoyo misionero. Recuerda a tu grupo pequeño que Filipenses es una nota de agradecimiento a los misioneros. Involucra a tu iglesia en la emoción escatológica de Apocalipsis 7, cuando adoraremos al Cordero inmolado pero resucitado junto a hermanos y hermanas de toda tribu, lengua, pueblo y nación.

Personaliza las necesidades de las naciones

¿Cómo pasamos de una conciencia escritural a una aplicación real en la vida diaria? Muchos creyentes han comenzado a orar por las naciones utilizando recursos como Operation World, Joshua Project o (el más reciente) Stratus Index. Aunque son valiosos e informativos, el contenido que proporcionan puede parecer teórico e impersonal para algunos de nosotros. Si eres como yo, los datos pueden paralizarte. ¿Debería orar por las tribus Kanura de Nigeria o por los Kahar de la India? ¿Debo enfocarme en los no alcanzados, los no comprometidos o los perseguidos?

Si la abrumante cantidad de información te desanima, te animaría a que dirijas tu atención hacia pueblos y lugares con los que tengas una conexión natural y específica. En otras palabras, personaliza las necesidades globales. En lugar de tratar de orar por todo el mundo, familiarízate con una región del planeta con la que tú, tu familia o tu iglesia tengan algún vínculo personal o interés.

Considera reavivar amistades con creyentes extranjeros con los que te hayas cruzado en algún momento. ¿Tu familia alguna vez hospedó a un estudiante de intercambio? ¿Tu iglesia ha atendido a alguna población inmigrante en particular? Aprovecha estas conexiones y haz uso de la tecnología moderna para reavivar relaciones. Observa cómo esto podría conducirte a un mayor compromiso con la causa misionera.

Otra forma de hacer que las misiones globales sean personales es reflexionar sobre las culturas o lugares que te interesan. ¿Te fascina algún grupo étnico del que leíste en una biografía misionera reciente? ¿Sueles disfrutar de alguna comida étnica en particular? ¿Te atrae el entretenimiento o el arte de algún lugar al que el evangelio aún no ha llegado? Si ya te interesan estas personas y lugares, permite que los objetivos de la Gran Comisión infundan esa fascinación.

Nos convertimos en cristianos globales cuando encontramos al Dios que merece y demanda adoración mundial

Y recuerda que las naciones están a tu puerta. Tal vez no puedas viajar mucho al extranjero, pero en nuestra era globalizada es probable que encuentres muchas nacionalidades representadas en tu vecindario. Busca oportunidades para interactuar con ellos y aprender sobre sus culturas. Expón a tu familia a diferentes comidas, lenguas, culturas y cosmovisiones. Tomar estos pasos te dará una comprensión más práctica de las dificultades de las misiones y avivará tus oraciones para que Dios abra «una puerta de fe a los gentiles» (Hch 14:27). Pero ten cuidado: este puede ser el camino que Dios use para llevarte al extranjero. Tengo amigos cuya relación con los somalíes en su vecindario finalmente los impulsó a involucrarse en el ministerio a tiempo completo en el Cuerno de África.

Comprométete con el compañerismo en el evangelio

Sin embargo, al final de cuentas, la forma más práctica que he encontrado para hacer que las misiones se sientan como «un mundo pequeño después de todo» es asociarme con hermanos y hermanas que están llevando a cabo la obra del evangelio entre las naciones. Cuanto más específico y personal sea el tema, más me emociono al orar y participar. Regularmente intercedo por una pequeña iglesia en Higuito, Costa Rica, porque un querido mentor y amigo es su pastor. Mantengo mi atención en la obra del evangelio en el Golfo Arábigo porque Dios ha unido mi corazón a un hermano y su familia que laboran allí.

Tendría que olvidar a estos amigos para perder de vista las naciones y las iglesias a las que sirven. Mi compromiso con estos compañeros me mantiene unido a la misión de Dios en el mundo. Así que, piensa en esos amigos queridos que conoces sirviendo en el extranjero y comprométete con su ministerio. Contribuye financieramente. Anímalos con frecuencia.

Si no conoces a ningún misionero o ministerio nacional, pregunta a los líderes de tu iglesia a quién te recomiendan conocer. Aunque pueda parecer difícil invertir en alguien que pronto podría mudarse al otro lado del mundo, esfuérzate por construir relaciones duraderas con miembros de tu iglesia que estén considerando trabajar a largo plazo en el extranjero. Comprometerte con estas personas hará que las misiones lejanas se sientan locales, y este compañerismo mantendrá el ministerio del evangelio en tierras distantes en tus pensamientos y cercano a tu corazón.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Eduardo Fergusson.
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