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En Números 14, Dios dice que exterminará a todo Israel debido a su constante incredulidad (Nm 14:11-12). Moisés ora y Dios cede (Nm 14:13-20). Moisés hizo que Dios cambiara de opinión. ¿Verdad?

Esto no solo entraría en contradicción con la enseñanza bíblica sobre la inmutabilidad de Dios (Él no puede cambiar), que es un ancla de consuelo y seguridad para los creyentes, sino que también parece contradecir la teología del libro de Números, que dice: «Dios no es hombre, para que mienta, / Ni hijo de hombre, para que se arrepienta» (Nm 23:19). Si Dios no cambia de opinión en Números 14, ¿qué es lo que cambia?

Para responder esa pregunta, debemos ver lo que pasa en el capítulo y cómo el autor de Números tiene la intención de que entendamos esta historia en el contexto del tiempo de Israel en el desierto.

¿Qué pasó en el desierto?

A punto de entrar en la tierra prometida, Israel envía representantes para investigar el territorio y reportar lo que encuentran (Nm 13). Ellos informan que la tierra es buena, pero está llena de gigantes que Israel no podría derrotar. Solo Caleb y Josué se les oponen, diciendo que, si Dios está con Su pueblo, no caerán.

La primera escena de Números 14 muestra cómo responde Israel al reporte de los espías. Ellos dicen: «¿Por qué nos trae el Señor a esta tierra para caer a espada? Nuestras mujeres y nuestros hijos van a caer cautivos. ¿No sería mejor que nos volviéramos a Egipto?». Y se dijeron unos a otros: «Y se decían unos a otros: “Nombremos un jefe y volvamos a Egipto”» (Nm 14:3-4).

Dios responde a su incredulidad diciéndole a Moisés: «Los heriré con pestilencia y los desalojaré, y a ti te haré una nación más grande y poderosa que ellos» (Nm 14:12). Moisés le suplica a Dios que tenga misericordia, porque los egipcios y las naciones que han oído de Su fama se enterarán y pondrán en duda la capacidad de Dios para cumplir Su promesa (Nm 14:13-16). Le ruega a Dios que magnifique Su poder y perdone a Su pueblo según Su misericordia (Nm 14:17-19).

La declaración de Dios en Números 14:11-12 no es un cambio en Sus planes, sino una prueba para Moisés

Dios responde a la oración de Moisés con misericordiosa disciplina. La generación incrédula no moriría inmediatamente, pero ninguno de ellos, excepto Josué y Caleb, entraría en la tierra prometida. Todos morirían en el desierto a causa de su incredulidad (Nm 14:20-38). En la escena final del capítulo, Israel vuelve a responder con incredulidad, intentando tomar la tierra sin Dios, y son derrotados por los amalecitas y los cananeos (Nm 14:39-45).

Dios dice que exterminará a Israel y empezará de nuevo con Moisés, pero eso nunca sucede. ¿Acaso Moisés calmó a un Dios airado como un buen amigo que le convence para que no pelee?

Probados en el desierto

Podríamos responder a esta pregunta a través de la doctrina bíblica sobre Dios. El cambio es un atributo de las criaturas; la inmutabilidad es un atributo del Creador. Dios no puede cambiar. Este es un punto crucial, pero para muchos puede sentirse insatisfactorio. Parece esquivar la cuestión planteada en el texto. Por esta razón, además de afirmar la inmutabilidad de Dios, también podemos permanecer en el texto y ver cómo el contexto del Pentateuco arroja luz sobre lo que sucede entre Dios y Moisés.

Lo que ocurre en el desierto es una prueba de fe. Aunque Números es un libro independiente, con su propio tema y propósito, no está aislado. Pertenece a la historia más amplia de la Torá (desde el Génesis hasta el Deuteronomio), y este contexto nos ayuda a comprender la intención del autor en Números 14.

El desierto fue una prueba de fe, que revelaba lo que había en el corazón del pueblo de Dios y demostraba que Él era digno de confianza

Cuarenta años después de Números 14, Moisés le dice a la generación que está a punto de entrar en la tierra prometida: «Y te acordarás de todo el camino por donde el Señor tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no Sus mandamientos» (Dt 8:2). El desierto fue una prueba de fe, que revelaba lo que había en el corazón del pueblo de Dios y demostraba que Él era digno de confianza (Dt 8:3-4). Reconocer el desierto como un lugar de prueba significa que la declaración de Dios en Números 14:11-12 no es un cambio en Sus planes, sino una prueba para Moisés.

El pecado del pueblo en Números 14 es la incredulidad. En los versículos 1-10, ellos no confían en la promesa de Dios, en Su bondad y en Su poder cuando se niegan a entrar en la tierra. En los versículos 39-45, vuelven a actuar con incredulidad cuando intentan tomar la tierra después de que Dios les había prometido cuarenta años en el desierto y la muerte de todos los adultos de esa generación, con excepción de Josué y Caleb (Nm 14:28-32).

Ambos episodios muestran que Israel no confía en la palabra de Dios y actúa con incredulidad. Dios pone a prueba a Moisés de manera similar. Anteriormente, Moisés se había quejado con Dios acerca del pueblo, diciendo: «¿Por qué has tratado tan mal a Tu siervo? ¿Y por qué no he hallado gracia ante Tus ojos para que hayas puesto la carga de todo este pueblo sobre mí?» (Nm 11:11). Números 14:12 parece conceder el deseo de Moisés: Dios exterminará a estos quejumbrosos y comenzará de nuevo con Moisés. ¿Cómo responde Moisés?

Una súplica fiel

Moisés habla con Dios de una manera totalmente diferente de lo que podríamos esperar. Intercede por Israel, suplicándole a Dios que sea misericordioso. Su petición se basa en el carácter de Dios, en la obra de Dios y en la palabra de Dios.

Si los egipcios se enteran de que Israel murió en el desierto, la gloria de Dios en el Éxodo sería cuestionada. Dirían: «Porque el Señor no pudo introducir a este pueblo a la tierra que les había prometido con juramento, por eso los mató en el desierto» (Nm 14:16).

La súplica de Moisés se basa en el hecho de que Dios siempre cumple Su palabra. Lo que promete, lo cumple

La súplica de Moisés se basa en el hecho de que Dios siempre cumple Su palabra. Lo que promete, lo cumple. Prometió llevar a Su pueblo a la tierra (Números 14:13-16). Por Su palabra, se reveló a Sí mismo como «lento para la ira y abundante en misericordia, y perdona la iniquidad y la transgresión; pero de ninguna manera tendrá por inocente al culpable; sino que castigará la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y la cuarta generación» (Nm 14:18).

Moisés no suplica misericordia porque espera que el pueblo se comporte mejor la próxima vez. Suplica la misericordia de Dios «conforme a la grandeza de Tu misericordia» (Nm 14:19). La súplica de Moisés se puede resumir simplemente en pedirle a Dios que cumpla Su palabra. La incredulidad de Israel contrasta con la fe de Moisés.

Moisés no calma a un Dios airado como un árbitro que interviene para detener una pelea. Más bien, Moisés responde a la prueba de fe con confianza en el Dios que no cambia.

Un mediador que confía en Dios

Moisés es como nosotros en algunos aspectos y diferente en otros. A diferencia de nosotros, Moisés fue elegido por Dios como el líder del pacto de Su pueblo. Actuó como profeta, hablando en nombre de Dios. También actuó como sacerdote, intercediendo por toda la familia del pacto. Él fue el líder y libertador del pueblo de Dios. En Números 14, la confianza en Dios de Moisés, la cabeza del pacto, es puesta a prueba en el desierto.

Jesús es nuestra cabeza del pacto que nunca falla a causa de la incredulidad

¿Te suena conocido?

El Evangelio de Mateo revela a Jesús como el «profeta como Moisés» que Dios prometió levantar. Antes de que Jesús llevara la palabra de Dios a Su pueblo desde un monte en Mateo 5-7, es puesto a prueba en el desierto (Mt 4:1-11). Jesús es probado para ver si hará la voluntad de Dios a la manera del Padre, o si buscará la gloria según la promesa de Satanás (Mt 4:8-10).

Al igual que Moisés, se enfrenta a una prueba de confianza. A diferencia de Moisés, que al final sucumbió a la incredulidad (Nm 20:12), Jesús confió en el Padre durante todo el camino hasta la cruz. Jesús es nuestra cabeza del pacto que nunca falla a causa de la incredulidad.

Números 14 no muestra que Dios cambie de opinión, sino que la cabeza del pacto del pueblo de Dios tiene éxito donde ellos tropezaron y ahora intercede a su favor.

Al igual que la generación del desierto, fallamos regularmente en las pruebas de fe cuando actuamos con incredulidad. Pero tenemos una cabeza del pacto que es como Moisés (y mejor que Moisés), que intercede por nosotros según el carácter inmutable de Dios y Su promesa.

Aquel que intercede por nosotros basa Su súplica en el amor inquebrantable de Dios y en Su promesa de salvación solo por gracia, de modo que, cuando caemos en el pecado debido a la incredulidad, tenemos una esperanza segura de misericordia y reconciliación.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition Canada. Traducido por María del Carmen Atiaga.
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