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Nota del editor: 

El pastor John Piper recibe preguntas en su programa Ask Pastor John. A continuación su respuesta a una de esas preguntas.

¿Qué le dirías a los predicadores y a los congregantes que buscan una predicación expositiva? ¿Qué es eso, exactamente?

Si no se le dice a la gente el punto principal que el autor bíblico está tratando de comunicar en el texto, no se está haciendo una exposición fiel, sin importar cuántas cosas buenas se digan sobre el texto. No importa cuántas cosas interesantes, o verdaderas, o cuántas aplicaciones le des, no es exposición.

Las intenciones de los escritores inspirados nunca fueron simplemente transferir información de sus mentes a nuestras mentes. 

Aquí está mi definición: la exposición es comunicar a la gente lo que el autor bíblico estaba tratando de comunicar a través de sus palabras inspiradas. Pero quiero apresurarme a decir que en mi nuevo libro, Expository Exultation (Exultación expositiva), voy mucho más allá de esa definición de exposición. Creo que muchos predicadores jóvenes, y probablemente también mayores, tienen la idea de que en la exposición tratamos principalmente de llevar las ideas de la cabeza del autor bíblico a la cabeza de aquellos que están escuchando la predicación.

Más que ideas

Cuando hablo de encontrar la intención del autor en nuestra exégesis y luego transferirla a la mente del oyente a través de la exposición, puedo dar la impresión de que la tarea principal de la predicación es la transferencia de ideas. Y por supuesto, no quiero menospreciar eso.

La exposición nunca puede ser menos que eso, puesto que en todos los capítulos de la Biblia hay ideas que cambian la vida. Los cristianos deben conocer estas ideas. Pero no requiere mucha reflexión darse cuenta de que la intención de los escritores inspirados de la Biblia nunca fue, y repito, nunca, simplemente transferir información de sus mentes a nuestras mentes. Sus intenciones siempre, y repito, siempre, van más allá de la transferencia de información.

Por ejemplo, cuando Pablo dice: “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios” (Ro. 5:1), su intención no es solo que nuestras mentes tengan algunas ideas nuevas. Él no quiere que nosotros solo sepamos que la justificación es por fe y que a través de esto uno puede disfrutar la paz con Dios.

Su intención también incluye que comprendamos esto, que veamos con los ojos del corazón, que nos conmueva la maravilla, la belleza, y la gloria de lo que es la justificación, y lo que es la fe, y lo que es la paz, y lo que es Dios.

Pablo no solo quiere que sepamos lo que significan todas esas palabras, sino que sepamos qué son todas esas realidades.

Pablo no solo quiere que sepamos lo que significan todas esas palabras, sino que sepamos qué son todas esas realidades. Esa es parte de su intención. Si esto es cierto, entonces la exposición nunca puede (y lo repito, nunca) contentarse con la transferencia de ideas.

Exultación: una manifestación de gran alegría.

Cuando defino que la exposición comunica a las personas lo que el autor bíblico estaba tratando de comunicar a través de sus palabras inspiradas, incluyo en esa definición no solo las ideas, sino la realidad detrás de las ideas: la realidad de Dios, la realidad de la justificación, la realidad de la fe, la realidad de experimentar la paz con Dios. Incluyo la experiencia de esas realidades.

La transformación que viene a través de la experiencia de esas realidades está incluida en lo que Pablo quiso, destinó, esperó, y oró mientras escribía esa oración para los cristianos romanos. Es por eso que defino la predicación no solo como exposición, sino como exultación expositiva; exultación, no exaltación.

En mi mente (espero no exagerar), cuando estudiamos el texto bíblico sin oración y sin buscar encarnar emocionalmente la realidad detrás del texto, es una prostitución del texto. Esto ocasiona que nuestra gente haga lo mismo y solo escuche ideas al no ver la realidad que experimenta el predicador detrás de las ideas.

Veintidós de nuevos

Déjame ver si puedo resumirlo así. Hace poco estuve en una conferencia en la que mi tarea consistía en hablar durante veinte minutos sobre lo que haría si tuviera 22 años de nuevo. Una de las cosas que quería decir es que leería mi Biblia todos los días si tuviera 22 años.

Si tuviera 22 años de nuevo, leería mi Biblia todos los días durante los próximos cincuenta años. Sin falla.

Leería mi Biblia todos los días durante los próximos cincuenta años. Sin falla. La leería con más frecuencia que besar a mi esposa, porque a veces ella no está conmigo en un viaje, pero mi Biblia siempre está conmigo en un viaje. Estoy seguro de que he leído mi Biblia más días de lo que he besado a mi esposa. Es realmente importante besar a tu esposa. Pero es más importante leer la Biblia. 

Desde que escribí este nuevo libro sobre predicación, soy muy consciente de cuántos obstáculos tenemos para leer la Biblia todos los días, y me refiero a realmente leer la Biblia todos los días. He aprendido algunas cosas en los últimos cincuenta años. Si tuviera 22 años de nuevo, la forma en que declararía mi resolución de lectura de la Biblia sería así: me comprometería a leer mi Biblia todos los días, a luchar contra la neblina de la vaga conciencia, para llegar en realidad a las palabras del texto. Me gustaría profundizar en el texto, en la intención de la mente del autor, tanto humano como divino. Profundizaría en la intención del autor y la realidad detrás de todas las palabras, la gramática, y la lógica. Me adentraría en esa realidad hasta que se convirtiera en una realidad experimentada con emociones que correspondan a la naturaleza de la realidad. Me adentraría en esta experiencia emocional de la realidad detrás del texto hasta que tomara forma de palabra y hecho en mi vida. Me sumergiría en esta palabra y hechos hasta que otros vieran la realidad y se unieran a mí en este encuentro con Dios. 

Al describir mi resolución de los 22 años, sobre leer mi Biblia todos los días, lo que estaba haciendo en realidad era describir la tarea del predicador, y lo que he llegado a ver como el gran y maravilloso llamado de la exultación expositiva.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Martín Manchego
Imagen: Converge.org.
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