Para muchos cristianos resulta inquietante la realidad de que deberán enfrentar un juicio por sus obras:
Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O también, tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Dios […]. De modo que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí mismo (Ro 14:10, 12).
Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo (2 Co 5:10).
Por eso hay quienes llegan a sentir incertidumbre ante la realidad de un examen final y pueden cuestionarse el papel de las obras la salvación.
El juicio final y la justificación por la fe
Si hay un juicio por obras, ¿cómo se relaciona con la doctrina de la justificación por la fe sola —sin las obras— tal como enseña toda la Biblia y ha sido el testimonio de la iglesia desde el comienzo?
Existen varias posturas sobre este asunto, pero tres tal vez sean las más comunes:
- La justificación inicial es por la fe, pero la justicia necesaria para entrar en la vida eterna depende también de las obras.
- El juicio final aplica para los creyentes solo en cuanto a los premios que recibirán.
- Dios juzgará a los creyentes según sus obras, pero estas serán evidencias de su justificación por la fe sola en Cristo.
No es posible abordar con detalle estas posturas en este breve artículo. De forma concisa se puede señalar que la primera interpretación resulta insostenible, dado que decir que las obras de algún modo completan la justicia del creyente contradice las claras negaciones paulinas del papel de las obras en la justificación.
Las dos últimas posturas son más recomendables por tener sustento bíblico y merecen una reflexión.
Un juicio para determinar las recompensas
Los proponentes de la segunda postura consideran que la cuestión de la justificación del creyente queda aislada del juicio final según las obras que deberá enfrentar. Reconocen la necesidad de buenas obras como consecuencia de una fe auténtica, pero sostienen que, en el juicio final, los creyentes serán evaluados solo para determinar sus recompensas celestiales por dichas obras.
Las obras no son la base de la aceptación divina, sino un testimonio adicional de la fe o la unión con Cristo
Suelen interpretar las palabras de Pablo: «Los que cumplen la ley; esos serán justificados» (Ro 2:13), como un principio general de lo que uno tendría que hacer para ser justificado por la ley, algo que nadie cumple (cp. Ro 3:20). También interpretan la justificación por las obras de fe, de la que habla Santiago (Stg 2:14-26), no como una vindicación futura del creyente, sino como una demostración presente de la autenticidad de su fe.
A favor de esta postura se pueden considerar diversas cuestiones. Primero, varios textos neotestamentarios parecen indicar que el creyente no estará expuesto a una decisión de justificación o condenación en el juicio final (Jn 5:24; Ro 5:16; 8:1, 33-34). Segundo, otros pasajes retratan a los creyentes ya resucitados en el momento del juicio, lo cual significa que ya están justificados antes de enfrentar el examen de sus obras (Ro 14:10-12; 2 Co 5:10; Ap 9:6-8). Tercero, en la visión de Juan parece que solo aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida serán juzgados según sus obras (Ap 20:11-15). Cuarto, cuando Pablo habla de que «el fuego mismo probará la calidad de la obra de cada uno» (1 Co 3:13), muestra a creyentes expuestos a un juicio para evaluar su servicio en esta vida, no como una posible condena de sus obras.
Estos y otros datos llevan a algunos defensores de esta postura a argumentar que la evaluación de las obras del creyente en el juicio final no tiene que ver con su justificación. El estudioso J. V. Fesko lo resume así: «Podemos expresar esto en términos del ordo salutis: la recompensa por las buenas obras del creyente forma parte de su glorificación, no de su justificación por la fe sola» (Justification, p. 329)
Un juicio para demostrar la fe verdadera
Los defensores de la tercera postura, juntamente con los de la segunda, insisten en que la justificación —tanto en su manifestación presente como futura— se basa siempre en la justicia de Cristo atribuida al creyente por la fe. No obstante, suelen interpretar Romanos 2:13 («los que cumplen la ley; esos serán justificados») y Santiago 2:14-26 («así también la fe sin las obras está muerta») como referencias a la vindicación escatológica del creyente: en el juicio final, las obras serán una evidencia necesaria de la fe verdadera en Cristo o de la unión con Él. También observan que el lenguaje de ciertos textos parece indicar que el juicio para los creyentes sí tiene relación con su destino final (cp. Ro 8:12-13; Gá 6:7-9).
Gracias a la obra completa de Cristo, el creyente se sabe aceptado por Dios en el presente y tiene la firme confianza de que también lo será en el último día
Para resolver la tensión entre la justificación por la fe sola y el juicio según las obras, argumentan que las obras de los creyentes son una forma de hacer público el veredicto divino sobre ellos en el último día.
El teólogo Richard Gaffin lo expresa así:
Para los cristianos, el juicio futuro según las obras no opera según un principio diferente al de haber sido ya justificados por la fe. La diferencia es que el juicio final será la manifestación abierta de esa justificación presente […]. Y en ese juicio futuro, sus buenas obras no serán motivo ni fundamento de su absolución. Tampoco son (co-) instrumentales, un instrumento coordinado para apropiarse de la aprobación divina mientras complementan la fe. Más bien, son el criterio esencial y el manifiesto de esa fe, los «frutos y evidencias integrales de una fe verdadera y viva», apropiándose del lenguaje de la Confesión de Fe de Westminster, 16.2. (By faith and not by sight, p. 112).
Para el creyente, el juicio final no consiste en un veredicto aún por determinar. El resultado no está en duda porque no depende del creyente, sino de Cristo. Los proponentes de esta postura sostienen el carácter declarativo de la justificación por fe y el carácter demostrativo del juicio según las obras. Las obras no son la base de la aceptación divina, sino un testimonio adicional de la fe o la unión con Cristo, puesta de relieve en el último día.
Una confianza firme
Estas dos posturas que se han desarrollado sobre el juicio final que enfrentará el cristiano confirman el carácter gratuito de la justificación por la fe. De hecho, desde ambas posturas se puede sostener que el creyente aparece ya resucitado en el juicio final, lo cual significa que afronta el tribunal plenamente justificado, antes de cualquier examen. Además, ambas reconocen la necesidad de las buenas obras como fruto o evidencia de una fe auténtica.
Por lo tanto, un cristiano no debe estar inquieto por su salvación en el día final, sino confiado. Tener presente que nos espera un juicio por nuestras obras debe animarnos a vivir de una forma que agrada a Dios y sea testimonio de una fe genuina.
Lo importante es reconocer que la justificación es siempre por fe, porque siempre depende de la obra completa y suficiente de Cristo, nunca del aporte humano. Es gracias a esta realidad que el creyente se sabe aceptado por Dios en el presente y tiene la firme confianza de que también lo será en el último día.