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Fomentando la pluralidad de ancianos

En una tarde de mediados de julio nadie quiere un solo cubo de hielo en su limonada. Después de salir del autoservicio, ¿estarías satisfecho con solo una papa frita en tu comida? ¿Estarías satisfecho con solo un calcetín en tu cajón? “Uno” es el número más solitario. Cuando se trata de nuestras iglesias locales, Dios quiere más de un pastor. El Señor Jesús pide que un grupo de ancianos pastoreé su rebaño.

Primero, Dios lo pide

Las iglesias pueden comenzar con un pastor, sobre todo al momento de plantar la iglesia. Pero en algún momento, el liderazgo, el pastoreo, y la autoridad debe ser llevada y compartida por una pluralidad de hombres llamados y calificados. Cuando se hace referencia al oficio de pastor en el Nuevo Testamento, se habla de pluralidad, a menos que el autor esté hablando acerca un anciano en particular.

“Después que les designaron ancianos en cada iglesia, habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído”, Hechos 14:23.

“Desde Mileto mandó mensaje a Efeso y llamó a los ancianos de la iglesia”, Hechos 20:17.

“Los ancianos que gobiernan bien sean considerados dignos de doble honor, principalmente los que trabajan en la predicación y en la enseñanza”, 1 Timoteo 5:17.

“¿Está alguien entre ustedes enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia y que ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor”, Santiago 5:14.

“Por tanto, a los ancianos entre ustedes, exhorto yo, anciano como ellos…”, 1 Pedro 5:1.

Mientras que Tito se encuentra en la isla de Creta, Pablo le recuerda por qué lo dejó allí. “Por esta causa te dejé en Creta, para que pusieras en orden lo que queda, y designaras ancianos en cada ciudad como te mandé” (Tit. 1:5). Pablo plantó iglesias, pero no estaban bien del todo porque no tenían ancianos todavía, una pluralidad de ellos. Tito iba a terminar lo que Pablo comenzó, nombrando ancianos en las iglesias.

Hasta que nuestras iglesias estén operando con un grupo calificado de ancianos, nos faltará una pieza importante que llevará a la iglesia en la dirección correcta. Tener una pluralidad de ancianos es una tarea que no podemos dejar de hacer. No debemos apresurarnos a la pluralidad, imponiendo las manos demasiado pronto (1 Tim. 5:22), pero tampoco debemos cruzarnos de manos por mucho tiempo. 

Los sacrificios se deben hacer. Los hombres deben ser discipulados y entrenados. Se debe buscar la humildad. La autoridad se debe compartir. Se debe aflojar el puño. Un cordón de tres dobleces no se rompe fácilmente, y una pluralidad de ancianos no se desgasta fácilmente. La pluralidad protege la iglesia, y a los pastores, a largo plazo.

Pluralidad práctica 

Si usted es el pastor principal, pastor líder, pastor fundador, etc., tiene una tarea única de liderazgo. Usted tiene que dirigir la iglesia y a sus compañeros ancianos, pero no debe ver a sus compañeros como la banca. Debe modelar el compartir autoridad y liderazgo. Debe haber cooperación en el pastoreo y la toma de decisiones. El ministerio pastoral debe ser plural.

Una pluralidad práctica de ancianos es esencial. Armar un grupo que adule su agenda no es pluralidad; eso es lo que sucede en Corea del Norte. Incluso si usted es el primero entre iguales, el líder de visión, el pastor que predica, o es al que la gente se refiere cuando dice: “Mi pastor”, hay maneras en que puede fomentar una pluralidad práctica en la iglesia .

Anime a su liderazgo

Considere no guiar todas las reuniones. Capacite a otros para dirigir las reuniones de liderazgo. Todos pueden trabajar en la agenda, pero déjelos guiar.

Presente propuestas. Cuando se consideren nuevas oportunidades, como nuevos ministerios, o nuevas ideas, no traiga sus decisiones ya hechas a la reunión. Invítelos a que den opinión, pensamientos, retroalimentación, etc. Las propuestas construyen la unidad. Las decisiones aisladas construyen paredes.

Honre la autoridad de los demás. Su “voto” no debe pesar más que el de otro anciano. Una verdadera pluralidad es donde cada miembro es igual. En nuestra iglesia, mi voz y mis ideas no son más decisivas que cualquiera de las de los otros cinco ancianos. Somos un equipo. Tengo el honor de predicar la mayoría de las veces, pero esta iglesia no es mi iglesia. Es del Señor. Tenemos el privilegio de servirle en conjunto. 

Anime su ministerio

Anime a sus compañeros ancianos públicamente. Excédase en mostrarles honor (Rom. 12:10). Cuente historias que alienten, y ejemplos de cómo ellos han sido fieles, para que los siga la iglesia. Le dije a nuestra iglesia en un sermón cómo Barry es el mejor pastor de nuestra iglesia. Yo lo creo. Es verdad. Creo que el resto de los ancianos estaba de acuerdo, también. Todos queremos ser como él. Si estuviera preocupado o inseguro acerca de mi ministerio, o de la seguridad de mi trabajo, yo nunca hubiera dicho que él es el mejor pastor que tenemos. La inseguridad y el orgullo nos hacen tener temor de animar a los demás a expensas de nuestra reputación. Eso es tonto. Cuando nuestra identidad se encuentra en Cristo, somos libres para animar y levantar a los demás sin una pizca de autopreservación. 

Anímelos y deles la posibilidad de guiar. Quite sus amarres del púlpito de vez en cuando y deje que prediquen. ¿Qué otros elementos del culto pueden hacer los demás ancianos? ¿La lectura de la Escritura? ¿La oración de confesión? ¿La comunión? ¿La oración final? ¿La doxología? ¿Qué hay de dirigir las reuniones de oración? Deles esa capacidad, e invítelos a guiar la iglesia.

No busque ser “el” pastor. Si usted es el pastor principal, la gente se refiere a usted como “mi pastor”, o “el pastor”. Cuando se pueda, sin insultar o herir a la persona que lo dijo, recuérdeles que usted es uno de ellos. “Es un honor ser uno de sus pastores”. Cuando asistimos a la conferencia Together for the Gospel (Juntos por el evangelio), estábamos en la furgoneta de camino al hotel y el conductor preguntó cuál de todos era el pastor. Yo sabía lo que estaba preguntando. ¿Cómo le respondería? Le dije: “Todos nosotros lo somos”. Es verdad. 

Anímeles personalmente 

Dígales cuánto los aprecia a ellos y a su ministerio. Cuando hayan hecho una tarea, hayan manejado bien un caso de consejería, pastoreado a alguien adecuadamente, tome nota de ello y anímelos. “Usted fue un modelo para nosotros en la forma en que hizo esto. Gran trabajo, hermano”. 

No deje que se menosprecien a sí mismos. Después de los primeros meses de tener ancianos laicos, uno de nuestros ancianos laicos luchaba con verse a sí mismo como un pastor. A menudo se refería a sí mismo como uno de los pastores menores, y decía que los demás pastores eran mayores. Tenía que decirle: “Hermano, deje de hacer eso. Usted un pastor igual que yo. La próxima vez que haga eso, voy a reprenderlo, en amor, por supuesto”. Nos reímos juntos. Él lo aceptó. Estaba teniendo un momento al estilo Timoteo. Necesitaba un impulso. 

La pluralidad es posible. Dios la manda. Busquemos tenerla y protegerla.


Publicado originalmente en For the Church. Traducido por Sergio Paz.
Imagen: Lightstock
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