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Hace más de 30 años, el conocido misionero presbiteriano Ralph Winter escribió un interesante artículo acerca de la jubilación titulado: La trampa del retiro (The Retirement Booby Trap). Allí decía que “la mayoría de los hombres ya no mueren de vejez, sino por jubilarse”.

Lo que motivó a Winter a escribir ese artículo fue una conversación que escuchó de otros dos misioneros acerca de sus planes de retiro. En el escrito, Winter expresa de una manera original su preocupación por una visión errada acerca del retiro. 

Nuestra visión como creyentes debe incluir una perspectiva bíblica que nos ayude a hacer frente a los desafíos y a cada etapa de la vida, incluyendo la jubilación. Las ideas modernas que muchas veces se asocian al retiro tienen que ver más con descanso, vacaciones, adquirir nuevo pasatiempos, y hacer viajes. Muchos de los libros acerca de la jubilación casi siempre están enfocados en esa dirección.

Por eso quisiera sugerir cuatro consejos para que nuestra jubilación sea para la gloria de Dios.

1. Fortalece la conciencia de tu identidad en Cristo

Lo que somos en Cristo antecede a nuestra ocupación. Lo que hacemos en la vida puede cambiar, pero no lo que somos en Él.

Lo que somos es más importante que lo que hacemos. O mejor dicho, lo que somos en Cristo antecede a nuestra ocupación. Lo que hacemos en la vida puede cambiar, pero no lo que somos en Él. 

Cada etapa de nuestra vida pondrá a prueba nuestras convicciones acerca de lo que somos y tenemos en Cristo. Creo que la jubilación hace esto de una manera especial. Esta etapa implica no solo alguna forma de inactividad, sino también, tal vez en la mayoría de los casos, una menor productividad monetaria.

Debemos recordar que nuestra identidad está en Cristo. Quienes somos en Él no está determinado por nuestra productividad, ni por la actividad. Nuestro valor como individuos proviene de lo que somos y tenemos en el Señor, y no en nuestra capacidad para proveer y sostener nuestras familias. Lo que nos define como individuos es el hecho de que somos uno con Cristo, redimidos por Él, hijos de Dios, amados por el Padre, herederos, justos, y santos. Todo esto es solo en virtud del evangelio. Esto no cambiará nunca. Nada puede mejorar nuestra condición y nadie nos puede quitar las riquezas que Cristo compró. 

Esta es una realidad que debe estar presente en nuestros corazones, y nos ayudará cuando nos jubilemos.

2. Recuerda que eres parte de tu iglesia local

Retirarse del campo laboral no debe traducirse en una exoneración de tus deberes como creyente. Incluso después de tu retiro sigues siendo un miembro de este cuerpo llamado la iglesia. Todavía eres parte de tu iglesia local. Es decir, perteneces a esta comunidad de personas que se ayudan y se necesitan mutuamente. Para ser más precisos: tu iglesia te necesita y tú necesitas de ella.

El mismo Ralph Winter preguntaba en ese sentido: “¿Acaso se retiró Moisés? ¿Se retiró Pablo? ¿Pedro y Juan? ¿Se retiran los militares en medio de una guerra?”.

Los mandatos bíblicos de perdonarnos, amarnos, servirnos, animarnos, y exhortarnos unos a otros en la iglesia describen la vida y responsabilidad del creyente durante todo su caminar en la tierra. Todos los creyentes están incluidos, y el hecho de que nadie es exonerado sugiere que ni la edad ni ninguna otra circunstancia nos exime de estos deberes. 

No subestimes tu labor y esfuerzo por el bienestar de tus hermanos. Dios todavía puede y quiere usarte para ayudarlos en su caminar con Cristo. El Señor puede usarte para la edificación de su iglesia. No olvides que tus años de vida están cargados de experiencias que puedes compartir con otros. Los años caminando con el Señor proveen una sabiduría práctica que no se adquiere leyendo libros, una sabiduría que todos necesitamos y que muchos no tienen.

Con más horas disponibles, quizá esto sirva para un mayor involucramiento en tu congregación local. En toda congregación hay diferentes necesidades, y cada una de ellas nos proveen una oportunidad de ministerio. Busca esas áreas y deja que el Señor te use. Recuerda que tienes algo que muchos en la iglesia no tienen: años de experiencia y tiempo disponible. 

El retiro no nos libera de nuestra responsabilidades como miembros de la iglesia.

El retiro no nos libera de nuestra responsabilidades como miembros de la iglesia. Al contrario, desde esta perspectiva, la jubilación nos provee un mejor escenario para el servicio al Señor. Aprovéchalo.

3. Confía en Dios para tu cuidado y provisión

Es lógico que la jubilación puede estar marcada por una mezcla de emociones y distintas sensaciones. Son muchas las cosas que cambian y por eso esta etapa trae nuevas situaciones al creyente. Pero creo que una de las cosas que pueden convertirse en motivo de preocupación es el aspecto financiero. Es natural que la nueva situación económica pueda ser una inquietud para algunos.

Por lo general, un retiro representa para muchas personas una reducción sustancial de sus ingresos. Incluso cuando se ha planificado bien y se cuenta con un plan de retiro o una pensión, casi siempre la jubilación produce un impacto económico que puede llevar a algunos a la ansiedad. Para la mayoría, dejar de trabajar implica dejar de producir y una menor entrada financiera para la familia.

No descuides tu devoción por el Salvador y ahora, más que nunca, ten presente la gloriosa herencia que te espera por la eternidad.

En medio de esto, debes recordar que tu Dios cuidará de ti. Ten presente que en todos estos años fue el Señor quien te sustentó. Él fue quien puso alimento en tu mesa, quien suplió un techo y provisión para los tuyos. Tu Padre Celestial cuidó de tu familia. Hasta este momento, Él usó tu trabajo para proveerte. Ahora Él lo hará por otros medios.

No te afanes por tu casa, por la comida, ni por tu salud, porque tu Padre sabe que tienes necesidad de estas cosas inclusive antes que se las pidas (Mt. 6:5). En este sentido, sería bueno recordar las palabras del rey David en su vejez: “Yo fui joven, y ya soy viejo, y no he visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan” (Sal. 37:25).

4. Procura que Cristo sea tu mayor pasión

Para esto, quiero citar las primeras palabras de John Piper en su libro Repensando el retiro (Rethinking Retirement):

“Terminar la vida para la gloria de Cristo significa terminar nuestras vidas de tal manera que hagamos ver a Cristo más glorioso. Significa vivir y morir de tal forma que mostremos a Cristo como el tesoro que más nos satisface. Y eso implica, por ejemplo no vivir en maneras que hagan ver que el mundo es nuestro mayor tesoro. Esto sugiere que al final, todas las ideas y sugerencias que el mundo nos ofrece para el retiro, son realmente malas ideas” (p. 5).

Por eso, si te has jubilado o estás por hacerlo, mi exhortación es que vivas para la gloria de Dios.

Cultiva tu gozo solo en Cristo. No descuides tu devoción por el Salvador, y ahora, más que nunca, ten presente la gloriosa herencia que te espera por la eternidad: la bendita esperanza de la vida eterna junto a nuestro Señor, con cuerpos glorificados, en cielos nuevos y tierra nueva, donde mora la justicia y donde no habrá muerte, lágrimas, dolor, ni tristeza.

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