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Durante mi tiempo en el seminario tomé un curso de liderazgo enseñado por el gran, ya fallecido, Howard Hendricks. Mientras estudiábamos la vida de David, Hendricks compartió un estudio dirigido a un grupo de hombres en el ministerio de tiempo completo, quienes habían caído en pecado que los descalificaba moralmente.

En ese entonces, yo era un cristiano de pocos años, pero desafortunadamente el tema era muy relevante. Durante mis inicios había sido testigo de cómo muchos hombres, a quienes amaba y respetaba, habían caído en cuestiones pecaminosas serias. En aquellos días llegó un punto en que las caídas eran tan frecuentes que sentí que estaba en la playa espiritual de Normandía, viendo cómo las vidas de mis compañeros volaban en pedazos a mi alrededor.

Soldados caídos de Cristo

El estudio examinó a 246 hombres en el ministerio de tiempo completo que experimentaron fracasos morales dentro de un período de dos años. Hasta donde Hendricks pudo discernir, estos ministros de tiempo completo eran seguidores de Jesús nacidos de nuevo. A pesar de que compartían una salvación en común, estos hombres también compartían un aspecto de devastación en común: todos habían estado, a 24 meses uno de otro, envueltos en una relación adúltera.

Después de entrevistar a cada hombre, Hendricks compiló cuatro características que tenían en común en sus vidas: 

  • Ninguno de ellos le rendía cuentas a nadie. 
  • Cada uno de ellos había dejado de tener un tiempo diario de oración personal, lectura de la Biblia, y adoración.
  • Más del 80% se involucró sexualmente con otra mujer después de pasar una gran cantidad de tiempo con ella, a menudo en situaciones de consejería.
  • Sin excepción, cada uno de los 246 se había convencido que ese tipo de pecado “nunca me pasaría a mí”.

Mientras reflexiono en este estudio, cuatro lecciones vienen a mi mente. Estas son aplicables para pastores, plomeros, madres amas de casa, y cualquiera que busque seguir a Cristo.

1. El pecado prospera en el aislamiento.

Satanás vive en la oscuridad y anhela mantenernos ahí. Las mentiras viven mejor en la oscuridad. Es por ello que cuando Dios nos llama a Él, nos llama a la iglesia.

Dios ha creado la iglesia para que sea muchas cosas, incluyendo una comunidad de personas que se ayudan para pelear contra el pecado, y para amarle a Él. Dios nos llama a entrar en relaciones donde hablamos la verdad (Ef. 4:15, 25), confesamos pecados (Sant. 5:16), y nos amamos unos a otros lo suficiente como para buscarnos si nos desviamos (Mt. 18:10-20; Gá. 6:1-2; Sant. 5:19-20).

¿Quién te conoce? Quiero decir, ¿quién te conoce realmente? ¿Quién no solo tiene permiso, sino que toma en serio ese permiso para hacerte preguntas penetrantes? ¿Estás respondiendo a esas preguntas honestamente, o estas escondiendo detalles y maquillando tu pecado para cuidar tu imagen? No te escondas de la ayuda llena de gracia dada por Dios en las relaciones amorosas.

2. Si coqueteas con el pecado, vas a caer en pecado.

La pendiente del pecado es resbaladiza. Mientras más camines al borde del abismo, más probable es que tu pie resbale. Los hombres en el estudio mencionado arriba se pusieron en situaciones peligrosas una y otra vez. Ignoraron las palabras de Salomón, quien advirtió a sus hijos así: “Aleja de la extraña tu camino, y no te acerques a la puerta de su casa” (Prov. 5:8).

Estos hombres no guardaron su corazón ni el corazón de las personas que debían proteger. En lugar de ello, se volvieron ciegos por el engaño del pecado (Ef. 4:22; Heb. 3:13) y fueron llevados al foso de la destrucción (Mt. 15:14).

¿De qué manera estás coqueteando con el pecado? ¿De qué manera alimentas tu carne con lujuria (Rom. 13:14)? ¿Qué cercas te has saltado? ¿Qué detalles estás escondiendo? ¿Qué correos estas borrando? ¿Qué historial de búsquedas estás borrando?

El pecado está yaciendo a tu puerta (Gen. 4:7), y el tentador está buscando una oportunidad para precipitarse sobre ti (1 Pe. 5:8). ¿Cómo estás haciendo su objetivo más fácil?

Huye del pecado, no coquetees con él (Gén. 39:6-12; Prov. 5-7, Rm. 6:12-13; 2 Tim. 2:22; 1 Pe. 2:11).

3. El orgullo nos ciega a nuestras debilidades.

Muchos de nosotros pensamos que este tipo de pecado serio no nos pasará, al igual como pensaron aquellos pastores caídos. Pero 1 Corintios 10:12 nos advierte: “El que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga”. No olvidemos que Sansón, el hombre más fuerte en la Biblia, que Salomón, el hombre más sabio de la Biblia, y que David, un hombre conforme al corazón de Dios, fueron todos vencidos por las tentaciones del pecado sexual (Jue. 14-16; 1 R. 11:1-8; 2 S. 11-12; Sal. 51). Nadie está exento de la tentación a pecar con gravedad. Si lo dudas, estás en camino a una gran caída.

¡Ten cuidado! Proverbios 16:18 dice: “Delante de la destrucción va el orgullo, y delante de la caída, la arrogancia de espíritu”.

4. La pureza se cultiva amando a Jesús.

En algún punto, cada uno de los hombres del estudio empezó a desviarse. Las oraciones se volvieron menos apasionadas. Las promesas de Dios en su Palabra se empolvaron. El amor por Jesús se volvió algo que se hablaba en tiempo pasado. La seducción del pecado y la tentación de sacrificarlo todo para satisfacer los deseos internos se volvieron demasiado fuertes para resistirlas.

Pero Cristo es más fuerte. Escucha esta promesa nuevamente:

“Teniendo, pues, un gran Sumo Sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna”, Hebreos 4:14-16.

No hay seguridad de ayuda más dulce que Cristo Jesús, el Señor. Él está listo a la diestra de Dios para suplir la gracia y misericordia que necesitamos.

No permitas que tu corazón se enfríe al Señor que te ama. Acércate a Él a diario, a cada momento, con la esperanza de que Él es mejor que cualquier placer pasajero que pueda seducir tu corazón. No lo busques solo en días de desesperación, sino búscalo a diario. Camina con Él. Reaviva tu pasión. Ruégale que te ayude. Él puede hacerlo y se deleita en hacerlo: 

“Y a Aquél que es poderoso para guardarlos a ustedes sin caída y para presentarlos sin mancha en presencia de Su Gloria con gran alegría, al único Dios nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea Gloria, majestad, dominio y autoridad, antes de todo tiempo, y ahora y por todos los siglos. Amén”, Judas 24-25.

Ven, Señor Jesús, ven.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Harold Bayona.
Imagen: Lightstock
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