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Nota del editor: 

Este artículo está editado de un capítulo de Escatología práctica, un próximo libro de Poiema Publicaciones.

Es probable que nuestro concepto del anticristo contenga más características tomadas de novelas y películas que de las descripciones bíblicas. Las especulaciones sobre este personaje han sido muchas a lo largo de la historia de la iglesia. ¿Cómo entender lo que la Biblia dice realmente sobre el anticristo? Demos un repaso a su enseñanza al respecto.

El anticristo en las cartas de Juan

Solemos pensar en el anticristo como un personaje futuro descrito en Apocalipsis. Sin embargo, el término “anticristo” solo aparece en las cartas de Juan (1 Jn 2:18, 22; 4:3; 2 Jn 7). En español, el prefijo “anti” significa contrario, pero en griego tiene la idea de “en lugar de”. Por lo tanto, un anticristo es todo aquel que sustituye la enseñanza del verdadero Cristo por la enseñanza de un cristo falso. De hecho, en su primera carta, Juan quiere contrarrestar varias herejías sobre Jesús:

  • La enseñanza de que Jesús no es el Mesías (v. 2:22a)
  • La negación de la relación entre el Padre y el Hijo, negando también que el Hijo es la única forma de conocer al Padre (vv. 2:22b-23)
  • La falsa doctrina de que Jesús no ha venido en carne (v. 4:3)

Así que la descripción bíblica sobre el anticristo enseña que, más que una persona, el anticristo es un espíritu de herejía (4:3), un espíritu de apostasía que surge desde adentro de la Iglesia para engañar y apartar de la fe a muchos. Por eso Juan advierte:

“Hijitos, es la última hora, y así como oyeron que el anticristo viene, también ahora han surgido muchos anticristos. Por eso sabemos que es la última hora. Ellos salieron de nosotros, pero en realidad no eran de nosotros, porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros. Pero salieron, a fin de que se manifestara que no todos son de nosotros”, 1 Juan 2:18-19.

Esto nos enseña también que los anticristos no son algo nuevo. Juan los describe como muestra de que estamos en los últimos días (v. 18). Esto significa que, desde los días de la iglesia del primer siglo hasta hoy, casi 2,000 años después, hemos estado en los últimos días (cp. Hch. 2:17; Heb. 1:2) caracterizados por la presencia de anticristos. Según Juan, es un error pensar en el anticristo solo como una figura futura.

El anticristo según Mateo 24

En Mateo 24:24, Jesús habla de personas con las mismas características que los anticristos mencionados por Juan: “Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán grandes señales y prodigios, para así engañar, de ser posible, aun a los escogidos”. Las palabras “señales y prodigios” y “escogidos” nos dan una pista sobre el contexto en el que estos falsos cristos se desenvuelven: la iglesia.

Es por eso que, en el juicio final, estos falsos maestros llaman a Jesús “Señor” y —al menos algunos de ellos— no están conscientes del engaño en el que participaron. Ellos piensan tener una relación con Cristo pero son anticristos. Las señales y prodigios por sí mismos nunca han sido la prueba irrefutable de que algo viene de Dios (Mt. 7:22-23).

También es importante notar que en el mismo discurso Jesús habló de la “abominación desoladora”, predicha por Daniel, como un evento futuro (Mt. 24:15). Daniel 8-12 contiene referencias a la “abominación desoladora” de Antíoco IV Epífanes, en el año 167 a. C., quien profanó el templo en Jerusalén al dedicar el altar a Zeus y sacrificar un cerdo. Su nombre mismo significaba “dios manifiesto”. (El triunfo de los Macabeos sobre Antíoco Epífanes es lo que se celebra por los judíos en Hanukkah). Jesús anticipa y compara ese evento con algo similar que traería la destrucción del templo en el año 70 d. C. por los ejércitos del emperador Tito. ¿Qué significa eso para nuestra comprensión del anticristo?

Tanto Antíoco Epífanes, como los emperadores romanos del primer siglo en los días de la iglesia primitiva (Calígula, Nerón, Tito, Dominciano…), todos simbolizan el espíritu de oposición y persecución al pueblo de Dios de los últimos tiempos. Sin embargo, mientras estos personajes representan mayormente la oposición a Israel como nación, el Nuevo Testamento muestra una oposición más global y cruel en donde el enfoque no es Israel, sino la Iglesia. Esto queda claro en el libro de Hechos, donde mucha de la persecución a la iglesia no venía de Roma, sino de líderes judíos (ej. Hch. 21:26-36).

Los judíos que se opusieron al evangelio se convirtieron en “antimesías” desde la manifestación del Hijo de Dios en la tierra. En palabras de Jesús, la sinagoga de Dios se convirtió en sinagoga de Satanás (Ap. 2:9; 3:9). Por lo tanto, aunque debemos reconocer que los judíos han sido perseguidos injustamente en los últimos 2,000 años (como fue el caso en la Segunda Guerra Mundial), la definición de anticristo tiene su enfoque en la persecución a la Iglesia y no a la nación judía. Es por eso que Jesús le preguntó a Saulo en el camino a Damasco: “¿por qué me persigues?” (Hch. 9:4). Saulo no perseguía al pueblo judío, sino a cristianos mientras él negaba a Jesús como Mesías y único camino al Padre. 

Considerando todo esto, ¿existirá un anticristo futuro, un anticristo final que será el más severo y cruel de todos, justo antes de la segunda venida de Cristo? ¿Cuáles serán sus características? Veamos ahora lo que Pablo nos enseña sobre esto.

El anticristo según 2 Tesalonicenses

En 2 Tesalonicenses 2:1-12, Pablo advierte sobre un personaje misterioso llamado “el hombre de pecado, el hijo de perdición” (v. 3). Él se manifestará antes del rapto de la Iglesia y la segunda venida de Cristo (v. 1-2). La definición que Pablo nos da sobre este personaje tiene que ver con la apostasía (v. 3), lo cual coincide con la definición del apóstol Juan.

Según el Nuevo Testamento, la apostasía es rebeldía contra Dios, apartarse de la verdad del pueblo de Dios. Para que exista apostasía, tiene que haber primero una identificación con el verdadero pueblo de Dios. Así que los apostatas no son judíos que rechazan al Mesías, sino “cristianos” profesantes que abandonan la fe (cp. Mt. 24:24).  

Esto hace que lo que Pablo añade sobre este “hombre de pecado” sea más interesante aún: “Este se opone y se exalta sobre todo lo que se llama dios o es objeto de culto, de manera que se sienta en el templo de Dios, presentándose como si fuera Dios” (2 Tes. 2:4). Esto parece aludir a la profecía en Daniel 11:31-36 y 12:10-11. ¿Cómo entender esto?

Probablemente hay un triple cumplimiento aquí. Primero Antíoco Epífanes profanó el templo, después Tito, y luego lo hará un anticristo conectado a la segunda venida y a la “última apostasía” (v. 8). Pero a diferencia de las primeras dos “abominaciones de desolación”, el último anticristo no profanará un templo físico en Jerusalén, sino el templo de Dios que es la Iglesia. Lo que lo detiene hasta ahora es el poder providencial de Dios (v. 6), como el de la cadena del ángel mencionado en Apocalipsis 20:1 que “prendió” a Satanás para permitir la predicación del evangelio (Mt. 16:18; 24:14; Mr. 13:10; Ap. 6:11).  

Debemos ser cautelosos en asumir que, cuando Pablo habla del templo de Dios, se refiere a un templo físico en Jerusalén. Muchos erróneamente han enfocado su atención en el lugar que un templo físico ocupa en el plan futuro de Dios, cuando el enfoque neotestamentario en el uso de templo (naon) siempre es la Iglesia (1 Co. 3:16-17; 6:19; 2: Cor. 6:16; Ef. 2:21). El verdadero templo es el cuerpo de Cristo (Mt. 26:61; Jn. 2:21).

En resumen, el anticristo final engañará a muchos con señales y prodigios, desde adentro de la Iglesia, asumiendo la autoridad que le corresponde solo a Dios y enseñando doctrinas falsas sobre la verdadera naturaleza de Cristo. Esto ha existido desde el primer siglo (ver 2 Ti, 3:1-9, 2 Pe. 2 y Jud. 3-4), pero se desatará a una escala global y más dañina justo antes de la segunda venida en la que Jesús mismo lo juzgará (2 Tes. 2:8; Ap. 19:20).  

Conclusión 

Lo que la Biblia dice sobre el anticristo es muy amplio. Tenemos suficientes descripciones para poder identificar confiadamente a los anticristos de nuestro tiempo. Sin embargo, debemos ser cautelosos en tratar de identificar al último anticristo. Este personaje sigue siendo, en gran parte, un misterio. Lo que sí sabemos es que será la manifestación más severa y cruel del espíritu que se opone a la Iglesia de Cristo. 

En palabras de Anthony Hoekema en su libro La Biblia y el futuro:

“Llegamos a la conclusión de que el signo del anticristo, como todo signo de los tiempos, está presente durante toda la historia de la iglesia. Hasta podemos decir que cada edad proveerá su forma particular de actividad anticristiana. Pero anticipamos una intensificación de este signo en la aparición del anticristo poco tiempo antes del regreso de Cristo” (p. 186).

Que el Señor nos conceda, entonces, estar alertas aguardando Su regreso y viviendo con discernimiento en nuestros días mientras atesoramos Su evangelio.

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