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En los años 2000, una mega-iglesia bien conocida hizo un estudio para medir y evaluar cómo estaba cultivando el crecimiento espiritual en sus asistentes. Comenzaron con la presuposición de que entre más involucrados estuvieran sus miembros en la iglesia, más crecimiento espiritual experimentarían.

Estaban equivocados.

Los resultados del estudio mostraron que los esfuerzos de la iglesia para hacer crecer a su gente a través de programas no creaban creyentes maduros espiritualmente, y los dejaban insatisfechos y hambrientos de algo más. Entre más maduro un creyente era en Cristo, más insatisfecho estaba con lo que la iglesia le ofrecía.

Midiendo nuestro éxito

Pastores, ¿cómo medimos el éxito en nuestras iglesia? ¿Por la cantidad de personas que van? ¿Porque funcionan los programas? ¿Por las ofrendas? ¿Por profesiones de fe? ¿Por vidas cambiadas por el evangelio? De esta pregunta depende lo que considere ser la meta del ministerio de la iglesia.

¿Qué desea Cristo para su ministerio? La declaración ministerial de Pablo nos da la respuesta: “a quien [Cristo] anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”, Colosenses 1:28. ¿Quiero decir que las programas dentro de una iglesia son malos? ¡No! Pero tenemos que asegurarnos que nuestros programas están fomentando lo que realmente es importante: hacer crecer y desarrollar discípulos en el evangelio de Jesucristo por medio de su Palabra Viva.

Teniendo el balance correcto entre programas y el crecimiento de discípulos

Una ilustración útil se encuentra en el libro El Enrejado y La Vid escrito por Colin Marshall y Tony Payne. Un enrejado es una estructura de madera que existe para apoyar y guiar el crecimiento de una vid. El enrejado simboliza las estructuras de la iglesia. La vid simboliza la vida espiritual impartida a discípulos cuando la Palabra de Dios está siendo implantada en el corazón del discípulo por el Espíritu Santo.

Igual como podemos medir la utilidad de un enrejado si apoya el crecimiento de la vid, los programas y las estructuras de la iglesia son buenos si causan que los discípulos crezcan. Si un jardinero edifica un gran enrejado y descuida la vid, se está olvidando del propósito del enrejado: apoyar el crecimiento de la vid.

Podemos organizar programas en nuestras iglesias en donde cientos o miles de personas asistan pero no están creciendo como discípulos de Cristo. Grandes ministerios han llegado a la triste conclusión de que estaban organizando enormes programas que producían poco crecimiento en las vidas espirituales de las personas.

Parte de la dificultad de cambiar nuestra manera de pensar es porque es más fácil contar asistentes a un programa que percibir cuánto están creciendo los discípulos. Es mucho más fácil contar sillas llenas que vidas cambiadas.

¿Cómo pueden los pastores enfrentar esta tendencia? Marshall y Payne sugieren varios puntos para desarrollar una visión ministerial enfocada en el hacer discípulos. Aquí hay tres maneras aplicadas a América Latina.

1. Piense que la gente es más importante que los programas

Cuando piense en una persona especifica, haga la pregunta: ¿qué ayudaría a esta persona a crecer en Cristo en el nivel de madurez donde se encuentra ahora? Es posible que no sea lo mejor dirigir a una persona a un programa simplemente por razón de su edad. Tal vez lo mejor sería que pudiera hablar con un creyente más experimentado y leer la Biblia juntos.

Pensar en personas antes que en programas significa edificar un ministerio alrededor de la gente. Tome el tiempo necesario para conocer a su gente: en qué momento están en su caminar con el Señor y cómo puede ayudarles a crecer. Esta idea tal vez suena extraña para muchas iglesias de América Latina, que han invertido años en bonitas estructuras ministeriales. Asegúrese de que la intención de los programas sea el cultivar una vida espiritual vibrante, por medio de estrategias Bibliocéntricas que permitan hablar la Palabra de Dios por medio del Espíritu de Dios, poniendo a las personas por encima de los programas.

2. Considere al pastor como un entrenador

En muchas iglesias de América Latina, el papel pastoral es visto como uno de poder. Esto puede causar que los pastores se estremezcan con el simple pensamiento de descentralizar su autoridad, facultando a otros por la obra del ministerio. Fallar en entrenar a otros falla en entender el deseo de Dios para el ministerio pastoral.

Dios constituyó a pastores y maestros, “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:11-12). Dios da dones a cada creyente para ministrar, y sus dones deben ser cultivados por el pastor.

Queremos que los pastores entrenen a los creyentes para multiplicar el ministerio dentro y fuera de la iglesia, para que más discípulos –saturados con la Palabra y llenos del Espíritu Santo– pueden entregar el evangelio a sus comunidades y lugares de trabajo. Dios dio la Gran Comisión a todos los creyentes, no solo a los pastores.

El modelo de Pastor-como-entrenador es lo que Pablo encargó a Timoteo a hacer en 2 Timoteo 2:2, y es el texto base del programa Pastores Entrenando Pastores de Leadership Resources.

3. Extienda el ministerio de exposición bíblica desde el púlpito a los asientos de la iglesia

Dios salva mediante su Espíritu Santo implantando el mensaje del evangelio en nuestros corazones. Frecuentemente, esto sucede desde el púlpito. Pero también puede suceder durante las conversaciones diarias de la gente de la iglesia. Equipe a su gente a leer la Palabra para su propio beneficio y para poder explicarla a otros.

Cultive una cultura en su congregación que ame leer la Biblia juntos, y con amigos incrédulos. En la medida en que su congregación sea más Bibliocéntrica, crecerá en justicia y en su habilidad para ministrar y hacer buenas obras (2 Timoteo 3:16-17). De manera particular, este punto puede ser muy útil en conversaciones con amigos y parientes católicos, pues en vez de debatir sobre teología, pueden ir directamente a la Palabra y oír el mensaje de Dios.

Una de las razones por la que la Reforma Protestante cambió el mundo era que retaba a los creyentes a leer la Palabra por ellos mismos y no solamente depender en la interpretación del clero. El equipar a su congregación a estudiar la Palabra fielmente transformará su experiencia con Dios y con la iglesia.

El desarrollo de esta visión en su iglesia no sucede de la noche a la mañana. Tendrá que trabajar y evitar atajos que pueden hacer su trabajo más fácil. Dios sabe que no es fácil, y el apóstol Pablo lo sabía también, pero tenemos mucha razón de estar esperanzados. Después que Pablo escribió Colosenses 1:28, siguió con 1:29 que dice: “para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí”.

Dios puede vigorizarle en sus esfuerzos y trabajar poderosamente en usted. ¡Que Dios obre poderosamente en usted para hacer discípulos!

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