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La presentación o dedicación de niños es una práctica común en muchas iglesias cristianas, y a pesar de ello, es posible que aún hoy algunos se pregunten si esto es algo que deberían hacer o no los padres de familia en la iglesia local.

Pero antes de responder esa pregunta, es necesario que definamos qué es la presentación o dedicación de niños. La presentación de niños es una respuesta pública de los padres ante el compromiso al que Dios ya les ha llamado, donde manifiestan una clara comprensión de su rol como discipuladores de su hijo, con la ayuda del Espíritu Santo, orando que él o ella llegue a conocer, amar, y seguir a Dios.

¿Qué dice la Biblia sobre la dedicación de niños?

La presentación de niños no es una ordenanza bíblica. Es decir, no existe ningún pasaje que obligue a los padres a hacerlo. Por eso la he definido anteriormente como una respuesta deseada de los padres.

Comúnmente se han presentado dos casos como el fundamento bíblico para esta ceremonia: cuando Ana presenta a Samuel (1 S. 1:27-28), y cuando José y María presentan a Jesús (Lc 2:22-24). Sin embargo, ninguno de los dos podría considerarse un sustento sólido para dicha práctica en nuestros días.

En el primero, Ana, la madre de Samuel, ora al Señor en medio de su esterilidad y jura que, si ella concibe, entregaría a su hijo en servicio a Dios (1 S. 1:11; cp. Éx. 22:29). Este ejemplo no puede considerarse como normativo porque se trata de una situación especial que nace del corazón particular de una madre y que está dentro de un contexto histórico, religioso, y social muy específico.

El segundo caso, la presentación de Jesús en el templo, involucra aspectos legales del Antiguo Testamento relacionados, en primer lugar, con la impureza ceremonial de la madre que ha dado a luz (Lv. 12:1-4). También encontramos una alusión a una ley concerniente a la presentación de los niños, en este caso, de Jesús. “Por ser el primogénito de su madre (Lc. 2:7) y por no pertenecer  a la tribu de Leví sino a la de Judá, tenía que ser eximido del servicio del templo mediante el pago de cinco siclos de plata (Éx. 13:1, 2, 11–15; Nm. 3:11–13, 41, 44, 45, 47–51; 18:16)”. Por lo tanto, este ejemplo particular tampoco constituye un fundamento bíblico para la presentación de niños en nuestros días.

Aunque no encontramos respaldo bíblico de carácter normativo para esta práctica, la Biblia sí habla sobre nuestra labor como padres en la formación espiritual de nuestros hijos. El salmista escribió que los hijos son “como flechas en la mano del guerrero” (Sal. 127:4). ¿Qué quiere decir esa frase? Que los hijos de creyentes piadosos tienen el potencial de ser como flechas que “disparan” a la sociedad para representar valores piadosos.

La dependencia y fidelidad al Señor es fundamental en el cumplimiento de nuestra labor dentro del hogar, para bendición de las naciones (Gn. 12:3). En ese sentido, la presentación o dedicación de niños deja de verse simplemente como una ceremonia bonita o interesante en la iglesia, para convertirse en una afirmación pública del compromiso de los padres ante Dios. Así evidencian el deseo de convertirse en los discipuladores de sus hijos y de modelarles una vida de fidelidad al Señor (Gn. 6:9; 17:1-7; Jos. 24:15).

¿Cómo implementar la presentación de niños en la iglesia?

Si eres pastor y deseas implementar la presentación o dedicación de hijos en tu iglesia local, quisiera darte algunos consejos que te pueden ayudar para no caer en el error de celebrar ceremonias superficiales e intrascendentes que carecen de valor espiritual.

Las familias que desean presentar a sus hijos, deben ser miembros de la iglesia local. El compromiso de orar, guiar, modelar, y acompañar a los padres e hijos que son presentados solo será posible si se trata de una familia que se ha identificado con la iglesia local, entendiendo su rol bíblico dentro de la misma. ¿Por qué es importante que ambos padres estén comprometidos con su fe cristiana? Porque en la presentación afirmamos un compromiso en dos vías: 1) De los padres hacia Dios. 2) De los padres hacia la iglesia y viceversa, viéndoles como una familia extendida en la fe, quienes tienen el ministerio de ayudarnos y acompañarnos en la paternidad. Nada de esto será una realidad si la familia que presenta a su hijo no forma parte activa y comprometida de la iglesia local.

Ofrece un breve estudio de preparación como requisito previo a la presentación. Es posible que algunos vean este paso como algo innecesario o demasiado complejo y quieran reducirlo a una reunión sencilla donde se explique brevemente de qué se trata la presentación y lo que los padres deben decir cuando estén en la plataforma.

Sin embargo, entender la dimensión y magnitud de la responsabilidad de los padres (Sal 78:1-8), nos ayuda a reconocer que un estudio de preparación como este constituye un peldaño indispensable para el equipamiento de familias saludables, incluso cuando se trate de padres experimentados. No asumamos que todas las familias en la iglesia, y particularmente aquellas que quieren presentar a sus hijos, han entendido cuál es el propósito de la familia y su lugar dentro de la misión de Dios.

Es importante que en cada acto de presentación la iglesia recuerde y entienda la razón por la cual celebramos esta ceremonia. Ayuda a tu iglesia a entender que esta ceremonia no representa un compromiso exclusivo de los padres e hijos que están en la plataforma, donde la iglesia tiene poco o nada que ver. Tampoco se trata de una ceremonia y compromiso que caduca al terminar el servicio dominical. Lo que celebramos en cada una de esas presentaciones o dedicaciones es un recordatorio de un compromiso eterno al cual Dios nos ha llamado como padres y como iglesia de velar por nuestros hijos, guiándolos con el evangelio porque reconocemos que, finalmente, le pertenecen al Señor y eso afirmamos a través de esta ceremonia.

Por eso, los padres necesitan recordar esta verdad del evangelio y de la paternidad, de modo que sean alentados al recordar su rol y función dentro de la amplia familia de la fe a la que pertenecen.

Conclusión

La dedicación o presentación de niños no se trata de un compromiso que los padres hacen por iniciativa propia, sino más bien es una respuesta a la obligación que Dios ya nos ha dado de enseñar el evangelio a nuestros hijos, de generación a generación (Sal. 78). 

A través de esta ceremonia oramos y buscamos que los padres entiendan la importancia de la iglesia local como una comunidad de fe, por encima de todas las demás actividades extracurriculares. Ellos deben confirmar su entendimiento de la importancia de no descuidar el matrimonio por el error de priorizar a los hijos, pues la relación de esposos constituye un modelo de la relación entre Cristo y su iglesia y testifica a nuestros hijos el mensaje del evangelio.

Finalmente, a través de este esfuerzo buscamos afirmar la importancia del hogar como el ministerio a tiempo completo de los padres. La reunión de la iglesia solo toma dos o tres horas de nuestra semana y sirve como un refuerzo importante a la instrucción nuestra y de nuestros hijos, pero jamás debemos olvidar que el mayor impacto e influencia que recibirán los hijos no viene del mundo ni de la iglesia, sino de los padres en el seno del hogar.

Si los reconocemos como la herencia y recompensa de Dios, entonces trabajaremos con esfuerzo y dedicación para presentarlos ante el Señor no solo en una ceremonia, sino comprometiéndonos para hacerlos discípulos fieles que conocerán y servirán a Dios por el resto de sus vidas.

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