¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Puede que pertenezcas a una iglesia que se llame a sí misma «confesional» y puede ser que aun hayas oído hablar de la frase «identidad confesional». Si es así, es probable que sepas que durante la Reforma y más adelante, numerosas denominaciones cristianas escribieron (y todavía escriben) «confesiones», es decir, declaraciones de lo que cree ese grupo de cristianos.

Estas confesiones varían mucho en extensión. Pueden ser un pequeño puñado de puntos, cada uno expresado en un párrafo corto (los 39 artículos del anglicanismo) o pueden extenderse mucho más y leerse más como tratados teológicos (como la Segunda Confesión Helvética). Algunas de estas confesiones se han adaptado en catecismos (como los Catecismos mayor y menor basados ​​en la Confesión de fe de Westminster), en los que los puntos de las confesiones se reformulan en un formato de preguntas y respuestas como una ayuda para enseñarselas a niños de manera particular.

Si estás familiarizado con las confesiones, es posible que te estés preguntando sobre los credos. Hay dos credos principales en la historia cristiana: el Credo de Nicea y el Credo de los Apóstoles. Si asistes a una iglesia que recita un credo en adoración, es probable que hayas escuchado a tu líder de adoración introducir la recitación con la pregunta: «Cristianos, ¿qué creemos?». Si las confesiones y los credos son declaraciones de lo que creemos como cristianos, ¿cuál es la diferencia entre ellos?

Juramentos de lealtad

La respuesta a esta pregunta puede resultar sorprendente. Las confesiones abarcan lo que creemos; los credos abarcan en quién creemos. Los credos no son declaraciones completas de la fe cristiana; en cambio, son juramentos de lealtad a las tres personas de la Trinidad.

Lee las siguientes dos oraciones en voz alta y escucha la diferencia: «Creo en Dios Padre Todopoderoso» y «Creo que hay un solo Dios». ¿Escuchas la diferencia? La segunda es una declaración confesional, una afirmación que responde a una pregunta «¿qué?». ¿Qué creemos sobre la realidad última? Creemos que hay un solo Dios. Pero la primera es una declaración de credo, una afirmación de lealtad al único Dios verdadero que ha creado todo lo que existe.

Las confesiones abarcan lo que creemos; los credos abarcan en quién creemos

En los primeros siglos de la iglesia, los credos estaban destinados a ser recitados en el culto público (como algunos de nosotros todavía los recitamos) como profesiones públicas de fe en Dios el Padre, en su Hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo. Con el tiempo, con el fin de combatir errores específicos (herejías), los credos agregaron declaraciones específicas sobre cada una de las personas de la Trinidad y también otras afirmaciones (como el perdón de los pecados y la vida eterna), pero nunca pretendieron ser declaraciones completas de lo que creen los cristianos sobre todos los aspectos de la fe.

Fundamentalmente, los credos estaban destinados a ser juramentos de lealtad. Como resultado, los credos llegaron primero en la historia cristiana y las confesiones siguieron después. Las declaraciones por las cuales todos los cristianos juraron lealtad al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo se complementaron con el tiempo con declaraciones sobre lo que los cristianos creían con respecto a este, aquel u otro aspecto de la fe cristiana.

Amplio versus local

Otra diferencia importante es que los credos son universales, pero las confesiones deben ser más locales. En este sentido, el Credo de Nicea es el credo por excelencia, porque es el único documento después de la Biblia que ha sido aprobado oficialmente por toda la iglesia. (Fue aprobado en un concilio de representantes de todas las iglesias del Imperio romano en 381, en un concilio comparable de representantes del Imperio persa en 410 y, más adelante, en concilios más pequeños que representan al cristianismo georgiano, armenio, etíope e indio). Por su parte, el Credo de los Apóstoles ha sido aceptado de manera informal por las iglesias orientales y occidentales y conlleva un respeto universal, aunque nunca fue aprobado de manera formal por un concilio de la iglesia.

El Credo de Nicea es el único documento después de la Biblia que ha sido aprobado oficialmente por toda la iglesia

Por el contrario, la extensión mayor y especificidad de las confesiones implican que necesariamente estas se ocupen más de asuntos y preocupaciones locales y, en particular, expresen las creencias particulares de los grupos o denominaciones cristianas que las escriben. Como resultado, los credos unen a todos los cristianos en nuestra profesión común de lealtad al Padre, al Hijo y al Espíritu, mientras que las confesiones articulan las creencias que definen la identidad distintiva de grupos amplios (como los cristianos reformados) o denominaciones específicas.

Recordando los temas principales

Como resultado, en la historia cristiana primero se escribieron los credos —y tenían que venir primero— y las confesiones siguieron después. Los credos se enfocan en las personas de la Trinidad: por quienes somos salvos y, por fe, en quienes somos salvos. Por supuesto, las confesiones también contienen declaraciones sobre la Trinidad, pero se refieren principalmente a verdades que se derivan de las grandes verdades sobre Dios, su Hijo y su Espíritu. Debido a que la mayoría de los temas de los credos son derivados (lo que no quiere decir que no sean importantes), la iglesia no podría enfocarse a profundidad en esos temas hasta que hubieran articulado claramente los temas principales relacionados con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

De manera natural, vemos que los credos comenzaron a surgir muy temprano. Las raíces del Credo de Nicea y de los Apóstoles se remontan al siglo II. El primero se completó en 381 y el segundo alrededor de 700. Con la misma naturalidad, vemos que las confesiones llegaron más tarde, principalmente durante la Reforma y los períodos modernos.

¿Por qué debería importarnos la distinción entre credos y confesiones? Así como es de importante «lo que creemos», aún más central para nuestra fe es el tema de «en quién creemos». Las doctrinas, tan bien articuladas en las confesiones, no son definitivas, pero nos señalan al Padre, al Hijo y al Espíritu que nos salvan. Tratar los credos como credos —como juramentos de lealtad en lugar de confesiones tempranas— ayuda a llamar nuestra atención sobre la centralidad e importancia de nuestra fe en las personas de la Trinidad.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando