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Muchos de los pasajes más duros en la Biblia son advertencias en cuanto a la falsa seguridad de salvación (cp. Gálatas 4:11, 2 Juan 1:8-9; Hebreos 6:6). Si tales advertencias están en la Escritura es porque la iglesia las necesita (2 Timoteo 3:16-17).

A pesar de eso, en la actualidad hay congregaciones que, aunque dicen ser cristianas, en realidad la mayoría de sus miembros no lo son. Puesto que no creen ni conocen el verdadero evangelio, sus vidas muestran más las obras de la carne que el fruto del Espíritu (Gálatas 5:16-24). Eso es peligroso y alarmante.

A continuación, comparto tres condiciones que considero están presentes en toda congregación llena de falsos cristianos. Es mi oración que tengamos más discernimiento para detectar tales problemas.

1. Ausencia de sana doctrina

Una iglesia saludable está sujeta a la Palabra de vida (Juan 15:1-3).

La sana doctrina es crucial porque la gente nunca creerá el verdadero evangelio si no sabe lo que es, y una iglesia no podrá andar conforme al corazón de Dios si no conoce Su Palabra.

El púlpito es vital en este aspecto. Si un púlpito no está firme en la verdad, la congregación tampoco lo estará, y el ambiente será propicio a las conversiones ilegítimas. Es por eso que John Stott recomienda: “No se preocupe por quien entra y sale de la iglesia (local), preocúpese por lo que entra y sale del púlpito”. Recordemos lo que dice la Biblia:

“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (1 Timoteo 4:1-2, énfasis añadidos).

Cuando se predica la verdad, los falsos cristianos se irán eventualmente, igual que aquellas personas que abandonaron a Jesús cuando Él les habló la verdad (Juan 6:66). Como J.I. Packer señala: “La predicación doctrinal aburre a los hipócritas, pero es la única que podrá salvar a las ovejas de Cristo”. Alguien que odia la luz no permanece cerca de ella por mucho tiempo (Juan 3:20).

Tengamos presente que la predicación sin verdad no es amorosa, no importa cuán bonita o genuina se sienta o parezca (cp. 1 Corintios 13:6).

2. Creencia de que todos los miembros son cristianos.

En la Biblia hay serias palabras sobre la falsa seguridad de salvación que no podemos ignorar. Estas son algunas de ellas:

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23).

“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Corintios 13:5)

Esas son duras palabras, pero están en la Biblia porque Dios nos ama. Y si amamos como él, también las compartiremos. Es importante que afirmemos a otros en la fe, pero también es bueno que nos examinemos a nosotros mismos a la luz de la Palabra y que entonces demos voz de alerta de que es posible creerse cristiano y no serlo en realidad.

Un líder nunca debe asumir que todos en su congregación son salvos. Nunca debería callar estas advertencias que Dios ha hablado, a fin de que los no-cristianos se vean confrontados a arrepentirse de verdad y ser genuinos.

3. Tolerancia de lo que no se debe tolerar.

“El silencio ante el mal es el mal mismo”, Dietrich Bonhoeffer.

En la iglesia de Corinto había un hombre en una relación con su madrasta y todos los sabían. El apóstol Pablo escribe a esa iglesia que deben sacar a ese hombre de la congregación, y que no deben relacionarse con quienes dicen ser creyentes pero viven como si no lo fueran (1 Corintios 5).

¿Por qué Pablo les dice eso? Porque no sacar a ese hombre sería peligroso, ya que fomentaría pecado en la congregación. Eso no es amor: es desobediencia. “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?” (1 Corintios 5:6).

Los hipócritas se sienten bien en congregaciones que toleran lo que no deberían tolerar. Se creen así salvos, cuando en realidad viven apartados de Cristo; y se auto-justifican pensando “Bueno: nadie me ha llamado la atención. Y como sea  las personas alrededor de mí también viven en pecado y dicen ser cristianas, así que mi forma de vivir no está mal”.

La tolerancia a lo que está mal no es amor, es consentir con el pecado. Recordemos eso y apliquemos lo que la Biblia enseña sobre la disciplina en la iglesia, confrontar a nuestros hermanos en amor cuando es necesario y expulsar de la congregación a quien persista en andar sin arrepentimiento verdadero. Recomiendo este libro en PDF gratis del ministerio 9Marks sobre el tema.

También tengamos presente que los falsos cristianos tal vez son el mayor obstáculo para el evangelismo. Ellos hacen más daño a la proclamación del evangelio que los críticos y ateos. Es por eso que, si amamos a los inconversos y queremos impactar al mundo, no aceptaremos entre nosotros actitudes persistentes que no honran a Dios, a fin de que como iglesia podamos testificar a Cristo con integridad ante el mundo.

Es evidente que estas tres condiciones en un sentido dependen del entendimiento y proclamación del evangelio. Una iglesia que proclame vez tras vez el evangelio de arrepentimiento y salvación no podrá estar llena de falsos cristianos porque “la palabra de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para nosotros los salvos es poder de Dios” (1 Corintios 1:18).


Una versión de este artículo fue publicada originalmente en el blog de Josué Barrios.
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