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Por qué la apologética necesita (desesperadamente) más imaginación

«¡Voy a leer algunos libros y te demostraré que estás equivocado!».

El joven que dijo esto era un estudiante estadounidense de intercambio en la clase de religiones comparadas que enseño en una universidad de Praga, en la República Checa. Estábamos trabajando en una unidad sobre el relativismo religioso posmoderno. Yo había dedicado la mayor parte de noventa minutos a exponer una serie de argumentos que demostraban cómo el relativismo carece de sentido intelectual y es, de hecho, intolerante con las creencias religiosas, a menos que estas sean relativistas («Todos los caminos conducen a Dios»).

Nada de eso le importaba a este joven. Lo que importaba era que el relativismo tenía sentido para él y, por lo tanto, a pesar de sus fatales fallas lógicas, seguía siendo cierto… para él. Este joven percibía la libertad y la buena vida como algo íntimamente vinculado con ver el mundo únicamente de esa manera. Si has tenido discusiones sobre religión y espiritualidad con alguien que ve la vida de otro modo, sabes de lo que hablo.

Hoy en día la gente parece más difícil de convencer; piensan con sus pasiones. Sin embargo, con esto no quiero sugerir que la evidencia y los argumentos sean inútiles. Pensemos en cuán detenidamente la gente pone atención a los estudios sobre la crisis climática y la pandemia y adapta su estilo de vida en función de estos. Pero, cuando se trata de creencias fundamentales, parecerían estar extrañamente amortiguados contra la argumentación racional. El nivel más básico de su cosmovisión responde de forma diferente, por lo que se necesita un enfoque distinto.

¿Significa, entonces, que la apologética es inservible? ¿«Que en paz descanse» la apologética? No, pero sí significa que debemos repensar el estrecho ancho de banda que generalmente emplea la apologética. La mayoría de los cristianos definen la apologética (si acaso saben lo que significa) como «persuadir racionalmente a alguien de la verdad de la fe cristiana a través de argumentos y evidencia». Este enfoque es demasiado cerrado, ya que no toma en cuenta el contexto más amplio en que se persuade a las personas y se forman las creencias.

No debemos abandonar una postura moral bíblica, pero nuestros amigos no cristianos deben saber intuitivamente que los amamos y que estamos ahí para ellos

Por ejemplo, el Salmo 34:8 no dice: «Elaboren juntos un sistema de proposiciones lógicas y lleguen a entender que la existencia del SEÑOR es lógicamente coherente y respaldada por las evidencias empíricas». Lo que dice es: «Prueben y vean [dos palabras que tienen que ver con los sentidos] que el SEÑOR es bueno [p. ej.: Su carácter es digno de confianza y hermoso]». No es suficiente que el evangelio sea visto como verdadero; debe ser visto y sentido por nuestras contrapartes en el diálogo como algo profundamente bueno, una visión de la realidad que da vida, que es hermosa y que provee esperanza. En otras palabras, nuestra apologética necesita imaginación.

Definiendo la imaginación

¿Qué es la imaginación, este eje de la apologética? En mi libro, Oasis of Imagination [Oasis de la imaginación], describo la imaginación como:

Un poder humano que nos orienta —mente y cuerpo— en el mundo, a través del cual percibimos y creamos. Nos orienta tanto individual como colectivamente, de modo que podemos hablar de una «imaginación colectiva» o un «panorama imaginario». La imaginación nos inspira a crear y da color a nuestra experiencia en el mundo y nuestras presuposiciones sobre la realidad. La imaginación actúa como mediadora: nosotros moldeamos nuestro mundo por medio de ella, y a través de ella nuestro mundo nos moldea.

La imaginación es a lo que Pablo alude en su hermosa oración en Efesios 1, como «los ojos [del] corazón» (v. 18), los lentes a través de los cuales vemos y sentimos el mundo, y a partir de los que creamos en el mundo.

Algunos cristianos ven la imaginación con sospecha, o la ignoran por completo. Muchos consideran que la imaginación es un accesorio descartable de la vida, algo para los niños y para los artistas, pero que el resto de nosotros puede vivir perfectamente bien sin ella. Es como el apéndice: un órgano que está allí, pero es innecesario. El teólogo Trevor Hart escribió que la imaginación se asemeja menos al apéndice y se parece más al sistema circulatorio de un ser humano. Está tan profundamente entretejida en nuestra existencia como nuestro corazón, arterias y venas. Sin ella, nos marchitamos.

Por qué necesitamos una apologética imaginativa

Un síntoma de una imaginación demacrada es la falta de esperanza, la cual está particularmente escasa estos días. Suelo buscar memes para ver lo que las personas (al menos los habitantes de este rincón determinado de las redes sociales) piensan y sienten sobre la vida. Observo tendencias, una «vibración» profundamente infundida de desesperación por el estado del mundo, ya sea la familia disfuncional de una persona, los fracasos amorosos, la política, el clima o la economía. La desesperación es profunda. Hay un género de memes que glorifican en broma la muerte y el suicidio.

Doctor: «Solo le quedan dos semanas de vida».
Yo: «¿Me lo promete?».

Las personas, particularmente los jóvenes, necesitan esperanza. Pero debe ser una esperanza creíble que se conecte con nuestros amigos no cristianos no solo como verdadera, sino como una respuesta a sus deseos más profundos. El matemático y apologista del siglo XVI, Blas Pascal, dijo esta célebre afirmación: «Los hombres desprecian la religión; la aborrecen, y temen que sea verdad. Para remediarlo, debemos comenzar por demostrar que la religión no es contraria a la razón, que es venerable, inspirar un respeto por ella; luego debemos hacerla encantadora, hacer que los hombres buenos esperen que sea verdad; y finalmente, debemos demostrar que es verdadera».

Nos enfocamos exclusivamente en la parte de la «verdad» y descuidamos la parte «encantadora». Nuestra meta debería ser que nuestros compañeros de diálogo se conecten tan fuertemente con lo que compartimos que piensen en lo más profundo de su ser: «Cielos, me encantaría experimentar el mundo a través de los ojos de esta persona. Quiero poder amar a los que me rodean con ese tipo de amor». No debemos conectarnos solo con la mente, a través de los argumentos intelectuales. Tenemos que conectarnos con el corazón, las pasiones y deseos a través de la imaginación. Este es un orden más alto que el que usualmente queremos alcanzar en la apologética.

Debemos repensar nuestra definición de la apologética para que incluya más aspectos imaginativos, tales como el arte y la poesía

Debemos repensar nuestra definición de la apologética para que incluya más aspectos imaginativos, tales como el arte y la poesía. Podríamos probar con esta definición: la apologética es el arte de presentar una visión de la realidad arraigada en el Dios de la Biblia, que resuena con los incrédulos como algo profundamente verdadero, hermoso y bueno, al mismo tiempo que equipa a los cristianos a responder a las visiones rivales de la realidad con gracia y convicción.

Observa que la línea entre la apologética y la creatividad imaginativa, artística y poética es borrosa… porque así debería ser. Persuadir a alguien en una cultura poscristiana es profundamente relacional (nosotros mismos debemos ser amables y bondadosos) y captura las imaginaciones. Presenta una visión del mundo que resuena con los perdidos, una visión en la que pueden apoyarse como algo que es bueno y hermoso. Para hacer esto bien, se requiere tener imaginación.

Cómo involucrar la imaginación en la apologética

La fe de un cristiano o de un incrédulo fluye y es una expresión de una comprensión imaginativa de cómo es y cómo debería ser el mundo. La apologética debe apelar a la imaginación.

¿Cómo podemos lograrlo? ¿Cómo involucramos persuasivamente las imaginaciones en una cultura poscristiana?

En primer lugar, debemos abandonar nuestra obsesión con las guerras culturales que crean de una forma tan efectiva resentimiento entre los no cristianos (y los excristianos). Puede que no siempre estemos de acuerdo con el tono moral de la cultura dominante, pero debemos estar conscientes de nuestra postura cultural. Nuestros amigos no cristianos necesitan, ante todo, a Jesús. Con demasiada frecuencia, un enfoque y una actitud de conquista basados en el temor a la fibra moral de la nación solo ponen obstáculos en el camino de aquellos que más necesitan a Jesús. Debemos ser misioneros enviados para buscar el bien de nuestra cultura, en lugar de ser guerreros que se levantan contra de ella. No necesitamos ni debemos abandonar una postura moral bíblica, pero nuestros amigos no cristianos deben saber intuitivamente que los amamos y que estamos ahí para ellos, que nuestra visión de una buena vida los incluye.

En segundo lugar, la apologética debe recuperar la doctrina de la gracia común: la idea de que se puede encontrar bondad, verdad y belleza en la cultura creada por no cristianos. Debes estar dispuesto a apreciar los aspectos de las obras de la cultura secular, porque ese es nuestro punto de contacto, el lugar donde resuenan los corazones de los no cristianos. Por supuesto que habrá elementos que debes criticar. Pero antes de criticar, encuentra los lugares donde los corazones no cristianos y cristianos encuentran un terreno común, y localiza la relevancia más profunda de esos lugares desde una perspectiva cristiana imaginativa.

La apologética debe recuperar la doctrina de la gracia común: la idea de que se puede encontrar bondad, verdad y belleza en la cultura creada por no cristianos

En tercer lugar, date cuenta de que interactuar con la cultura no cristiana no es suficiente. Debemos mejorar en la labor de contribuir positivamente a la cultura en general, particularmente a través de las artes y el entretenimiento. Aunque las culturas se construyen de mil diferentes maneras, las iglesias deben invertir intencionalmente en las personas creativas que se sientan en sus bancas. Décadas de inversión insuficiente han creado una subcultura cristiana cuyas obras son con frecuencia demasiado cursis o una propaganda manipuladora. En gran medida hemos incumplido con nuestro testimonio estético ante un mundo que nos observa.

Esta inversión insuficiente también ha causado que los creativos se sientan rechazados en nuestras iglesias. Las personas creativas necesitan iglesias que los amen y apoyen bien mientras hacen la difícil tarea de ser el interfaz entre la iglesia y el mundo. Ellos abordan la imaginación colectiva de una cultura poscristiana y tratan de «plantar oasis», obras que estimulen las imaginaciones de los cristianos y no cristianos por igual para refrescar, desafiar, consolar y provocar; obras que abran un espacio para la conversación sobre las cosas que más importan.

Esto podría verse, en la práctica, organizando noches para dialogar sobre películas, conversando con amigos sobre lo que está causando revuelo en la cultura popular o animando a los artistas que vayan surgiendo en la iglesia. Sea cual sea la forma que tome, ampliemos nuestra visión de lo que conduce a una persuasión cristiana efectiva. Una vez más… con sentimiento.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por María del Carmen Atiaga.
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