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Al momento de escribir este artículo tengo más de 20 años asistiendo a una iglesia cada domingo, y más de 18 siendo cristiano. En ese tiempo he sido miembro de tres congregaciones, y he sido pastoreado en miles de ocasiones. A veces me he dejado pastorear. Otras veces me he resistido. En todas las veces, Dios ha usado a sus siervos, los pastores, para moldear mi vida en la semejanza de Cristo. Aquí hablo como una oveja, representando los cientos de miles de ovejas que son bendecidas por sus ministerios. 

Amo los pastores por lo que dicen

El 2008 fue un año clave para mí. Recién había terminado mis estudios universitarios, estaba pronto a casarme, y tenía varias decisiones que representaban un peso incalculable para mí. Tenía tan solo 20 años, y me sentía sobrecogido. Necesitaba consejo.

Uno de mis pastores respondió a mi llamado. A pesar de ser bivocacional, sacó una o dos horas por varias semanas para escuchar mis dudas y animarme en el camino correcto. Recuerdo cómo yo me colgaba de cada palabra que él decía, y poco a poco toda la neblina que tenía delante se fue despejando. Las palabras de ese pastor en aquel momento me llevaron en el sendero que dio forma a lo que mi vida es hoy. 

Para toda oveja, pocas palabras tienen tanta fuerza e importancia como las palabras de su pastor. Nosotros vamos donde nuestros pastores para saber qué piensan acerca de la vida, y qué piensan acerca de nuestra vida. Si tenemos una dificultad con algún familiar, vamos donde nuestro pastor para que nos diga qué podemos hacer. Si algo no funciona en nuestro matrimonio, buscamos a nuestro líder espiritual y hasta creemos en su opinión por encima de la nuestra. Aún más importante, semana tras semana las ovejas vamos donde nuestros pastores a que nos digan qué tiene Dios para nosotros, en la medida que exponen la Biblia.

Hay una frase muy conocida para los autores y editores, que en sus diferentes variaciones dice algo como: “Escribir es fácil. Solo te sientas frente al teclado y sangras”. Todo escritor sabe que eso es cierto. Pero luego de haber predicado unos cuantos sermones, encuentro que hallar las palabras adecuadas para predicar no es sangrar en el cuerpo: es sangrar en el alma. 

Semana tras semana, ustedes, pastores, se sientan frente a un texto bíblico y encuentran su significado, su sentir, y luego lo apropian y lo transmiten a la iglesia… y resulta que muchas ovejas estamos distraídas, o no ponemos en práctica lo que escuchamos. O tal vez las ovejas estemos atentas, pero tú como pastor sientes que no pudiste honrar el texto como se debía, que tu cuerpo no se sentía en su mejor momento, que tu mente no estaba tan lúcida como querías. Y entonces pasa el domingo. Y ya es lunes. Tienes que volver otra vez: te sientas delante del teclado a sangrar. 

¡Gracias por hacerlo! 

Pastor, no te desanimes en tu labor de decir las palabras de Dios, porque aunque no siempre se sienta así, estás alimentando las ovejas del Señor

Un amigo me dijo una vez que la mayoría de los sermones son como la mayoría de nuestras comidas: no recordamos exactamente qué comimos, pero nuestro cuerpo es alimentado y nutrido por cada plato. De manera similar, yo no recuerdo la gran mayoría de los sermones que he escuchado, pero sé que mi alma ha sido alimentada y nutrida por ellos. Que mi caminar con Dios sería tanto peor de no ser por haber estado ahí ese domingo. Así que, amado pastor, no te desanimes en tu labor de decir las palabras de Dios, porque aunque no siempre se sienta así, estás alimentando las ovejas del Señor (Jn. 21:15-17). 

Además de tu labor dominical, quiero agradecerte y animarte en tu labor diaria en la consejería y compañerismo cristiano. Ya mencioné arriba cuánto significó para mí un tiempo particular de consejería, y como yo, somos cientos de miles de ovejas con vidas transformadas por una palabra pastoral conforme a la Escritura. Además, no puedo explicarte cuánto ha significado para mí una palabra de ánimo dicha a su tiempo. En conversaciones informales he aprendido algunas de las cosas más importantes que he necesitado en la vida cristiana. 

Por supuesto, y como todo lo bueno, esto se puede abusar. Abundan los casos de abuso espiritual, donde algunos mal llamados pastores se enseñorean de sus congregaciones, dictando cada detalle de sus vidas, y usando el púlpito como un látigo para lastimar a los feligreses que no parecieran estar escuchando sus palabras. Pero, con el favor de Dios, amado pastor: ese no es tu caso. Y si buscas serle fiel, nunca lo será. Tus palabras son palabras de aliento y ánimo, aun cuando involucren corrección y reprensión. Y por eso quiero expresarte mi afecto y amor.  

Amo los pastores por lo que hacen

En diciembre del 2017, a días de haber regresado de un viaje agotador de más de dos semanas, mi esposa y yo quisimos apoyar una iglesia hermana en su concierto anual de navidad. Al llegar no encontrábamos estacionamiento, por lo que decidí dejar a mi esposa con los niños en la puerta e ir a buscar dónde estacionarnos. Unos diez minutos después un amigo me llama y me dice que mi esposa se había caído y tenía mucho dolor. Puedes imaginarte todo lo que pasó por mi mente.

Decir que el lugar estaba repleto se queda corto. Por la gran cantidad de personas, me tomó más de 15 minutos poder caminar los 200 metros entre la gente para llegar hasta donde estaba mi esposa. Resulta que se había caído cargando uno de los niños, y se había torcido ambos tobillos, pero siguió caminando para poder poner el niño a salvo. Yo de inmediato la cargué en mis brazos y corrí (tanto como se puede con una persona en brazos y miles de personas alrededor) hasta una ambulancia que estaba a unos 300 metros.

Dos cosas pasaron esa noche que me recordaron el valor tan especial de los pastores. Primero, uno de mis pastores es también doctor en medicina. Cuando Patricia se cayó, de inmediato lo llamé y para mi dicha él estaba también en el concierto. Así que le informé que iba a llevarla a la ambulancia, y él fue de inmediato a verla. Lo que no sabía era que a él le tocaba el mensaje central en esa noche. Pero como buen pastor, él estuvo dispuesto a ir a toda velocidad donde estábamos nosotros, sus ovejas, para atender algo que no era de vida o muerte. Gracias a Dios le dio tiempo a atendernos, enviarnos al hospital, y luego predicar a los miles que allí se dieron cita.

En menos de una hora estábamos en el hospital, y mientras a mi esposa le tomaban los rayos X, recibí una llamada en mi teléfono. Otro pastor, esta vez el de la iglesia que había organizado el concierto, se había enterado de la caída de mi esposa, y llamaba para saber cómo estábamos y orar por nosotros. Él acababa de organizar un evento exitoso, donde el evangelio fue predicado a cientos o miles de inconversos, y a minutos de terminar se enteró de una oveja de una iglesia hermana que estaba en necesidad, y nos llamó para ver cómo estábamos. Y si no fuera suficiente, al otro día temprano en la mañana él estaba en mi casa visitándonos personalmente y orando por nosotros.

Yo sé que esta no es una situación de vida o muerte. Pero para nosotros, así se sentía. También sé que no es una historia muy conmovedora, de esas que te sacan lágrimas. Pero al escribir esto, tengo el corazón en mi mano, y me contengo las lágrimas pensando en estos dos hombres de Dios que con sus acciones mostraron el impacto del evangelio en sus vidas, y sirvieron tan excelentemente a mi familia.*

Pastor: tu labor tiene un impacto significativo en los detalles pequeños, en cada vida.

Es precisamente por eso que amo a los pastores. Su labor —tu labor— tiene un impacto significativo en los detalles pequeños, en cada vida. Cada oveja tiene historias de cosas que hizo su pastor en un momento de necesidad, o en un momento de alegría. Y si bien es cierto que muchas de esas historias no son increíbles, ni son en momentos de vida o muerte, son esas pequeñas historias las que hacen que glorifiquemos a Dios por haber puesto estos pastores en nuestras vidas. Los cumpleaños y los funerales, los encuentros fortuitos en el supermercado o las preguntas intencionales en los pasillos de la iglesia. Esas pequeñas acciones van mostrándonos un modelo de vida al que podemos apuntar, y nos hacen sentir amados por ustedes.

Amado pastor, en la medida que te das por las ovejas, no te desanimes. No siempre somos las más agradecidas, ni tenemos la mejor actitud. La labor del ministerio usualmente no es glamurosa. Pero en la medida que visitas a los enfermos, felicitas a los cumpleañeros, confrontas a los extraviados, y animas a los decaídos, día tras día estás haciendo la labor del Señor y pastoreando la grey de Dios (1 P. 5:2). Y por eso, yo, en representación de cientos de miles de ovejas, te amo y te agradezco. 

Amo a los pastores por lo que representan

Los seres humanos necesitamos de símbolos y signos para poder comprender la realidad. Desde el principio el Señor se encargó de colocar al hombre como su imagen en la tierra quien, aun manchado por el pecado, representa al Creador. Eso es lo que hace al pecado tan deshonroso, que en la medida que entinta la imagen de Dios en nosotros, desluce al Creador a quien representamos. 

De una manera especial, los pastores son símbolos y signos de nuestro Señor Jesucristo, el príncipe de los pastores (1 P. 5:4). Ustedes son manos, pies, y boca de Cristo en la medida que hacen Su voluntad y hablan Sus palabras. Nosotros, todos ovejas del Señor, somos pastoreados por Él en la medida que ustedes cuidan de nosotros en amor. Y es por eso que los amo, porque sé que tienen que lidiar con su propio pecado, y con sus propias dificultades, pero a la vez se esfuerzan día tras día por ayudarnos a que nuestro caminar sea conforme al de Cristo. Por favor: no desfallezcan. Aunque la labor sea difícil, aunque las ovejas no seamos agradecidas, aunque la labor sea ardua, consideren a Cristo y su evangelio, consideren el valor de la grey redimida por Él, y sigan adelante. 

Son estos los días donde Dios nos ha dado pastores según su corazón, que nos apacientan con conocimiento y con inteligencia (Jer. 3:15), y yo doy gloria a Dios por permitirme ser su oveja. Hasta que nuestro Buen Pastor venga de nuevo por su pueblo, sigan firmes y adelante, huestes de la fe, sin temor alguno, pues Jesús nos ve.


* El primer pastor es Miguel Núñez, pastor principal de mi congregación, la Iglesia Bautista Internacional. El segundo es Otto Sánchez, pastor de la Iglesia Bautista Ozama. Notarás que estos dos hombres también son colaboradores en esta serie de escritos, lo que hace que mi gozo sea aún mayor.


Imagen: Lightstock.
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